como un pequeño valle de hierba feliz__________
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Selección y nota: josé maría pallaoro
Cuando vinieron las lluvias...
a Horacio Núñez West
Cuando vinieron las lluvias y las muertes
los amigos ya no estaban.
Dejaron en nosotros la alegría del verano,
las huellas de países que caían del relato
como de un sueño. Olvidaron la música
en los rincones de la casa y nosotros
volvimos a nuestra paciencia de quedarnos solos.
Combatimos a las lluvias y a las muertes
con lo que ellos nos dejaron.
(La alegría nos iba salvando
y combatíamos a solas, sin dar tregua,
mientras aguardábamos la luz del próximo verano).
Cuando regresaron los amigos,
cuando regresó la hierba con la calidez de su vestido
nada parecía haberse muerto
y hasta podría decirse que nunca se habían ido.
Y hablábamos de la pureza...
a José Antonio Abdelnur
Y hablábamos de la pureza,
nos alejábamos de lo efímero,
de los ríos que arrastran la suciedad del hombre
y cuando ya nos habíamos convencido
de que los únicos huéspedes de la tierra
eran las rosas y los dioses:
el ocio del domingo terminaba.
Y al llegar la noche...
Y al llegar la noche
nos encontramos con el otro cuerpo,
extendido, húmedo y abierto hacia nosotros
como un pequeño valle de hierba feliz.
Con el rostro asomado a la sed
que nos encuentra con esa frágil eternidad,
tenemos palabras y gestos que quieren perdurar
más allá del tiempo que nos reúne.
Pero el deseo y la sangre
son breves como los instantes más hondos del hombre,
y a pesar del hermoso cansancio
y de lascivos perfumes que se harán familiares,
la soledad vuelve,
regresa inexorablemente con el día,
cuando ya nos creíamos salvados.
Afuera en las calles...
Afuera en las calles, los amantes y los niños
juegan a la libertad y al amor.
Y los viejos junto al fuego y la paciencia,
tratan de creer que el invierno no se ha ido.
Con triste alegría miran los rincones
y conversan las cosas del pasado.
Vivimos alimentando anhelos...
Vivimos alimentando anhelos
y sobrevivimos a través de esperanzas torpes,
de utopías. Y el tiempo – ese oscuro y trágico
animal sin piedad – no nos da siquiera la vaga imagen
de aquello que soñamos.
Aún así y a pesar de sabernos desdoblados
en el que somos en verdad
y en el que construye los futuros sucesivos,
no vemos puerilidad en nuestra vida,
y una y otra vez volvemos a proyectar
nuestra nueva ruta, nuestro nuevo oficio,
el otro rostro de mañana.
El cielo está limpio...
El cielo está limpio
como el alma de una adolescente
y el sol ha embellecido hasta los rincones
donde se esconde la sombra como una anciana perseguida.
Este buen día justifica la existencia de los hombres,
los olvidados colores de la tierra.
Los pájaros vuelan hacia el sur...
Los pájaros vuelan hacia el sur,
un viento triste vuela junto al mar,
los pescadores y las redes.
Y nosotros, con palabras sencillas, con miradas,
hablamos de amor, nuestra íntima manera de volar.
Entonces vagarás por largos corredores...
Entonces vagarás por largos corredores
donde ninguna voz te alcance;
andarás con tu serena melancolía de mujer,
con tu vestido más bello,
tratando que no mueran las últimas ternuras
o tratando de creer que más allá de mí
pueden abrirse ámbitos y caminos diferentes.
En vano el olvido se acercará a tu rostro.
Entonces, iré pensando que es un duro oficio
vivir lejos de tus brazos.
Pero relataré tus sueños a mis amigos,
olvidaré tus días de violencia
y entrarás para siempre a mi palabra
como una mañana luminosa al corazón del hombre.
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de Nosotros en la tierra (1968)
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Néstor Mux nació en La Plata el 22 de octubre de 1945 (“...las fechas siempre son importantes”, nos decía un viejo profesor de Latín). “Nosotros en la tierra” tiene pie de imprenta el 23 de septiembre de 1968. Faltaba un mes para que Mux cumpliese 23 años, y eso lo notamos en estos poemas, poemas de un joven que ve que un día, tan solo un día “justifica la existencia de los hombres”. En 1978, diez años después, edita “Como quiera que sea”, y es a partir de este libro que Mux encuentra su tono, su ritmo, esa mirada impresionista acerca de lo que nos rodea “... Se diría que esos ojos cerrados / ignoran el rencor del mundo.”). Pero volvamos a “Nosotros en la tierra”, leemos en la solapa que NM fundó junto a Oteriño, Ponce de León y Dillon los cuadernos de poesía “La voz en el tiempo” y que en 1965 (con tan solo 19 años) publicó en La Rosa Blindada el libro de poemas “La patria y el invierno”, que en 1967 recibió el premio Fondo Nacional de las Artes y en 1968 la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires (datos, estos dos últimos, quizás no demasiado importantes).