jueves, 26 de mayo de 2022

RICARDO RUBIO El presente arde y es un tiempo de cenizas



el presente arde y es un tiempo de cenizas 


13. Los ojos en penumbra 
    se cierran a la danza o se abren al dolor 

el tala se ciñe entre arrugas y silencio, 
entra y sale del aire con una fuerza antigua, 
se lleva la última gota de las acequias 
hacia un torrente invisible 
que no alcanza su piel muda. 

Cuando el monte envuelve su sed y su tristeza 
el cielo lo ve alzar los brazos al viento. 

El ocaso es demasiado vértigo para la desnudez. 


EPÍLOGO

-Tengo una palabra que me llena la boca,
el recuerdo de un verso que estrellé en el aire 
y el encanto fugaz de un sueño 
     que me deja respirar.

-Me acompañan los pasos, la madrugada, 
y un destino confuso que me hace más cierto.

-Cuando sea necesario volveré para cuidarme.


En El color con que atardece, La Luna Que, Buenos Aires, 2002 / 
Ricardo Rubio (Buenos Aires, 11 de mayo de 1951 – 25 de mayo de 2022) / Fotos: jmp /

Ayer, miércoles 25 de mayo, murió el poeta Ricardo Rubio. Escribió el querido Alberto Luis Ponzo en la contratapa de la primera edición de El color con que atardece, uno de sus más hermosos libros: 

     “Si una breve apreciación acerca del trabajo poético puede parecer poco valorativa, al adelantarse algunas líneas expresivas o formas de mayor gravitación, en el caso de El color con que atardece sería arriesgada una tentativa de interpretación que no dejara lugar a las diversas experiencias  literarias de Ricardo Rubio (ensayo, narrativa, filosofía y teatro). Todo esto es lo que respalda, y acaso condiciona, la tónica de un libro que reafirma, no sólo una sostenida unidad poética, sino la presencia indiscutible de quien, con obstinación y  profundidad, ha dado el acento más destacable a una nueva generación.
     Puede fijarse en los comienzos de la década del ochenta una patente renovación del lenguaje, con la visión de un mundo cambiante, cruzado de conflictos, quebrado en sus ideales y en las mismas entrañas de toda representación como valor humano. Dentro de este marco “sentimos el corazón en la punta de los dedos”, escribe Ricardo Rubio;  “Inermes, nuestros brazos no retienen el alba”. O “nacemos para ir perdiendo la luz de las estrellas”. No obstante la devastación o el vaciamiento de los simples e imaginarios destinos del ser en este universo, puede haber salvación y, desde luego, un sentido mayor para todo quehacer artístico.
     Ricardo Rubio se pregunta: “¿Dónde la magia, el sitio sagrado, el encantamiento? ¿Dónde ahora la belleza?” La respuesta está quizás no lejos de cada uno de nosotros. El autor de este libro, más allá de “Historias de la flor”, “Árbol con pájaros” o “Simulación de la rosa”, algunos de sus anteriores poemarios, abre aquí distintas posibilidades. Diálogos,  interrogaciones, a manera de una despojada búsqueda de  verdades absolutas, haciendo de El color con que atardece una obra, en esencia, ética y plena de imágenes reveladoras de una época donde el hombre “puede helarse de infortunio”.”

martes, 24 de mayo de 2022

ALBERTO SZPUNBERG Clavel del aire



CLAVEL DEL AIRE 

1

Al rojo vivo, como el clavel prendido del ladrillo,
la poca pretensión de sus raíces en el viento,
brotes tiernos del cielo la tardecita de los sábados
asidos de un murmullo de luz dicho al oído:
ajenas no le son las finas hebras del aire,
esa música lejana, así de ella tan ausente,
igual que una flor tardía entre las hojas
del libro que releo en nombre de tu nombre.


2

Qué más, entonces, que a punto de ser,
sin preguntar jamás de dónde las palabras,
por qué son las que son y no las otras
que, desleídas, en silencio, murmuradas,
confirman un recuerdo, un eco, una sonrisa
contenida por qué pudor cuando los labios
ya estaban, temblorosos, a un paso del poema.


3

En el corazón del bosque, late, temblorosa,
la nunca vista, pétalo imposible, la abubilla,
escondida en su propia hondura indescifrable.
Yo también pregunto por ella, puro pálpito,
pero a mí tampoco nadie me responde:
nada más ajeno a la piedad que la poesía.


4

Qué trasluce sino frágil, quebradiza la llovizna,
chispazos del farol en el sendero de adoquines.
No sólo el llanto humedeció las fotos
del álbum hace años dejado en el trastero.
Alguien apoyó su copa sobre la sonrisa,
como si el olvido fuese casual, imprevisible:
urgencia por no saber, si es posible, nada.


5

Hemos brindado muchas veces, sigamos,
la risa señala el momento de despojarnos,
como un regalo que sostiene alta la copa:
mi mano roza tu boca, planetaria es la palabra:
solo así queda demostrado que la tierra
gira sobre sí misma hasta envolvernos.


6

Vuelvo a llevar la navaja en el bolsillo,
la mano presta para cometer lo irreparable,
porque sólo ser el otro me exige y me dirime:
alguien está servido, ellos se ensañan con su carne,
cuelgan sus pies a unos centímetros del suelo:
el poema es su grito, mías sus vísceras, su sangre.


7

La muerte, nunca tanta chance a la aventura:
riachos de oro y lila y rojo en las alturas
y el juego del ligero oleaje orlado
por el iris de una tarde iluminada:
abajo, la magia negra de las algas, los erizos,
que me van desprendiendo de las rocas
como quien cumple, sonriente, su destino:
al vaivén de los años, la vieja nutriente.


8

Como el estallido del sol entre los ojos:
acodado en la borda del barco que me lleva
y esa estela de bruma en el río infinito,
y el chasquido del barro, el lengüetazo
de la espesura del amor en retirada.


9

Ya no es lluvia sino apenas la llovizna,
el ruido de los zapatos en el barro,
como si desprenderse de la tierra les costara:
no te atreves a cubrirte la cabeza, esperas
que otra mano lo haga, pero no vendrá.


10

“La historia avanza hacia atrás”, se asombra el poeta
tras recorrer toda la calle y volver al punto de partida,
y se lleva las manos a la cabeza donde reconoce
el aleteo de una sombra que lo saludó esta madrugada.
Aún chispean en la noche las herraduras del caballo
que hace un rato pasó por el cielo rumbo a casa.


11

No en la palabra la ternura, sino en las manos,
ni la justicia en la ley sino en lo que damos y tomamos,
como el clavel del aire echa raíces en la nada:
yo me pongo al final de la cola y me desentiendo:
no desconfío de la urgencia de quien me antecede
y estoy dispuesto: empecemos de nuevo hasta lograrlo.


12

Las manos no tienen otro sentido que el aire
que se cuela definitivamente entre los dedos:
su forma sólo se debe a lo que no retienen,
incluso el vacío que el puño sostiene en alto
como si fuese el golpe final de nuestro esfuerzo,
pero es sólo un hálito de risa que entrevemos
como si todo fuese un juego que empieza de nuevo.


13

El temblor de la araña que camina sobre el agua
con la delicadeza que sólo ella sabe transitar,
como si cargase sobre sí la transparencia
de la luz que levemente la sostiene, ofreciéndola
a una tarde de infinitos y suaves, tenues tules.


CLAVEL DEL AIRE. 
Este género fue nombrado por Carlos Linneo en 1738 en honor al médico y botánico finlandés Dr. Elias Tillandz (originalmente Tillander)  (1640-1693). 

Abedini,  W.  I.,  Caldiz,  D.  e  I.  Andia,  “Una  maleza  de  especies  forestales”. Comunicación presentada en el IV Congreso Forestal  Argentino,  27  al  31  de  octubre  de  1980,  Goya,  Corrientes, Argentina. 
Baigorria, G., “Notas preliminares sobre el control del clavel del aire”, Acintacnia, nro. 2, Argentina. 
Bartoli,  C.  G.;  Beltrano,  J.; Fernández,  L.  y  D.  Caldiz,    “Control  of  the epiphytic weeds Tillandsia recurvata and T. aeranthos with different herbicides”, Forest Ecology and Management,  vol. 59, 1993. 
Benzing,  D.  H.  y  J.  Seemann,  “Nutritional  piracy  and  host  decline:  a  new perspective on the epiphyte relationship”, Selbyana, vol. 2, 1978.
———, “Germination and early establishment of Tillandsia circinnata Schlecht  (Bromeliaceae)  on  some  of  its  hosts  and  other  supports in Southern Florida”, Sebyana, vol. 5. 
Cabrera, A. L. (director), Flora de la provincia de Buenos Aires,  tomo IV, parte 1, Buenos Aires, Colección científica del INTA, 1968. 
Caldiz,  D.  y  J.,  Beltramo,  “Control  of  the  Epiphytic  weeds  Tillandsia  recurvata  and  T.  aeranthos  with  Simazine”,  Forest  Ecology  and Management, vol. 28, 1989. 
Castellanos, A., “Los géneros de las bromeliáceas de la flora argentina”, Revista  del  Centro  de  Estudiantes  del  Doctorado  en  Ciencias  Naturales, tomo II, Argentina, 1938.
Claver,  F.  K.,  Alaniz,  J.  R.  y  D.  Caldiz,  “Tillandsia  spp.:  Epiphytic  weeds of trees and bushes”, Forest Ecology and Management,  vol. 6, 1983. 
Dagnelie,  P.,  Théorie  et  méthodes  statistiques:  applications  agronomiques,  Gembloux, Presses agronomiques, 1973.
Daniel, W., Applied  Nonparametric  Statistics,  Boston,  Houghton  Mifflin  co., 1978. 
Johansson,  D.,  “Ecology  of  vascular  epiphytes  in  West  African  rain  forest”, Acta Phytogeographica Suecica, vol. 59, Uppsala, 1974.  
Smith,   L.,   Flora   del   Uruguay:   Bromeliaceae,   Monotevideo,   Museo   Nacional de Historia Natural, 1972. 
Sokal, R. y F. J. Rohlf,Introducción a la bioestadística, Barcelona, Editorial Reverté, 1986. 
Taiz,   L.   y   E.   Zeiger,      Plant   Phisiology,   California,   Benjamin-Cummings Publishing Company, California, 1991. 
Wintermans,  J.  y  A.  de  Mots,  “Spectrophotometric  Characteristics  of  Chlorophylls  A  and  B  Their  Pheophytins  in  Ethanol”,  Biochem  Biophys Acta, vol.109, 1965.



OTRA GENIALIDAD DE ALBERTO SZPUNBERG / JULIÁN AXAT

   Hace pocos días apareció de improvisto, como un alumbramiento en mi casilla de correos. Estaba repasando viejos mensajes cuando di con el mail que el poeta Alberto Szpunberg me había enviado allá por octubre de 2012, bajo el asunto “Obra en construcción...”. La poesía es así, una máquina del tiempo. Aparece de golpe, te golpea y transporta. Entonces recordé un llamado posterior de Alberto en el que me explicaba que me enviaba el mail para saber mi opinión sobre su “obra en construcción”. 
   Me contó que estaba sumergido en el estudio de la botánica en la obra de Linneo y el origen de esa enigmática planta rizomática que crece colgada de árboles y rocas  en  Brasil, Ecuador y Argentina, y que generaba acaloradas discusiones entre los naturalistas. En especial uno de ellos, el finlandés Elias Tillandz, quien la bautizó con su nombre y en latín Tillandsia aeranthos, aunque fue luego conocida vulgarmente como “clavel del aire”. 
   Es  raro que un poeta se ponga a estudiar botánica para emprender su poesía, pero en  Alberto nada de eso es raro (años después ironizaría sobre la metafísica de dios a partir del brócoli). Todo el sistema de citas que dispara el poema “Clavel del aire” se encuentra al final de los trece versos. Desconozco la obsesión de Szpunberg, pero algo conjeturo, pues el enigma del clavel está en el origen (y la discusión) de su energía vital, pero también en su uso medicinal (viene a mi memoria que por entonces a Alberto le fue detectado un tumor). Además de la reminiscencia erótica del tango, Gilles Deleuze, el maná, la vida autopoética, en fin... todo esto me llevó por estos días a escribirle al poeta Miguel Martínez Naón, quien me conminó a llamar a Alberto a la pensión de Barcelona e interrumpirlo justo en  el  momento en el que lo estaban afeitando. Después de intercambiar sobre su estado de salud y otros bemoles de la Argentina y su (nuevo) exilio, me espetó: “Ayat” (así pronuncia siempre mi apellido), “si ese poema se lo mandé a usted, haga lo que le parezca...”. 


En Guardianes de Piatock, Miradas sobre Alberto Szpunberg / Compilación: Judith Said, Lilian Garrido y Miguel Martínez Naón / Ediciones Biblioteca Nacional, 2021 / Director: Juan Sasturain /
Alberto Szpunberg (Buenos Aires, 28 de setiembre de 1940 - Barcelona, 13 de noviembre de 2020) / Julián Axat (La Plata, 1976) / Fotos: jmp / 

lunes, 23 de mayo de 2022

EUGENIA STRACCALI Cuando el mar desata su tormenta más intensa


FEDRA 
(Fragmento)

(...) 
Cuando el mar desata su tormenta más intensa, 
un relámpago nos cruza y 
abre el cuelo: 
revelación en tu abrazo extendido 
que nos salva del naufragio. 
En ese momento se desplegaron 
todas las constelaciones 
y los planetas brillaron armando figuras; 
también las velas de tu barco 
flamean espectrales. 
La marea lleva un oleaje sereno 
que se instala en tus ojos, 
tristes los míos, 
miradas que alumbran. 
La estela que deja la espuma 
en la orilla, 
trae nuestro amor antiguo 
que es calma y desasosiego. 
“Suspende el tiempo para mí” –te digo. 
Entonces en el fulgor del instante 
fuimos 
tan secretamente... 
Y en el umbral de esa suspensión infinita 
nos contemplamos una y otra vez.  
Las estrellas son: 
destellos 
imágenes de mí que vuelven 
a tu memoria 
como rayos. 



En antología Interestelaria, Cosmos y Ciencia ficción, / Selección y prólogo: Julián Axat / Ilustraciones: Emiliano Bustos /, Ediciones en Danza, 2022 / 
Eugenia Straccali (La Plata, 1970) / Julián Axat (La Plata, 1976) / Foto: jmp 

domingo, 8 de mayo de 2022

JORGE AULICINO Un poema inédito



NATIONAL GEOGRAPHIC

Se pueden imaginar los antiguos animales
con garras de oso y colas de serpiente,
alas y dientes de sable,
pero los tigres siberianos y las grandes leonas
fueron los que reinaron realmente 
sobre bosques y manadas.
Anduvieron sembrando terror
entre árboles nevados y pastizales
en la vieja práctica de la sobrevivencia,
que exige arte y concentración,
nada de dejarse estar o “qué amenazantes
las sombras en la ventana”.



Poema inédito de Fuera de lo general, 2022 / 
Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949) / Foto: jmp