CLAVEL DEL AIRE
1
Al rojo vivo, como el clavel prendido del ladrillo,
la poca pretensión de sus raíces en el viento,
brotes tiernos del cielo la tardecita de los sábados
asidos de un murmullo de luz dicho al oído:
ajenas no le son las finas hebras del aire,
esa música lejana, así de ella tan ausente,
igual que una flor tardía entre las hojas
del libro que releo en nombre de tu nombre.
2
Qué más, entonces, que a punto de ser,
sin preguntar jamás de dónde las palabras,
por qué son las que son y no las otras
que, desleídas, en silencio, murmuradas,
confirman un recuerdo, un eco, una sonrisa
contenida por qué pudor cuando los labios
ya estaban, temblorosos, a un paso del poema.
3
En el corazón del bosque, late, temblorosa,
la nunca vista, pétalo imposible, la abubilla,
escondida en su propia hondura indescifrable.
Yo también pregunto por ella, puro pálpito,
pero a mí tampoco nadie me responde:
nada más ajeno a la piedad que la poesía.
4
Qué trasluce sino frágil, quebradiza la llovizna,
chispazos del farol en el sendero de adoquines.
No sólo el llanto humedeció las fotos
del álbum hace años dejado en el trastero.
Alguien apoyó su copa sobre la sonrisa,
como si el olvido fuese casual, imprevisible:
urgencia por no saber, si es posible, nada.
5
Hemos brindado muchas veces, sigamos,
la risa señala el momento de despojarnos,
como un regalo que sostiene alta la copa:
mi mano roza tu boca, planetaria es la palabra:
solo así queda demostrado que la tierra
gira sobre sí misma hasta envolvernos.
6
Vuelvo a llevar la navaja en el bolsillo,
la mano presta para cometer lo irreparable,
porque sólo ser el otro me exige y me dirime:
alguien está servido, ellos se ensañan con su carne,
cuelgan sus pies a unos centímetros del suelo:
el poema es su grito, mías sus vísceras, su sangre.
7
La muerte, nunca tanta chance a la aventura:
riachos de oro y lila y rojo en las alturas
y el juego del ligero oleaje orlado
por el iris de una tarde iluminada:
abajo, la magia negra de las algas, los erizos,
que me van desprendiendo de las rocas
como quien cumple, sonriente, su destino:
al vaivén de los años, la vieja nutriente.
8
Como el estallido del sol entre los ojos:
acodado en la borda del barco que me lleva
y esa estela de bruma en el río infinito,
y el chasquido del barro, el lengüetazo
de la espesura del amor en retirada.
9
Ya no es lluvia sino apenas la llovizna,
el ruido de los zapatos en el barro,
como si desprenderse de la tierra les costara:
no te atreves a cubrirte la cabeza, esperas
que otra mano lo haga, pero no vendrá.
10
“La historia avanza hacia atrás”, se asombra el poeta
tras recorrer toda la calle y volver al punto de partida,
y se lleva las manos a la cabeza donde reconoce
el aleteo de una sombra que lo saludó esta madrugada.
Aún chispean en la noche las herraduras del caballo
que hace un rato pasó por el cielo rumbo a casa.
11
No en la palabra la ternura, sino en las manos,
ni la justicia en la ley sino en lo que damos y tomamos,
como el clavel del aire echa raíces en la nada:
yo me pongo al final de la cola y me desentiendo:
no desconfío de la urgencia de quien me antecede
y estoy dispuesto: empecemos de nuevo hasta lograrlo.
12
Las manos no tienen otro sentido que el aire
que se cuela definitivamente entre los dedos:
su forma sólo se debe a lo que no retienen,
incluso el vacío que el puño sostiene en alto
como si fuese el golpe final de nuestro esfuerzo,
pero es sólo un hálito de risa que entrevemos
como si todo fuese un juego que empieza de nuevo.
13
El temblor de la araña que camina sobre el agua
con la delicadeza que sólo ella sabe transitar,
como si cargase sobre sí la transparencia
de la luz que levemente la sostiene, ofreciéndola
a una tarde de infinitos y suaves, tenues tules.
CLAVEL DEL AIRE.
Este género fue nombrado por Carlos Linneo en 1738 en honor al médico y botánico finlandés Dr. Elias Tillandz (originalmente Tillander) (1640-1693).
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OTRA GENIALIDAD DE ALBERTO SZPUNBERG / JULIÁN AXAT
Hace pocos días apareció de improvisto, como un alumbramiento en mi casilla de correos. Estaba repasando viejos mensajes cuando di con el mail que el poeta Alberto Szpunberg me había enviado allá por octubre de 2012, bajo el asunto “Obra en construcción...”. La poesía es así, una máquina del tiempo. Aparece de golpe, te golpea y transporta. Entonces recordé un llamado posterior de Alberto en el que me explicaba que me enviaba el mail para saber mi opinión sobre su “obra en construcción”.
Me contó que estaba sumergido en el estudio de la botánica en la obra de Linneo y el origen de esa enigmática planta rizomática que crece colgada de árboles y rocas en Brasil, Ecuador y Argentina, y que generaba acaloradas discusiones entre los naturalistas. En especial uno de ellos, el finlandés Elias Tillandz, quien la bautizó con su nombre y en latín Tillandsia aeranthos, aunque fue luego conocida vulgarmente como “clavel del aire”.
Es raro que un poeta se ponga a estudiar botánica para emprender su poesía, pero en Alberto nada de eso es raro (años después ironizaría sobre la metafísica de dios a partir del brócoli). Todo el sistema de citas que dispara el poema “Clavel del aire” se encuentra al final de los trece versos. Desconozco la obsesión de Szpunberg, pero algo conjeturo, pues el enigma del clavel está en el origen (y la discusión) de su energía vital, pero también en su uso medicinal (viene a mi memoria que por entonces a Alberto le fue detectado un tumor). Además de la reminiscencia erótica del tango, Gilles Deleuze, el maná, la vida autopoética, en fin... todo esto me llevó por estos días a escribirle al poeta Miguel Martínez Naón, quien me conminó a llamar a Alberto a la pensión de Barcelona e interrumpirlo justo en el momento en el que lo estaban afeitando. Después de intercambiar sobre su estado de salud y otros bemoles de la Argentina y su (nuevo) exilio, me espetó: “Ayat” (así pronuncia siempre mi apellido), “si ese poema se lo mandé a usted, haga lo que le parezca...”.
En Guardianes de Piatock, Miradas sobre Alberto Szpunberg / Compilación: Judith Said, Lilian Garrido y Miguel Martínez Naón / Ediciones Biblioteca Nacional, 2021 / Director: Juan Sasturain /
Alberto Szpunberg (Buenos Aires, 28 de setiembre de 1940 - Barcelona, 13 de noviembre de 2020) / Julián Axat (La Plata, 1976) / Fotos: jmp /