…
el presente arde y es un tiempo de cenizas
…
13. Los ojos en penumbra
se cierran a la danza o se abren al dolor
el tala se ciñe entre arrugas y silencio,
entra y sale del aire con una fuerza antigua,
se lleva la última gota de las acequias
hacia un torrente invisible
que no alcanza su piel muda.
Cuando el monte envuelve su sed y su tristeza
el cielo lo ve alzar los brazos al viento.
El ocaso es demasiado vértigo para la desnudez.
EPÍLOGO
-Tengo una palabra que me llena la boca,
el recuerdo de un verso que estrellé en el aire
y el encanto fugaz de un sueño
que me deja respirar.
-Me acompañan los pasos, la madrugada,
y un destino confuso que me hace más cierto.
-Cuando sea necesario volveré para cuidarme.
Ricardo Rubio (Buenos Aires, 11 de mayo de 1951 – 25 de mayo de 2022) / Fotos: jmp /
Ayer, miércoles 25 de mayo, murió el poeta Ricardo Rubio. Escribió el querido Alberto Luis Ponzo en la contratapa de la primera edición de El color con que atardece, uno de sus más hermosos libros:
“Si una breve apreciación acerca del trabajo poético puede parecer poco valorativa, al adelantarse algunas líneas expresivas o formas de mayor gravitación, en el caso de El color con que atardece sería arriesgada una tentativa de interpretación que no dejara lugar a las diversas experiencias literarias de Ricardo Rubio (ensayo, narrativa, filosofía y teatro). Todo esto es lo que respalda, y acaso condiciona, la tónica de un libro que reafirma, no sólo una sostenida unidad poética, sino la presencia indiscutible de quien, con obstinación y profundidad, ha dado el acento más destacable a una nueva generación.
Puede fijarse en los comienzos de la década del ochenta una patente renovación del lenguaje, con la visión de un mundo cambiante, cruzado de conflictos, quebrado en sus ideales y en las mismas entrañas de toda representación como valor humano. Dentro de este marco “sentimos el corazón en la punta de los dedos”, escribe Ricardo Rubio; “Inermes, nuestros brazos no retienen el alba”. O “nacemos para ir perdiendo la luz de las estrellas”. No obstante la devastación o el vaciamiento de los simples e imaginarios destinos del ser en este universo, puede haber salvación y, desde luego, un sentido mayor para todo quehacer artístico.
Ricardo Rubio se pregunta: “¿Dónde la magia, el sitio sagrado, el encantamiento? ¿Dónde ahora la belleza?” La respuesta está quizás no lejos de cada uno de nosotros. El autor de este libro, más allá de “Historias de la flor”, “Árbol con pájaros” o “Simulación de la rosa”, algunos de sus anteriores poemarios, abre aquí distintas posibilidades. Diálogos, interrogaciones, a manera de una despojada búsqueda de verdades absolutas, haciendo de El color con que atardece una obra, en esencia, ética y plena de imágenes reveladoras de una época donde el hombre “puede helarse de infortunio”.”
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