EL
POEMA DE HIERRO
Dame
un poema de hierro que restalle
sobre
las vacías cabezas y una mano firme
en
la muesca de la antorcha, un poema
de
sangre y de huesos impacientes
y
la pluma de carne firmando sentencias
en
las culposas mentes de los jinetes locos;
que
convierta en sal a los cobardes,
un
poema de hierro oxidado y torvo
paleteando
en el estanque a medianoche,
cuando
ni los muertos sueñan con la aurora.
Un
martillo de palabras para dejar al mundo
con
las cuencas vacías; rabioso ademán,
piedra
encendida en la boca de los que duermen
mientras
el agua sube en el Gran Cuarto Esférico;
un
puñetazo en el sexo de la muchacha arrodillada,
idiota,
paciente humanidad, que no ve, que no oye,
sólo
conversa con las cenizas de sus dioses muertos.
CÉSAR
VALLEJO
Por
los corredores de la imaginación ir caminando,
libre
y solo para siempre, como cuando era
y
no sabía que era un niño,
hasta
olvidar que estoy imaginando.
Que
esta carne pesada, que orina y suda,
en
una o dos ideas se resuma
o
vuelva bien atrás, a esa casi nada
que
casi nada ve en su cielo nublado.
Devuélveme
al chimpancé o hazme sólo literatura,
mas
no me dejes la condición de hombre.
Eso
que todo lo pesa en mí
afuera
no pesa nada.
REVELACIONES
Alexander
Graham Bell arrojó al futuro
Esta pequeña cosa que llevo en el bolsillo,
Que me espera paciente en un rincón de la casa,
Que me acecha silenciosa todavía en la oficina:
Ha colonizado el mundo con voces que no son suyas
Y nos obliga ruidosamente a contestarlas.
Contengan la noticia horrenda o la venganza que nos dibuja
Un rictus que no reconoceremos nunca ante los otros;
Sean el aguijón de nuevas urgencias o breves palabras
Que serenan y apaciguan, él las trasmite igual
Que a la cobarde amenaza que no tiene un rostro,
Los saludos inútiles en cada aniversario o el estúpido
Intento de vendernos interminablemente algo.
Indiferente a lo que dice su micrófono,
Lo lleva a miles de kilómetros para que inevitablemente lo reciba alguien,
Como un bombardero atento sólo a la puntual
Entrega de su carga que cambia las cosas para siempre.
Quizá su placer desde hace un siglo sea engañarnos
Creyéndole que hablamos con los vivos,
Cuando al teléfono exclusivamente lo hacemos con fantasmas.
NADIE
SABE DÓNDE ESTUVIMOS
toda
la tarde llovió
y nadie sabe dónde estuvimos
de ahora en más me quedaré en tu sombra
viviré el fin de las estaciones cuando
el insecto retorna a su estado de larva
listo para creer que cada uno que anda
por la calle es uno que yo conozco
pero yo me quedaré en mi cuarto
hecho de tu sombra
en una habitación oscura
donde la muerte es una paloma mensajera
donde entro en esa pobre tan mínima luz
sea como eso sea
Foto: Alejandro
Moritz / Télam.