viernes, 24 de mayo de 2024

DIEGO COLOMBA Hasta ver la verdad




REVERBERACIÓN 

     Nuestras voces se cascan en las cacerolas. Se duplican con un eco latoso. Seguramente es el aire que entra por los postigos entreabiertos. Risueños con el efecto, echamos las palabras por la boca, como si sopláramos las sílabas frente a las paletas animadas de un ventilador de pie. Los rayos solares también penetran, con el viento, los orificios del mosquitero. Pero apenas alcanzan a entibiar nuestras voces, algo temblorosas, casi irreconocibles en las recónditas revoluciones de la sangre


LENTES 

     Manipulo con cuidado los pesados anteojos de carey. El abuelo se los dejó otra vez en la mecedora. Con el diario. Las grietas de la tierra, las rugosidades del porlan se acercan. También las hormigas. A una escala muy pequeña, las cosas se comportan diferente. Y si una nube cargada, como ahora, se mueve, los rayos del sol pueden filtrarse entre las hojas y racimos de la parra. ¡Calurosos juegos de la luz! No dejaré de mirar las cosas pequeñísimas. Casi invisibles. Hasta ver la verdad. 


A PRIMERA VISTA 

     Puede parecer que tengamos una explicación física completa. Chupamos las raíces amargas de la razón, con una triste sonrisa, ilusionándonos con masticar sus dulces frutos. Después caemos en el error. Dicen que se puede vivir y no saber. Pero no. Nosotros necesitamos, como el mismo aire, nuestras ilusorias certezas.


*

LA POSIBILIDAD 

     Camino por la plaza nocturna. Piso la gramilla, toco un banco despintado, miro las ramas entretejidas de los fresnos… Dios no puede estar, como algo más, entre las cosas del mundo. Perdido en la soledad de la plaza, lo busco. ¿Estará en las raíces invisibles? ¿En el abismo que se abrió cuando enterraron la cápsula del tiempo por los cien años del pueblo? No lo sé. Apenas puedo recordar ahora la insidiosa nulidad del día.


VÉRTIGO 

     No me soporto. Siento que soy algo demasiado para mí. Para colmo de males, la brisa de la tarde me insufla nuevas energías. Giro loco como el mundo. Me trepo a la cortitrilla que herrumbra en el baldío. A sus resortes incomprensibles. Sin pensar me dejo caer por el tobogán carcomido. Oscilo. Decaigo, pero no dejo de ser. Siempre queda un resto doloroso. Que tiene que vérselas con Dios.


SOBRENATURAL 

     Cada uno de nosotros, subido a los techos, pide más luz. Busca más altura trepando por la antena torcida de televisión. ¡Esperamos la comunicación invisible! Libre de interferencias. No bajaremos aunque nos amenacen con una paliza. Sabemos que los escalones de madera no resisten mucho peso. De la falta de límites. Del vacío en la cornisa, que nos trae una íntima sensación de calor. 


BEBEMOS Y BEBEMOS 

      Sin miedo a morir. La gente habla y se saluda. Baila. Nosotros bebemos y bebemos. Hemos venido para eso, para beber hasta la muerte. Sin embargo, en los intervalos de nuestra ingesta, también hablamos, miramos, nos movemos. Alguien a mi lado espera. Lo hace desde hace mucho tiempo. Mucho antes de sentir este peso sobre la nuca. Una especie de caricia. Escucha silenciosamente. Espera que me desprenda por fin de todo este barullo vital. Seguramente seguirá esperándome. 


*

UN ÍDOLO MUERTO 

     Una paloma mecánica yace en la mesa de porlan. Es un juguete de la abuela. Lo guarda junto con sus muñecas antiguas. Una paloma de lata muerta que se arrastra si le damos cuerda. Pesadamente. ¡Qué fácil se descubren las honduras de nuestro ser! Ese caos de fuerzas ciegas. De locura. ¡Cuánto barullo en el pozo de nosotros mismos! Con apenas una sílaba, un sacudón de cabeza, podríamos despertar a un Dios dormido. 


UN NIÑO QUE MAMA, UN NIÑO QUE ORINA 

     No es más que un animal impúdico. La tía dice que no hay que tener vergüenza. Yo la tengo, sin embargo. Me cuesta levantar la cabeza cuando nos sacan la foto grupal en la escuela. Miro hacia adelante, con el rostro inclinado. Preferiría no levantar la voz en público ni pasar al frente. La tía, en cambio, se cree libre de ata duras, de dogmas, de pecados. Se ve a sí misma como algo importante. Da órdenes, consigue el dinero, se hace valer. Solo a veces, con lágrimas en los ojos y lejos de su hija, me da a entender que no tiene tiempo para escuchar su corazón. 


En Fotones que se enamoran de electrones / Ediciones op.cit., Buenos Aires, 2024 / Libro digital, PDF / 
Diego Colomba nació en San Nicolás (Provincia de Buenos Aires) en 1972 y vive en Rosario desde 1990 / Es profesor y licenciado en Letras, y doctor en Humanidades y Artes, con mención en Literatura / Fotos: jmp / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

viernes, 17 de mayo de 2024

ROSARIO VALPARAÍSO Mientras espero, en la mecedora




TELÉFONO 

Mi amado me pregunta 
si tengo hambre, si 
tengo sed. 

Mientras espero, en la mecedora 
de las mujeres de la familia, 
para arrodillarme a sus pies 
con el rosario entre mis manos 
alegrándome y dando gracias
a la religión que me alimenta. 


ESTOY SOLA

Estoy sola, hoy 
nada espero
(por entre mis piernas corre 
el río que me dejaste). 


CÓPULA

Nos unió la tarde con sus risas.


De Adiós desde la vida, 1953 e inéditos en: Antología mínima, Ediciones RP, 1974 /  
Rosario Valparaíso (España, 1898 – Argentina, 1973) / Ph Mirella Moretti, c. 1970 / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

viernes, 3 de mayo de 2024

PAUL AUSTER Las raíces se doblan al paso del gusano


Algunos libros de Paul Auster /


RADIOS

Las raíces se doblan al paso del gusano 
y el tamiz del reloj yace en el corazón 
del gorrión. Entre rama y aguja, la palabra 
menosprecia su nido, y la semilla, 
mecida por confines aún más simples, 
se niega a confesar. 
Sólo el huevo gravita.

*

En la aridez, mi ausencia: en el agua: Una flor. 
Una flor que define el aire. 
En el pozo más hondo, 
tu cuerpo es mecha.

*

La corteza no basta, envuelve 
fragmentos redundantes, no le importa 
cambiar roca por savia, o sangre 
por azarosos borboteos, 
mientras la hoja cuelga picada, moteada 
de aire y, ¿por cuánto más, surcada 
o envuelta, entre el perro y el lobo, 
por cuánto tiempo más habrá de señalarle 
al hacha su ventaja satisfecha?

*

Nada moja ese tronco, la piedra nada gasta. 
El habla no podría empedrar el pantano, 
por lo que bailas 
y buscas un silencio aún más brillante. 
La luz siega las olas, naufraga y se camufla; 
el viento parlotea, se desboca. 
Yo te nombro desierto.

*

Los picos 
anotan la cantera: desgastadas señales  
que no pudieron cifrar el mensaje. 
La riña desató su alfabeto, y las piedras, 
ceñidas al costado del abuso 
han memorizado la derrota.

*

Ebria, sí,  la blancura atesora sus fuerzas, 
mientras duermes, ebrio de sol, como semilla 
de aliento retenido 
bajo la tierra. Soñar, al fin, 
sumido en el calor, con el calor 
que infesta el equilibrio 
de una mano, que engendra 
el milagro de la aridez… 
En todos los lugares que has dejado 
crece la furia de los lobos 
con las hojas que no hablarán. 
Morir, sí. Acoger a lobos rojos 
Que muerden y arañan las verjas: página 
aullante; o bien duermes, y el sol 
jamás tendrá final. 
Es verde donde las semillas negras respiran. 

*

La flor es roja, cuelga 
entre raíces rotas, 
en el tronco nudoso de una torre, 
donde aspira su magro ayuno 
y retira el conjuro 
que suelda el paso a la palabra 
y ata la lengua a sus errores. 
Roja será la flor 
cuando la primera palabra rasgue la página, 
y medrará en el limo, y cobrará el color 
de un pico magullado, 
cuando el gorrión emerja ensangrentado 
y vuele entre una tierra y la campana. 

*

Entre el gorrión y el pájaro sin nombre: 
su presa. 

La luz escapa por el intervalo.

*

Palidecen los trances en el cubo, el furtivo 
equinoccio de nombres: fiel trinquete 
que obstruye la carraca, cielos desapacibles 
que cercan este austero comercio con el viento. 
La calma enmienda, pero la ventisca 
alimenta el azar: aliento que florece 
mientras la rueda anota su escritura 
sobre la tierra. Atada 
contra tus pies. Bajo un frescor 
de soles mortecinos, la mirada 
cuida la tierra. La canción 
está en el paso. 

*

Ascua en el labio de otro 
cielo inferior, la luz no ingerida del nido 
mengua y se vuelve pasto: entre el gorrión 
y el pájaro sin nombre, el intervalo 
es presa: humo 
que ablanda los rescoldos, no ya como esa secta 
de alas, donde bates, humo unido 
al brillo; en la memoria del gorrión 
perfecciona el sueño de las nubes. 

*

Ver es esta otra tortura, 
que el dolor de ser visto expía: 
lo dicho y lo visto, albergado 
en esta negativa a hablar, 
y la semilla de una sola 
voz, enterrada en cualquier piedra. 
Mis mentiras jamás han sido mías.

*

La concha implosiona en el cubo, 
perdura como un juego de palabras y dobles 
sentidos, greda y roca, se incorpora 
como un bastón y expulsa el balbuceo 
que pronunció su cuerpo 
y lo hizo emerger 
para esperar futuros golpes: 
ciudad en la raíz, en el acto, sin muelles, 
ciudad aun lejos de sí misma. Sal. La rueda 
era un engaño. No puede girar.

*

El huevo delimita su renuncia, no puede 
sonar en el tañido de otro (mínimo 
martilleo del otro) antes de que el gemido 
se abra paso de un tajo, y el ojo desperdicie 
el subterfugio de una lámpara 
aún más duradera. Vuelto habla, acarrea su propio nacimiento 
y, si se rompe, no dejes de aclamar 
su caída y contradicción. 
Tu tierra siempre estará lejos.



En Pista de despegue / Selección de poemas y ensayos, 1970-1979, Editorial Anagrama, Barcelona, 1998 / Traducción de los poemas: Jordi Doce (En Poesía completa corregiría estos textos) / Fotos: jmp 
Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, el 3 de febrero de 1947 - Nueva York, 30 de abril de 2024) / Fotos: jmp / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.-