Llueve
y lava la basura del año que comienza,
por casualidad, justo ahí: una mancha despintada,
con una fantasía
del césped de auténtico verano.
La basura. Fosforescente resaca,
se moja en una bandeja de madera junto a desechos
de plástico listos para ser un rato más
a la derecha del marco de lo inútil.
Pero más probable es que ella continúe media en el fleje
de la suprautilidad, juntando agua,
polvo y rodaje por rincones, cajones,
tachos, y que una mano buscando siempre otra cosa
la ponga de nuevo en su lugar asestándola
contra la pared y llevándola gratuita hacia una nueva
reservación de hechos de la naturaleza escrita
y manufacturada.
Sobreviviente del prisma de cristal, del muñeco de pañolenci,
de la jirafa de estopa y de cuanta cosa
que hoy descansa como jergón de hormiga.
Rastro de tarde cálida y vacía, más que las actuales,
más cálidas y cargadas de expiación por el bien
de la hermandad.
Un paletazo helado atravesando
balcones de silenciosos e insomnes; vino.
Pibes en remera quemándose en la herida.
Parla, rollo fotográfico, pensamiento,
una máquina de resonancia entre sombras, rejas,
arrugas, paredes altas y final de calle.
El rumor despierta entre árboles unos nombres:
Ismael.
¿Qué nos dicen ahora la caña que vuela o el hongo y el lobo
de las raíces volcadas sobre cruicas del piso?
Vena íntima, asalto, por un momento perfiles de trazo fijo
recogidos por una capa de desencuentro.
Rumor.
Clara de espinazo... se irá
y no querrá volver. Habrá sido una equis descubierta,
... En la papada risueña, tras cartón, la frente
engullida, canson negra, …y las piernas rellenas de moras,
estropajo, y otra vez, eso que se llama
un ópalo de celestes rodeados de dinámicos entablillados blancos,
con muecas de yerba realizándose.
Hasta hoy el cuerpo no deja de ser aquella por donde pasás:
lanudo perro que el sol es el único que no abandona.
Hasta puede ser que no sea sola, sean dos los pedazos
de piques y golpes infligidos. Es probable
que otra esté, que no aparezcan juntas en ninguna ocasión.
Y cuando si así lo hacen, lo hagan
de que siempre fue así y de qué más da, hasta que el rayo
se atasque en las tuberías y caigan en redondez
de fruto póstumo.
Si ahora la buscás, nunca la encontrás.
SE LE CAYÓ LA MANZANA
Se agachó sobre la huella,
sangrando
por dentro, y como diciendo
chala, overa, pelo, grueso, suelo,
almidón.
Había un señor mirando hacia la tela celeste
recostado sobre cañas pasadas,
y arrodillados en el charco
los caballos de oro horroroso,
lamiendo pies, Y
de lo contrario hechos Y
Me vi cruzando mi propia
voluntad, con el cierre del sino
que había dado
aquel que va a cruzar: ni manzana
ni tiempo
Un pedazo de caja
de pizza pegado al asfalto
con pelos de perro muerto
y manubrio;
una zapatilla colgada de un cable de
alta tensión:
esto que te llevás a la lengua
te pone con el sol de frente
sobre la vía silenciosa
y el tiempo que termina:
luego entre el pedregullo, pasás
la barrera a la casa de un amigo,
su figura se extiende sobre un brazo
de telgopor, hablás
de lo que no queda nada de nada
Supe de la heladera cuando
vi esos trazos azules,
esos tramos de violetas
entre paredes rojilíneas
Había entusiasmo en el patio
aunque un aburrimiento atávico
se desplazaba fosforescente
como culebra
Pero bueno,
esas cosas debí guardar para otra vez:
cuando llegué a esta silla para contarles esto:
un marco de silencio dentro de una
colina arremolinada
y dentro de ella una palma de cobre
que recorre el mapa
Al principio era
una visita infiel que, rama reseca, colgada de un marco
sabía aparecer en la puerta
Algunos días me incliné
a escuchar su voz Una vez pude
recalar la imagen de una vaca a la que llamaban
La Pinta Se sumó en la costa de alambre otra
que se llamó La Niña
Su madre en la hoja que
estaba demorada vino a decir
“preparate que tenés que venir con nosotros”
En
Atlas de la Poesía Argentina, Edulp
(Editorial de la Universidad de La Plata), La Plata, provincia de Buenos Aires,
Argentina, 2017. Coordinadores de la antología: Eugenia Straccali y Bruno
Crisorio. Fotos: jmp
José
Villa (Martín Coronado, provincia de Buenos Aires, 1966)