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martes, 29 de septiembre de 2015

Osvaldo Picardo, Todas las ciudades




Esta ciudad fue construida
sobre las ruinas de otras. Hubo
una Costa Galana

y un saladero portugués
con una capilla colonial
que aún se conserva.

Dicen
hay fotos para probarlo
que también fue Biarritz.

Esta ciudad inventa otra ciudad.
John Berger escribió que
“el último día del año

todas las ciudades
tienen derecho a disfrazarse.
Marrakesh puede impunemente

vestirse de París. Madrid puede
imaginarse libre. Trinidad volar
el Banco de Inglaterra”.

Y cuando llega el verano
también la nuestra
manda a hacer su disfraz.

Y obedecemos una vez más.


En: revista de poesía de las cuatro estaciones “El espiniyo”, número 04, otoño invierno de 2006. Director: José María Pallaoro.
Osvaldo Picardo (Mar del Plata, 1955).

lunes, 21 de septiembre de 2015

Rodolfo Godino, Los infinitos milagros




Por tener el corazón expuesto
lo que muchas veces quiebra la garganta
y engendra opresión o induce al llanto
quedé impedido junto al delgado tilo de vereda
en el primer día de octubre,

mes generador que abre
levísimos brotes, claras, casi líquidas hojas
que anuncian a quienes puedan ver y oír
los infinitos milagros que en pocas horas
comenzarán a caer sobre la tierra.



En: revista de poesía de las cuatro estaciones “El espiniyo”, número 03, primavera de 2005. Director: José María Pallaoro.
Rodolfo Godino (San Francisco, Córdoba, 1936 – Buenos Aires, 2015).

viernes, 18 de septiembre de 2015

Orlando Van Bredam, Hundimos el cuchillo en el mismo poema ajeno



SECTA LITERARIA

          Nos reunimos secretamente los jueves por la noche. Encendemos cuatro velas negras, descorchamos el vino del ritual y como en una letanía leemos nuestros versos. La ceremonia alcanza su mejor momento cuando todos a la vez hundimos el cuchillo en el mismo poema ajeno. Aplastamos cada una de sus palabras con ferocidad, como si se tratara de infames termitas capaces de devorar nuestra gloria de aldea.
          A veces, no siempre, también sacrificamos a algún poeta. Con su sangre regamos nuestro altar. Hacia el amanecer, limpiamos la zona sagrada. No dejamos un solo rastro. Pero no es fácil: el poeta se empecina en sonreírnos, tres días más tarde, desde las páginas del Suplemento Literario.




En “El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo”, Edición de Laura Pollastri, Menoscuarto, 2007.
Orlando Van  Bredam (Villa Marcial, Entre Ríos, 1952). Vive en El Colorado, pequeña comunidad de la provincia de Formosa.
Pintura: “Un rincón de la mesa” (Un coin de table), óleo sobre lienzo, Henri Fantin Latour, 1872. Verlaine, Rimbaud y otros poetas amigos.

martes, 15 de septiembre de 2015

Horacio Castillo, El último aire que me queda




LA MÁQUINA DE PICAR ALMAS

Soplo con el último aire que me queda
y la corriente que se forma boquea
y aventa: lo que tuvo peso, lo que tuvo forma,
lo que se hizo sutil para evitar lo sólido.
Fracciones de armonía hacia futuras combinaciones,
levadura de alma en el altar vacío.



En Revista de poesía de las cuatro estaciones “El espiniyo”, número 01, otoño 2005. Director: José María Pallaoro.
Horacio Castillo (Ensenada, 28 de mayo de 1934 – La Plata, 5 de julio de 2010).
Más poemas de Horacio Castillo en POESÍA LA PLATA.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Osvaldo Ballina, El buen dios




Rompí el hielo con el hacha
hasta dar con el agua.
Hundí la cabeza en el pozo
y abrí bien los ojos.
Tampoco allí estaba
el buen dios.
Sólo lo eterno y la espera.



En Revista de poesía de las cuatro estaciones “El espiniyo”, número 01, otoño 2005. Director: José María Pallaoro.
Osvaldo Ballina (La Plata, 1942). Poeta.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Santiago Espel, Para hacer una carambola se necesitan tres bolas


EL POETA INTENTA EXPLICAR LOS SECRETOS
DE SU ARTE JUGANDO AL BILLAR

Para hacer una carambola se necesitan tres bolas.
Para armar un poema se necesitan tres palabras.
Con tres palabras se puede lograr un verso.
A partir de un verso se puede lograr otro verso.
Sin tres bolas no es posible una carambola.
Sin tres palabras no es posible un verso.
Sin versos el poema es imposible.
El jugador arma las sucesivas carambolas.
El poeta ejecuta con su golpe cada verso.
Carambola y verso requieren de idéntica precisión.
Sin precisión no hay verso ni carambola.
Sin el efecto preciso la carambola fracasa.
Sin las palabras precisas el verso es impreciso.
Una carambola no se puede armar con tres palabras.
Un poema no se logra con el golpe de tres bolas.


En Revista de poesía de las cuatro estaciones “El espiniyo”, número 03, primavera-verano 2005/06. Director: José María Pallaoro.
Santiago Espel (Buenos Aires, 1960). Poeta.  

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Luis Benítez, Dame un poema


EL POEMA DE HIERRO

Dame un poema de hierro que restalle
sobre las vacías cabezas y una mano firme
en la muesca de la antorcha, un poema
de sangre y de huesos impacientes
y la pluma de carne firmando sentencias
en las culposas mentes de los jinetes locos;
que convierta en sal a los cobardes,
un poema de hierro oxidado y torvo
paleteando en el estanque a medianoche,
cuando ni los muertos sueñan con la aurora.
Un martillo de palabras para dejar al mundo
con las cuencas vacías; rabioso ademán,
piedra encendida en la boca de los que duermen
mientras el agua sube en el Gran Cuarto Esférico;
un puñetazo en el sexo de la muchacha arrodillada,
idiota, paciente humanidad, que no ve, que no oye,
sólo conversa con las cenizas de sus dioses muertos.


CÉSAR VALLEJO

Por los corredores de la imaginación ir caminando,
libre y solo para siempre, como cuando era
y no sabía que era un niño,
hasta olvidar que estoy imaginando.
Que esta carne pesada, que orina y suda,
en una o dos ideas se resuma
o vuelva bien atrás, a esa casi nada
que casi nada ve en su cielo nublado.
Devuélveme al chimpancé o hazme sólo literatura,
mas no me dejes la condición de hombre.
Eso que todo lo pesa en mí
afuera no pesa nada.


REVELACIONES

Alexander Graham Bell arrojó al futuro
Esta pequeña cosa que llevo en el bolsillo,
Que me espera paciente en un rincón de la casa,
Que me acecha silenciosa todavía en la oficina:
Ha colonizado el mundo con voces que no son suyas
Y nos obliga ruidosamente a contestarlas.
Contengan la noticia horrenda o la venganza que nos dibuja
Un rictus que no reconoceremos nunca ante los otros;
Sean el aguijón de nuevas urgencias o breves palabras
Que serenan y apaciguan, él las trasmite igual
Que a la cobarde amenaza que no tiene un rostro,
Los saludos inútiles en cada aniversario o el estúpido
Intento de vendernos interminablemente algo.
Indiferente a lo que dice su micrófono,
Lo lleva a miles de kilómetros para que inevitablemente lo reciba alguien,
Como un bombardero atento sólo a la puntual
Entrega de su carga que cambia las cosas para siempre.
Quizá su placer desde hace un siglo sea engañarnos
Creyéndole que hablamos con los vivos,
Cuando al teléfono exclusivamente lo hacemos con fantasmas.


NADIE SABE DÓNDE ESTUVIMOS

toda la tarde llovió
y nadie sabe dónde estuvimos
de ahora en más me quedaré en tu sombra
viviré el fin de las estaciones cuando
el insecto retorna a su estado de larva
listo para creer que cada uno que anda
por la calle es uno que yo conozco
pero yo me quedaré en mi cuarto
hecho de tu sombra
en una habitación oscura
donde la muerte es una paloma mensajera
donde entro en esa pobre tan mínima luz
sea como eso sea


Foto: Alejandro Moritz / Télam.

martes, 1 de septiembre de 2015

Osvaldo Ardizzone, Alejandro del Prado, Saloma y La casa del vecino


LA CASA DEL VECINO

Yo sé que todos envidian
la casa de mi vecino
que tiene el techo de tejas
y el parque con viejos pinos

Yo sé que todos envidian
la casa de mi vecino
con el estanque y el agua
y su rumor cantarino
y en el frente ventanales
con los tapices más finos

Yo sé que vos suspirás
por la casa del vecino 
mas yo nunca he visto a nadie
caminar entre sus pinos
ni bandadas de purretes
con gritos y carcajadas
ni muchacha enamorada
que se asome a los canteros
a recoger unas flores
que quedaron olvidadas

Por eso, aunque nuestra casa
no tenga parque ni pinos
tiene el eco de las voces
de todos los que vivimos
y esta noche volverán otra vez
muchos amigos
y habrá una mesa muy larga
y aromas en la cocina
y cantaremos canciones
tomaremos todo el vino

Que yo nunca oí cantar
en la casa del vecino


En LP “Canciones de Buenos Aires”, Saloma, 1977. Saloma es: Alejandro del Prado (voz, guitarra, piano, sintetizadores, percusión y batería); Cristina Ghione (voz y flauta traversa); Hugo Romero (voz y guitarras); y Jorge Santiago (bajo y sintetizador). Nombre del grupo sugerido por Raúl Carnota: verbo “salomar”, “cantar trabajando”.
Letra: Osvaldo Ardizzone (Osvaldo Bramante, 1919 – 1987). Poeta.
Música: Alejandro del Prado (1955).