MARINAS
I
El que no ha remontado los mares de la infancia/ y recorre pedestre y solitario/ las costas entrevistas en los años de bruma/ y bebe su alcohol en puertos macilentos/ donde un día creyó que ella estaría esperándolo/ no recuperará jamás su corazón/
Acaso intuirá/ sí/ que la sirena no era un sueño/ ni un señuelo/ no/ era el amor/ la voz del verdadero amor/ la sinuosa pasión de lo profundo.
II
No es oro, no
aunque la luz lo enciende.
Es un puñado de arena
que se va deslizando de tu mano
y se vuelve otra vez
arena indiferente.
No es lluvia, no,
es arena regresando a la arena
antes de la próxima ola,
pero de pronto
puede ser tu corazón,
la simiente desvelada
de lo que no ha sido,
el peso de una lágrima
a merced del viento.
III
Bebamos,
la playa ha desplegado su sinuoso mantel.
El mar celebra sus olorosos partos,
crepita el cielo desbandado de pájaros.
Brindemos,
por las islas ignotas,
abrumadas de distancia,
y el vino que seremos
en los labios del tiempo.
Ante el gris desatado
que de inmenso parece una calle desierta
levanto mi copa de sal;
a través de todas estas millas de lágrimas
ya no sé si te espero
o te recuerdo.
HAIKUS
Buscó la noche
entre las luciérnagas.
Amaneció.
Cede la bruma.
Todo es antiguo y nuevo
en la mañana.
El alba tarda.
El silbo del zorzal
le abre camino.
Clama la noche.
Se desliza la luz por
tu silencio.
La hojita ocre
no volverá a la rama.
Libre agoniza.
EL PIBE DE LA BOLSITA
Nunca tendrá mañana la embriagada
luna que aspira entre sus manos frías.
Sus noches, una tumba, y sus días
un cilicio de piel deshabitada.
No cabe el mundo en la desorbitada
pupila, que ya muestra las estrías
de una historia contada por sangrías
y una cuna cautiva y enzarpada.
El pibe en su bolsita infla un sueño
tal vez allí, de algo sea dueño
y la brutalidad no dicte las leyes.
Y mientras él su sombra va esquivando,
los poderosos siguen azuzando
sus hoscos, foscos, sordos, torvos bueyes.
LA PRIMAVERA NO ES
La madrugada en que comenzaba la primavera, Sergio, un niño que vendía flores en una ruta con su madre y hermana, murió atropellado por un auto.
La primavera no es de la florida
reina que arroja besos a la gente,
ni del alcalde, ni del Presidente
que corta cintas con su mano henchida.
La primavera no es del homicida
que desflora la vida impunemente,
ni del rico, que empuja al indigente
a convertir sus hijos en herida.
Ante tu cuerpo en lirios deshojado
la primavera huyó de lado a lado
escondida en disfraces y en apodos.
Un día volverá tu canto tierno
a desterrar los ramos del invierno
cuando la primavera sea de todos.
En Poesía reunida (1980 – 2017), libro digital, 2021 / De Café con lluvia, 2017
Claudio Simiz (Buenos Aires, 1 de junio de 1960) / Selección y fotos: jmp
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