HABÍA TIERRA EN ELLOS
y cavaron.
Cavaron
y cavaron, así pasó
su día,
su noche. Y no loaban a Dios,
quien,
así escucharon, quería todo eso,
quien,
así escucharon, sabía todo eso.
Cavaron
y no escucharon nada más;
no llegaron
a ser sabios, no inventaron ninguna canción,
no se
idearon ningún lenguaje.
Cavaron.
Vino una
calma, vino también un viento, vinieron los mares todos.
Yo cavo,
tú cavas y la lombriz cava también,
y lo
que canta ahí dice: Cavan.
Oh
uno, oh ninguna, oh nadie, oh tú:
¿Adónde
se iba, ya que no se iba a ninguna parte?
Oh, tú
cavas y yo cavo, y me cavo hacia ti,
y el
anillo se nos despierta en el dedo.
SALMO
Nadie nos
amasa nuevamente de tierra y barro,
nadie
bendice nuestro polvo.
Nadie.
Loado seas,
nadie.
Por agradarte
queremos
florecer.
A tu
encuentro.
Una nada
éramos,
somos,
permaneceremos,
floreciendo:
la
rosa-nada, la
rosa-nadie.
Con
el
pistillo de alma luminosa,
el
estambre de cielo yermo,
la
rosa corona
de la
palabra purpúrea que cantábamos
encima,
oh encima
de la
espina.
En:
Poesía Alemana de Hoy 1945-1966, Sudamericana, Buenos Aires, 1967. Traducción:
Rodolfo Alonso y Klaus Dieter Vervuert.
Paul
Celan (Csernowitz, Rumanía, 23 de noviembre de 1920 - París, Francia, 20 de
abril de 1970). Foto: Jmp
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