CÓMO
RESISTIR A UN ESTADO DE DESMEMORIA
Hace unas semanas el cuadro Les femmes d’Alger, pintado por Picasso
en 1955 (hace sesenta años), se vendió en Christie’s de Nueva York por la suma
de 180 millones de dólares. Parte de la decisión de pintarlo fue inspirada por
el deseo de anunciar su respaldo al pueblo argelino en su lucha y su guerra
contra el colonialismo francés, que comenzara un año antes.
Hoy es día de la Ascensión, cuarenta días
después de la Pascua. Según los Evangelios, ése fue el día en que Cristo, como
lo testimoniaron sus discípulos, ascendió por el aire hacia los cielos. Y en la
tierra la gente quedó abandonada a su suerte.
La semana pasada estuve dibujando, más que
nada flores, motivado por una curiosidad que poco tiene que ver con la botánica
o la estética. Me he estado preguntando si las formas naturales –un árbol, una
nube, un río, una piedra, una flor– pueden mirarse y ser percibidas como
mensajes.
Mensajes –no hace
falta decir más– que nunca pueden verbalizarse, y que no están dirigidos
particularmente a nosotros. ¿Es posible “leer” las apariencias naturales como textos?
Para mí no hay nada místico en este
ejercicio de dibujo. Es un ejercicio gestual cuyo propósito es responder a
diferentes ritmos y formas de energía –que me gusta imaginar como textos de un
lenguaje que no se nos ofreció para leer. Y no obstante, conforme trazo el
texto me identifico físicamente con la cosa que estoy dibujando y con la
inconmensurable lengua madre en que está escrita.
En el orden global totalitario del
capitalismo financiero especulativo en el que vivimos, los medios no dejan de
bombardearnos con información, pero esta información es casi siempre una
diversión planeada, que nos distrae la atención de lo que es cierto, esencial y
urgente.
Mucha de esa información tiene que ver con
lo que alguna vez llamamos política, pero ahora la política fue subsumida por
la dictadura global del capitalismo especulativo, con sus comerciantes y grupos
bancarios de presión.
Los políticos, tanto de derecha como de
izquierda, continúan en sus debates, en sus votaciones, en la aprobación de
resoluciones, como si no fuera así. El resultado es que su discurso no se
refiere a nada. Es inconsecuente. Las palabras y los términos que utilizan y
repiten –como terrorismo, democracia, flexibilidad– se vaciaron de cualquier
significado. A lo ancho del mundo sus públicos siguen sus cabezas parlantes
cual si atisbaran un interminable ejercicio escolar o una clase donde
aprendieran retórica. Pura mierda.
Otro capítulo de la información con la que
nos bombardean se concentra en lo espectacular, en los eventos violentos y
chocantes dondequiera que ocurran por el mundo. Asaltos, terremotos,
embarcaciones capturadas, insurrecciones, masacres. Una vez mostrados cualquier
espectáculo es reemplazado por otro. Casi no existen explicaciones pacientes ni
seguimientos. Nos llegan como impactos, no como historias. Son el recordatorio
de la impredictibilidad de lo que puede ocurrir. Demuestran los factores de
riesgo en la vida.
Añadamos a esto la práctica lingüística
utilizada por los medios en su representación y descripción del mundo. Es muy
cercana a la jerga y lógica de los expertos en administración y manejo.
Cuantifica todo y casi no hace referencia a la sustancia o a la cualidad. Se
ocupa de los porcentajes, de los virajes en las encuestas de opinión, de las
cifras del desempleo, las tasas de crecimiento, las crecientes deudas, las
estimaciones de dióxido de carbono, etcétera, etcétera. Es una voz que se
siente a gusto con los dígitos pero nada tiene que ver con los cuerpos vivos, o
con los que sufren. Y no habla ni de remordimientos ni de esperanzas.
Entonces, lo que se dice públicamente y el
modo en que se dice promueven una especie de amnesia cívica e histórica. La
experiencia nos es arrebatada. Los horizontes del pasado y el futuro se
borronean. Estamos siendo condicionados a vivir en un interminable e incierto
presente, reducidos a ser ciudadanos en el Estado del Olvido.
Mientras, lo que ocurre a nuestro
alrededor va de mal en peor. El planeta se sobrecalienta. La riqueza del
planeta está siendo concentrada en menos y menos manos, mientras la mayoría
está mal alimentada, no encuentra sino comida chatarra o de plano pasa hambre.
Más y más millones de personas están siendo forzadas a emigrar con ínfimas
posibilidades de sobrevivir. Las condiciones laborales se tornan más y más
inhumanas.
Aquellos que están listos para protestar
contra lo que ocurre hoy, o resistir ante esas fuerzas, son legión. Pero los
medios políticos para hacerlo son por el momento poco claros o están ausentes.
Necesitan tiempo para desarrollarse, así que hay que esperar. Pero cómo esperar
en tales circunstancias. Cómo esperar en esta condición de olvido.
Recordemos que el tiempo, como lo
explicaron Einstein y otros físicos, no es lineal sino circular. Nuestras vidas
no son puntos en una línea –una línea que hoy es amputada por la voracidad
instantánea del orden capitalista global sin precedentes. No somos puntos en
una línea, somos los centros de círculos.
Tales círculos nos rodean con testamentos
dirigidos a nosotros por nuestros predecesores desde la Edad de Piedra, y por
textos que no se dirigen a nosotros pero que nosotros presenciamos. Son textos
de la naturaleza, del universo, y nos recuerdan que la simetría coexiste con el
caos, que el ingenio puede burlar las fatalidades, que lo que deseamos nos
tranquiliza más que las promesas.
Entonces, sostenidos por lo que heredamos
del pasado y por lo que testimoniamos, tendremos el coraje para resistir y
continuar resistiendo en circunstancias aún inimaginables. Aprenderemos a
esperar en la solidaridad.
Y al infinito seguiremos valorando que
juremos y maldigamos en todas las lenguas que conocemos.
De:
Confabulations, 2016. Traducción de Ramón Vera Herrera. Hay edición argentina:
Confabulaciones, Interzona, 2017. Traducción: Marcos Mayer.
John Peter Berger (Londres,
Inglaterra, 5 de noviembre de 1926 – Antony, Francia, 2 de enero de 2017).
Foto: Jmp
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