El río del borde doblaba los
juncos y mis ojos
cuando este consuelo de palabras
se anunció:
Y el
agua iba
Y el
agua va
Y el
agua irá
En su fugacidad
cobijo
Mi salvación
de olvido
Sin ser
el mismo
Y sin
dejar de serlo
Como el
agua fui
Como el
agua voy
Como el
agua iré
Sentado frente a su café
era en la noche un hombre
distinto.
Un gran
silencio se consume
en
palabras sin sangre que se aplauden.
Una luz
muy neta se disipa
en los
ciegos ojos del mirar del día.
Una
quietud muy honra se perturba
en el
frenético latir de la ambición.
Un ceñido
cariño se disuelve
en el
perverso amor que te consuela.
Centrado
en sombras, el ya sin nada
su
vida fermenta en la reserva.
Mosto nuevo
de un placer por nadie conocido,
un
exceso de vida lo sofoca.
El perdido
silencio lo sostiene.
La humildad
de la tierra lo solivia.
Hombre
semilla, de la ventura germen,
en el
rostro de otros tiene un rostro.
“Estas devociones brotaron en el
transcurso de los últimos veinte años de mi vida, de 1926 a 1946, con el ritmo
espontáneo y vitalmente ineludible con que combo el pecho para respirar.
Constituyen una testificación fundamental
de mi fe en los hombres de mi tierra, y son un aporte al desbrozamiento de las
falsas perspectivas que enmarañan su destino histórico. (…)” RSO
En:
Tierra sin nada, tierra de profetas. Devociones para el hombre argentino
(1926-1946), Editorial Lancelot, 2009.
Raúl
Scalabrini Ortiz (Ciudad de Corrientes, 14 de febrero de 1898 - Buenos Aires,
30 de mayo de 1959). Foto: Jmp
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