martes, 1 de febrero de 2022

EDUARDO ROMANO Por la mano que hundo y arranca el poema



DESTINO DE POETA

El poeta niño no quiso vivir por un rato, 
sino volver cuando todo hubiese pasado. 
El poeta adolescente escribió sobre la pared 
que no lo dejaran tan solo 
a esas horas. 
El poeta joven no tuvo ninguna razón entre manos, 
ni mujer favorable, ni sueño despierto. 
El poeta maduro fue condenado al silencio 
por despertar al prójimo en la justicia. 
El anciano poeta que se ahogó en el arroyo 
era un borracho analfabeto y cubierto de muecas. 



BRINDIS

Por la mano que hundo y arranca el poema
por el verbo que comunica como una llave
por el hijo pródigo que vendió su corazón al contado
por la joven madre que no abortó de perezosa
por los que de tanto en tanto se dicen algo al espejo
por los que sólo recuerdan a garrotazos
por la ventana cerrada de los muertos
y por el que desde mucho antes fue cadáver.

Por el ojo sin importancia de la risa
por los que hoy aquí y mañana no se sabe
por la noticia falseada en treinta idiomas
por el que pide permiso en todas partes
por el que usa apenas mujeres usadas
por el que brilla una noche y catequiza
por el silbido que se perdió en la boca
y por la triste escalera que solamente baja.

Por una blusa roja hasta la sangre
por la firme respuesta del seno adolescente
por la manzana madre de este mundo
por el que tira sus besos al retrete
por el que perdió la cabeza en el griterío
y por el hueso auténtico el hueso duro de roer.

Por el hueco de los que ya se resignaron
por la fiel amistad de las enfermedades incurables
por la que todavía aguarda hecho preguntas
por la felicidad del hombre amaestrado
por la palabra que nos dará el olvido
por un cielo de puentes y llegadas
y por una verdad a cada rato.

Por el marinero que no aprendió a desembarcar
por el clavo caliente de estar vivo
por la alegría exacta de los tristes
por el vino de rostros que nadie puede arrebatarnos
y por la desesperación del vaso en la garganta.
Por los que mercan cada día tu trabajo
por los que “sí, cómo no, de cualquier modo”
por los principios con que algunos terminan sus crímenes
por todas las maneras de andar al descubierto
por los que memorizan cada día de sus años
y por ti, pero más por mí, pormigo mismo,
junto a esos zapatos caminando sin dueño a medianoche
brindo, tal vez de manera vulgar,
levanto mi copa enardecida
por los que ya nombré y por los que no me acuerdo,
dejo paga mi última sonrisa,
toco fondo.



En Mishiadura, Ediciones Colihue – Librería Hachette, Buenos Aires, 1978 / El primer poema es de Entrada prohibida, 1963; el segundo de 18 poemas, 1961 / 
Eduardo Romano (Avellaneda, 8 de junio de 1938) / Fotos: jmp

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