“Preguntado que de dónde era,
respondía:
Cosmopolita”
siempre
hay oriente y hay occidente
siempre
hay un griego, siempre hay un persa
siempre
franceses y siempre belgas
hay
los gallegos, los portugueses
siempre
habrá chinos y taiwaneses
y
japoneses frente a coreanos
los
madrileños, los catalanes
yanquis
en contras de los cubanos
los
de Maiami? ¡los de La Habana
y
están los cuicos y ecuatorianos
los
argentiñas y los chilotes
y
los brasucos y los paraguas
siempre
un adentro, siempre un afuera
siempre
luchando (las posiciones
hay
que ganarlas con el truquito
del
país bueno y de los malditos,
haciendo
guerras a tantos malos
chibchas,
chechenos, vascos, chipriotas y mohicanos
juego
de muerte
juego
en que alguien
se
queda dentro y
deja
a los otros como quien dice
a
la intemperie
siempre
dos polos
que
se combaten
de
forma pública o impalpable. Yo me pregunto
¿por
qué esa lucha
como
si alguno pudiera o pudiese convertir
o
erradicar o deglutir o suplantar al otro
como
si a los árabes pudiera aplastarlos
un
occidente incapaz de reposar
en
sus sábanas blancas
racistas
letradas
satánicas
bíblicas
ya
vemos que se exhiben dos principios
nada
contradictorios:
tan sólo heterogéneos (no sucesivos:
tan sólo discontinuos
revelan
y modulan
las
manifestaciones significativas de lo humano:
agonistas
que
son los llamados humanos
nítidos
en su individualidad y a un tiempo
inasimilables
a
todo elenco troupe o compañía global
En
Perros calientes, Ediciones del Dock,
Buenos Aires, 2008
Alberto
Silva (Buenos Aires, Argentina, 1943) / Fotos: jmp
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