AZUL
amor
tatuado
en letra dolorida juramentos
que se
intervalan
en vas venís
amor de acá amor
de allá
pero volvés
y está
la herida
azul.
recostada
en la tarde vacía
ya
nunca, a mi puerta.
acecha
la tormenta
azul
en árboles furiosos
fantasmas
de siempre
mujer
de jamases
manejás
la
copa desordenada
agitás el tronco
soy
solo
la
rama quebrada
la hoja que
vuela
el
impreciso zigzagueo
del
viento.
olas
besan mis pies
bajamar
de frente
pensándote
con
gusto a sal.
te
besaré en la playa debajo de la luna
bajo
la luna-playa,
te
besaré mi luna llena.
tu
sonrisa se enmarca a solas por la ventana
hacia el parque
los pies cuelgan de la mesa
y las manos se
extienden
desde
el parque hasta la espalda de tu sillón verde
mi sonrisa, a solas, si pudiera,
entrar
como un ladrón
por el
patio de atrás.
amé el
peligro
tu mirada de hombre ya jugado
mi
rebeldía indefinible,
el roce de tu
mano
escribo
sin signos de interrogaciones
sin respuesta
desvelada
de tus ojos fijos en el techo
de la celda
toqué
los barrotes de mi cama
y palpité el
deseo de hacer mía
tu
causa.
te
beso todavía en un portal de París, madera
hierro
un
patio empedrado de carruajes y fantasmas
apenas una luz
las
manos en mi pecho la denuncia
me estás marcando
protestabas la
mirada azul, el desafío de quedarme
todavía,
portal
adentro y para siempre
en tus labios.
delgada,
ojos verdes
el
pelo atado en una colita graciosa
una
mujer como vos
(pero no veo a nadie)
¿habrá?
una ciudad como vos.
quisiera
un sin tiempos
de lo
que fue
y
nunca será
abrazarte
sin reparos
y,
después, pasa,
quizás
te vea en sueños.
besos,
donde no caben otros
si eso
fuese posible
pues
no
caben otros que no sean los tuyos
besos
de umbral lejano
cuelgan
de tus labios
cornisa
de
adioses
y
reencuentros.
(temí tu
abandono, pronóstico atroz)
ha sido un error, dice
otro
médico y mira
a
trasluz
la placa
nunca me iré de tu lado,
el
paciente en pantuflas,
sale,
salgo
un sol cuchillero enceguece
tibio,
el mundo.
juego
a que escuchás las palabras que escribo
en un
amor de cartas que
iban
y
venían
de
cuando el otro leía en un tiempo impreciso
oigo
tu voz en ellas y me encanto
en la
precisión de las palabras
salgo
a buscarlas,
desnuda,
enajenada,
hasta
volver al real, donde no estás.
un
plano de sala
y cada
rostro es su película en lo oscuro:
por
ajenidad a la trama, la mía es amor imposible,
Corín
Tellado de bolsillo: lloro un poco
la
última página,
te
lloro.
enredadera
y patio
verde
mañana
el sol
oblicuo
línea de luz y sombra
vas
por el
rectángulo
naranja
iluminada
diagonal
amo de los
cuerpos
los besos
las
palabras
línea simétrica,
patio
final:
darse, igual.
Cómo
pudiste pensar que encontrarías en mí algo para amar.
Chéjov, Platónov
una
frase que late desde Chejov,
¿en
mí?, ¿para amar?
o a lo
Platónov,
en el
derrumbe
la
helada mañana del invierno azula mi vergüenza
el
tibio sol transparenta,
mientras
mirás
como
quien
circula
las
promesas baldías.
y tu cuerpo tiembla de rabiamor
ni
tiempos ni palabras de retorno:
así,
esperante traicionado,
te apura a desenfantasmar
mi cama.
Pero
cómo, cómo pude pensar que podías:
ni vos
ni Platónov. Con Chejov, a otra parte.
un
sonido propio a tu nombre
en
mi cabeza,
lo grito
y me moja los ojos
un
rocío reverbera como un ardor.
pasa y
despeina una brisa de primavera,
y
pienso en el aliento que soplabas en mi nuca
después
del amor,
hay un
rumor de hojas en los árboles de la plaza
y
parece el murmullo de tu voz mientras te dormías
veo
una pareja abrazada en un banco a lo lejos
te
extraño horrores.
una
flor desde la ventanilla
roja en mí
roja
en vos
respirada en el aire de
octubre
era roja también
en
peligro
roja
la ruta en
tu
desfachatez.
De
diario Tiempo Argentino, 13 de enero de 2018. En La herida azul (intención poética), Colihue, Buenos Aires,
Argentina, 2017.
Víctor
Hugo Morales (Cardona, Uruguay, 1947). Foto: Jmp
“Escribí este libro como una forma de
descanso espiritual frente a lo que está ocurriendo con mi vida periodística,
en el país, en el mundo. Ante la amenaza de un cierto stress, mi forma de
evitarlo es una elaboración personal o la búsqueda de la familia o los amigos,
pero no siempre tenemos uno a mano. Muchas veces estamos solos. Para elaborar
esa soledad y convertirla en algo positivo y no en un padecimiento, en la carga
tan dura que tenemos en este tiempo, tan agredidos por las circunstancias
políticas, económicas. Ponerme a escribir durante estos tres meses, fue tirar a
la basura miles de intenciones, y quedarme con cien para el libro. Es algo
maravilloso saber que además de los libros políticos, de los periodísticos, de
las luchas que uno ha encarado en el lugarcito que ocupa en el mundo, en las
librerías podré compartir con la gente mis sueños poéticos, mi intención
poética. La poesía es el alimento más exquisito al que podemos aspirar: la
prosa es el eje en nuestra vida de lectores. Pero la sublimación de esta forma
de vivir es la poesía.” (Diario Tiempo Argentino, 9 de diciembre de 2017)
1 comentario:
GABRIELA STOPPELMAN acerca de La herida azul
Hay días muy oscuros, en que hablar de poesía parece una ingenuidad. Sin embargo, si hay algo que ella nunca fue es ingenua…
La poesía ha sido y es siempre una conmoción: ese acorde, esa palabra que se cruza con el caminante, ese aroma en la sala, ese contorno sobre una pared en la calle que golpea el pecho, una sensación excepcional para el cuerpo, una crisis para todo orden establecido en la gramática.
Una síntesis, una contracción, un subrayable.
Y, sin embargo, la poesía no tiene demasiada buena prensa. O la tiene como veleidad estética, como rebuscamiento del lenguaje, como complicación de aquello que podría decirse simple pero, por cierta pretensión del escritor, se dice complejo. Mi maestra Lucila Févola solía decir. Todo aquello que puedas decir en prosa, decilo en prosa. Cuando ya no puedas, probá el poema. Después queda la música, el grito o dar patadas contra la pared.
Es decir, el poema es siempre una situación límite del lenguaje. Algo desborda y a la vez no entra en las formas habituales en que organizamos las palabras, algo frunce la nariz en las habitaciones tan caminadas de la pura causa efecto.
Y entonces llega ella, siempre un paso más delante de nosotros, siempre en punta hacia el real donde no estamos. Y empiezan las incomodidades
Que no se entiende su lógica, que es imposible organizarla como certeza
Cuánto habrán calado en nosotros ciertos rigores, que tanta gente desenvaina sus defensas ante el juego y el atrevimiento de lo poético y a la vez es capaz de abrazar, como verdad y solo porque las cuenta una vulgar prosa, noticias inventadas sin ningún asidero en el real donde estamos.
Cuánto habrán calado en nosotros ciertos rigores que reclamamos claridad cuando un verso señala nuestras oscuridades: “al borde de la razón hamaco un cuerpo que ya no alcanza para amarte”, “el aire es un escándalo que flota en la esquina” y asumimos como claras y evidentes las patrañas más grotescas que nos venden por televisión
¿En qué clase de sujetos nos habremos convertido que debemos salir a reivindicar el valor de lo poético, mientras el hastío, la decadencia y la humillación diarias se reivindican solas, como si fueran parte de una naturaleza obtusa desviada hacia la tristeza el horror y el oprobio?
Somos la única especie en esta tierra que tiene la capacidad de poetizar. Ya que, con la edad vamos cada vez más agachados y que la razón sin sueños no está volviendo al mundo demasiado razonable, en vez de homo erectus, o racionalis, deberíamos reivindicarnos homo poeticus. Y no sería solo cuestión de rebautizarnos, que no es cosa menor. Si no de poner al alcance de todos y cada una y uno la potencia que adquieren las palabras cuando se las refresca de sus corsés de sentido. Es de no creer el espectáculo de liberación. La multiplicación de los horizontes: la descarga, el alivio, la expansión de la voz en una lluvia de matices.
Publicar un comentario