CONSIDERACIÓN SOBRE EL POEMA
No
rimaré la palabra sueño,
con la
inconveniente palabra empeño.
La rimaré
con la palabra carne
o con cualquier
otra, que todas me convienen.
Las
palabras no nacen amarradas,
saltan,
se besan, se disuelven,
en el
cielo libre a veces un dibujo,
son auténticas,
anchas, puras, insuperables.
Una
piedra en medio del camino
o
apenas una huella, no importa.
Estos
poetas son míos. Con todo orgullo,
con
toda precisión se incorporaron
a mi
fatal lado izquierdo. Robo a Vinicius
su más
límpida elegía. Bebo en Murilo.
Que
Neruda me dé su corbata
llameante.
Me pierdo en Apollinaire. Adiós Maiakovski.
Todos
son hermanos míos, no son periódicos
ni deslizar
de lancha entre camelias:
es
toda mi vida que aposté.
Estos
poemas son míos. Es mi tierra
Y es aún
más que ella. Es cualquier hombre
al mediodía
en cualquier plaza. Es la lámpara
en
cualquier pensión, si todavía las hay.
—¿Hay
muertos? ¿hay mercados? ¿hay dolencias?
Es todo
mío. Ser explosivo, sin fronteras,
¿por
qué falsa mezquindad me rasgaría?
Que se
depositen los besos en la faz blanca, en las nacientes arrugas.
El
beso aún es todavía una señal, aunque perdida,
de la ausencia
de comercio,
boyando
en tiempos sucios.
Poeta
de lo finito y de la materia,
cantor
sin piedad, sí, sin frágiles lágrimas,
boca
tan seca, pero ardor tan casto.
Dar
todo por la presencia de los lejanos,
sentir
que hay ecos, pocos, pero cristal,
no roca
apenas, peces circulando
bajo
el navío que lleva este mensaje,
y aves
de pico largo confiriendo
su
derrota, y dos o tres faroles
¡últimos!
esperanza del mar negro.
Ese
viaje es mortal, y comenzarlo.
Saber
que hay todo. Y moverse en medio
de
millones y millones de formas raras,
secretas,
duras. Ese es mi canto.
Es tan
bajo que ni siquiera lo escucha
el
oído a ras del suelo. Pero es tan alto
que
las piedras lo absorben. Está en la mesa
abierta
en libros, cartas y remedios.
Se infiltró
en la pared. El tranvía, la calle,
el
uniforme del colegio se transforman,
son olas
de cariño que te envuelven.
¿Cómo
huir al mínimo objeto
o recusarse
al grande? Los temas pasan,
yo sé
que pasarán, mas tú resistes
y
creces como fuego, como casa,
como
rocío entre dedos,
en la
hierba, que reposan.
Ahora
te sigo a todas partes,
y te
deseo y te pierdo, estoy completo,
me
destino, me hago tan sublime,
tan
natural y lleno de secretos,
tan
firme, tan fiel… Como una lámina,
el
pueblo, poema mío, te atraviesa.
En:
Mundo grande y otros poemas, CEAL, 1987. Traducción: Rodolfo Alonso.
Carlos
Drummond de Andrade (Itabira, Minas Gerais, Brasil, 31 de octubre 1902 – Río de
Janeiro, 17 de agosto de 1987). Foto: Jornal do Brasil.
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