lunes, 22 de agosto de 2016

Edgar Bayley, Este mundo y el otro


OTRAS HISTORIAS
EL BALCÓN Y EL JARDÍN

     Este balcón da al jardín. Mi escritorio se encuentra colocado frente al balcón. De modo que puedo apreciar los canteros del jardín. Puedo ver las rosas, la fuente y, al anochecer, a una señora vestida de verde que se oculta tras los árboles del fondo. El jardín tiene senderos y hay una carretilla abandonada en un rincón. A la mañana abro de par en par el balcón y dejo que vuelen mis papeles. Este mismo en el que acabo de escribir. Porque lo importante, lo verdaderamente importante, no son los papeles ni mis justificaciones. Lo importante es el balcón, es el jardín y a veces la señora.


TRANSPARENCIA

     Detrás de un gran ventanal de vidrio, una linda muchacha rubia, tullida, está sentada, tomando sol, sobre una silla de ruedas. Yo me detengo ante ella unos instantes, sin advertirla, para verificar si llevo unos papeles en mi pequeña cartera. Sí, los levo. Entonces alzo la vista y veo a la muchacha. Ella me sonríe. Yo le sonrío y me alejo caminando de prisa. Después, una señora que viene del mercado con una bolsa llena de verduras se detiene también sin reparar en ella, para reacomodar sus cosas, hasta que ve a la muchacha y ambas sonríen. La señora se va y la muchacha se vuelve a quedar sola, sonriente. Has bastado esto para que en un momento fugaz, pleno, yo advirtiera que este mundo y el otro son uno solo, un solo misterio, un solo instante.


EPÍLOGO
UN HOMBRE TREPA POR LAS PAREDES Y SUBE AL CIELO

Colgado de una soga
el hombre que escala las paredes
tiene fuertes zapatones con clavos
Escala las paredes
porque ha olvidado las llaves de su casa
y mientras escala las paredes
hasta llegar al piso trece
se detiene algunos momentos
en los balcones de cada piso
donde aspira el olor de los geranios
las madreselvas
las hortensias
y los malvones
Hay sol
gallardetes
vendedores ambulantes
y más allá está el río
y más allá los puentes
por donde se va a la pampa
Abajo están los niños
que salen de las escuelas
y por el cielo pasan aviones y pájaros
y sombreros de anchas alas
que el viento arrancó a los desprevenidos
La soga ha sido atada a la viga
que sobresale en la azotea
Un hombre la ciñó a su cintura
y asciende tomándose de la soga
con sus manos enguantadas
Usa un chaleco floreado y una gorra a cuadros
Debe llegar al piso trece
donde tiene que regar unos claveles
pisar maíz
escribir unas cartas
y preparar una cazuela
Sube lentamente
y en cada piso se detiene un rato para descansar
Entra en el balcón de cada piso
y se sienta en un sillón
o se extiende sobre una reposera
y conversa con la vecina o los vecinos
y acepta un café o un mate
o deja caer un chorro de una bota de vino
en su garganta
o juega a las cartas
o escucha confidencias y da consejos
y cuenta algún episodio de su vida
hasta que saluda y se va
y sigue trepando por las paredes
colgado de una soga
Es el hombre que tiene fuertes zapatones con clavos
y un chaleco floreado y una gorra a cuadros
que olvidó las llaves de su casa
y aspira el olor de los geranios
y debe llegar al piso trece
antes de que aparezcan los buhos
y se iluminen las ventanas
Están los pájaros y el río allá lejos
y el césped del parque
y los caballos que galopan por la llanura
y esta silla desvencijada
y la bañera
fuera de uso
llena de tierra y de flores
y el mar y el navío que se acerca
y la lagartija que se escurre entre las rocas
y el vendedor de diarios que desde abajo
le grita consejos y advertencias
mientras el hombre vuela
asciende
conquista cada piso con esfuerzo
y mira siempre hacia arriba
la tierra está lejos
el cielo está lejos
El hombre que trepa por las paredes
colgado de una soga
cuando entra en una casa por el balcón
es bien recibido por los vecinos
y él trata de ser útil
pero en uno de los pisos
una mujer inesperada
que es una sola
y al mismo tiempo
todas las mujeres de su vida
le pide que la lleve con él
Entonces ella se ata también con la soga
y sube con el hombre
más allá del piso trece
hacia las nubes
el aire libre
el cielo
el viento
entre los geranios
las sombrillas
las reposeras
sobre puentes y puestos de diarios
y mástiles
y enredaderas
y algunas gotas
y semillas
y sueños
con su gorra a cuadros
con su chaleco floreado
con su enamorada de siempre


En: “Vida y memoria del Doctor Pi y otras historias”, Ediciones Último Reino, 1983.
Edgar Bayley (Buenos Aires, 1919- 1990). Imagen: detalle tapa del libro. 

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