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JARDÍN
Dulcemente, no existe.
No existir, desde luego, lo hace
más hermoso: llama la
atención, por ejemplo, cómo cambia,
cómo posee primaveras propias
o tórridos veranos, por su cuenta.
Cómo sus rosas se marchitan
por las malas noticias. O reviven
los días de cumpleaños. Hay, a veces,
arboledas larguísimas: un parque
parece más que nada; y otros días
tiene las dimensiones de un cantero
donde a cada malvón se lo conoce
por su nombre.
Jardín de nuestras torvas maquinaciones,
del que no hay que espantar
ni ratones ni pájaros ni perros;
del que no erradicamos jamás
ninguna mala hierba.
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CORDERO A LA GRIEGA
“El trozo que se utiliza
es la pata, que se hace
cortar, por supuesto, en
la carnicería. Se pasa
por harina (para que
no se pierda el jugo),
y después se sella
con aceite de oliva.
Se sacan los pedazos,
y se van terminando
de freír. Volvés
a poner, después, todo
en la olla, y le ponés
tomate al natural,
unas cuántas cabezas
de ajo, un chorro
de vino tinto y un
generoso puñado
de aceitunas negras.
Y se revuelve
bien. Se lo termina
de condimentar, y se lo
deja cocinar una hora.
Así que sáquenlo
ustedes, que yo me voy
a atender los pacientes;
que cocinar no es
lo único que sé hacer,
ni lo único
que me tocó en la vida.”
Eduardo D’Anna nacío en Rosario en 1948. Poeta, ensayista, novelista y dramaturgo.
Foto: Tapa de 2491 y dedo, Jmp
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