Que
el poema no nace, es hecho. Opera ataque
artificia, producto del escribir y del arte. En ese acto, vagamente recordar
cómo alguna vez el distingo entre artista y artesano no existió. Quizás tal
hacer sea ilusorio, jactancia; lo literario atribuyéndose la creación de algo,
poema, cuando lo que en realidad ocurre es que el poema “sucede”. No pasaría
nuestro trabajo de ser más que una tenaz invocación: tocar tambores para que
llueva.
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Según
lo anterior, este “sucede” le da al poema el carácter de una presencia, al
margen, paradójicamente, de su condición verbal. Y no afectado por la, a la
larga, imprecisión y limitación del lenguaje.
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Complicaciones
ociosas. Lectores, críticos, exégetas, escoliastas, al especular con la
presunta verdad o falsedad de un poema. Por ejemplo, ¿cómo llegar a saber, en
el caso de que se presente aspectos engañosos, que el poema se engaña también a
sí mismo?
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Utopía
igual a embalsamiento. Los que defienden la posibilidad de un arte poética en
cuyos logros (arte objetivo, lo llaman), no haya nada accidental, aleatorio, de
tal modo que lo que los poemas transmitan permanezcan inalterable, idéntica
impresión en cada lector. Cada poema, existiendo de, por y para él mismo, con
lo cual nunca moriría. Una suerte de morts
vivants, como caricaturas de clásicos.
***
Preciosa
cualidad de la Atención, infalible conducirnos siempre a metas definidas. Su hacer
esquivar el peligro de confundir la imaginación con el ensueño, y su constante
advertencia: No tomar los frutos obtenidos por los deseados.
Complemento:
“El ensueño es un tributo a la pereza intelectual”.
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(…)
En
1989/1990, Editorial Fraterna, Buenos
Aires, 1990. De El motivo es el poema.
Alberto
Girri (Buenos Aires, 27 de noviembre de 1919 – 16 de noviembre de 1991). Foto:
Jmp
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