LENGUAJE NATURAL
Es
previsible que digas: El Río de los
Perfumes
ha desplegado sus alas una
curtiembre de carroñas
pero
esas aguas testimoniales erigieron un palacio
de
humo y huesos que se encabritan
en la
gran fritura donde con tanta lentitud en el aire ácido
el
cadáver se yergue y lanza su estridente grito de gallo decapitado
sin
una sola vacilación
le
vuelve la espalda y se pierde en las ruinas
la
inmóvil mujer del fin del mundo que deposita sobre la mesa
el
humeante pastel de trapos sangrientos
con la
tiara y las pelucas viscosas de la tumba en plena cocina
hasta
el fondo
de esa
adorable carne vulnerable donde uno se instala
de
pronto bajo una piedra tatuada y el “sacerdote de las religiones”
levanta
una rata hinchada sobre el altar y comulga
con
sus fieles entre los relámpagos
himnos
y buenos sentimientos
se ama
tanto vivir se ama tanto vivir
aunque
estas aguas susurren su gloria frenética
un
muerto descomunal sobre la muralla
HUECO NOCTURNO
Ahora
puedes ver
a
través de los mostradores contra los cuales los borrachos farfullan
y con
grandes gargantas y abdómenes hinchados bajo el algodón
de la luz llena de humo de cigarro y vaho
de bebidas
los
comerciantes hunden y pinchan con un dedo paralítico las teclas
de la
máquina registradora
a
través de las parejas que esta noche hacen el amor y
se entrelazan en largas flotaciones
obscenas
a
través de tráfico
y los
muros rutilantes de neón y orgullo de inmundicias
los
adoquines húmedos de los suburbios de Saigón
con
una gota de sangre sobre ellos
donde
la guerrillera de ojos de jaspe de furia del insomnio
vigila en la noche
y
espera
INFORMACIÓN
Metralla:
son
ligeras costillas las que muerdes frágiles costillas
de bambú palpitantes jaulas toráxicas
donde
un globo de sueños se llena de súbito de hormigas
un
bello corazón rojo de la manigua torturada
esos
terribles cetros de insanía
a
llamaradas entre los helechos
Es un
nido de venas una garganta
donde
corría el vino de unos cantos rituales el viento
dulzón y denso del verano
de un
país de arrozales y plumas las fornicaciones
como
una urdimbre suspirante del trópico en la dulzura humana
de
amantes entre la espuma lunar sobre sus sábanas de arena
ese
lugar de flores usurpadas
de
pájaros tatuados por el fuego
todo
el horror desnudo de unos muertos
que encienden en la sombra
una
brasa humillada y vengadora
EM
no incluyó estos tres poemas en Orden terrestre (Obra poética, 1941 – 1995).
Presumo, entonces, que, por lo menos, valen como curiosidad a aquellos que no
tengan el libro original. En: Monzón Napalm, Ediciones Sunda, Buenos Aires,
1968 (impreso el día 16 de mayo). Enrique Molina (Buenos Aires, 2 de noviembre
de 1910 – 13 de noviembre de 1997). Foto: Jmp
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