MICHAUX
De
estos incidentes estoy hecho:
fugas,
error, trabajos, aunque persisto
ya
desplazado del centro o de espaldas
a
la ilusión, ese raro dibujo del sueño.
De
los mares, de las tierras quemadas
regreso
insomne. Examinado. Beber la lejanía
es
terminar ciego ante lo concreto.
Estoy
hecho de lo que va a morir:
golem,
barro maldito, nieve.
Me
escribo en el agua.
ESCRIBIR DESPUÉS DE BORGES
Rodeado
de libros que callan.
Acorralado:
nunca los ruidos, los chasquidos
las
voces serán libros.
Con
las peores sospechas. Con la intención
de
ser un lugar propio sólo después
de
dejar atrás el desierto, la selva,
el
silencio culposo, el mundo de la ignorancia.
Con
un mapa falsificado de este confín.
Así
la inquietud, que toma la forma
de
la palabra cumplida
pero
en otro. En una ciudad ya escrita.
Así
las noches, el alba, las calles.
Todo
develado por unos ojos perdidos.
Así
el olvido resulta
anterior
a todo afán,
los
días, artificios perfectos.
No
ser Borges, lástima,
y
ser el que busca, monótono,
un
atajo o el resquicio
por
donde su sombra no cruce.
EL ANCIANO QUE MATÓ A
HEMINGWAY
El
que no siente piedad por nadie
ni
por nada, salió a recibir
la
gracia del sol como un perro enfermo
que
se arrastra hacia la claridad.
Mi
trofeo, calculo, será un cráneo
fragmentado,
quemado por dentro,
abierto
en miles de astillas.
Mi
venganza será desbaratar
la
jactancia y demoler
con
un solo proyectil
a
ese animal solitario.
Lo
veo acercarse. Si algo de juventud
queda
en mí, es esta repugnancia
que
se anuda en mi garganta,
ese
desprecio por la nulidad,
el
vértigo de acechar.
KAFKA, 1924
El
médico ovilló el estetoscopio.
Izó
el reloj desde el fondo del bolsillo.
Como
si huyera del tiempo
el
pulso de K. aventajaba
a
la aguja pequeña.
“Si
no me mata, usted es un asesino”
decía
el papel, del tamaño
de
una entrada de teatro.
El
médico lo escamoteó
entre
unas carpetas. Quería fumar.
Cuando
lo llamaron,
la
mañana, a través de las persianas,
era
un puñado de barrotes de sombra
en
el piso. Pensó, con espanto,
que
los ojos del moribundo
ya
no le reclamarían nada.
NADA DE LO PERDIDO IMPORTA
Escucho
cantar a mi hija
mientras
se baña. Su voz se mezcla
con
la música de Mingus. El anochecer
es
aún más abstracto.
¿Quién
piensa en el dolor?
Fluye
algo parecido al agua
que
nos consuela
de
una sed antigua.
ESCRIBIR ES CALLAR
Escribir,
como forma de confusión ascendente,
es
un estado de desamparo. Es descartar
los
ruidos de la noche,
rechazar
cualquier cercanía.
Todo,
menos creer en los propósitos
de
aquel que, desde adentro,
obliga
a escribir.
De:
“Trabajos (septiembre ’98 – febrero ’00)”, libro inédito.
Foto:
Daniel Ponce y Luis Alberto Spinetta, 11 de julio de 2011. Dibujos: Daniel
Ponce.
Jorge Daniel Ponce (Buenos Aires, 1956).
1 comentario:
Excelente... como la mayoria de sus poesias y dibujos que lo definen en un talento poco usual y humildemente grande e incisivo.
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