Al poeta y pintor mariano Cornejo.
A los que luchan contra la expoliación
y el estrago de la Amazonía.
SELVA INUNDADA
El
tambaquí, el tucunaré, las pirañas
cazan alguaciles y escarabajos
en la copa de los árboles.
La inundación le comió a la selva
la sombra y el habla.
Las especies mutan:
la anaconda, amniótica,
se ajaguara;
las nervaduras sumergidas
membranan
los murciélagos;
por el tronco del
umbauba
emigra
un tropel de pálidos venados.
Sólo las hormigas
anidan, invulnerables, en su meteoro
de saliva y rabia.
La superficie se desampara
y detiene el Amazonas
para que mueva el pez buey
su pozo sonámbulo,
vuelva al monte
la leña hambrienta del
yacaré
y al ojo fetal del
planeta
el círculo
de la
victoria regia.
Todos los ciclos fundidos
en el torrente
inmóvil:
los segundos del
colibrí,
el minuto del
insecto,
la hora desolada de los peces
y la eternidad mendiga
Hasta que haga pie la selva
y un
guarán
con un golpe de sangre
anuncie
que perdió su doncellez la tierra
desnuda y
abierta
como una orquídea
en la hembra luz de
su edad de oro.
A esa hora
es sólo suya
la selva.
Se paraliza. Del
jaguar
queda
latente
la emboscada,
sin respiración
los helechos,
mengua en la garza
la medialuna.
Un estado de perfección
total
se suspende en ese eclipse.
Junto al fuego
los piaroas se cierran
ausentándose.
Y sólo se oye el gemir
de su idioma al despenarse.
Todo se queda sin recuerdos
y sucumbe
en la grieta que abre
una luciérnaga
llevándose
la última sensación de la tierra.
En:
“Guarán”, Cornejo Aráoz Colección, Salta, 2012.
Leopoldo
Teuco Castilla (Salta, 1947).
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