NUNCA ESTUVE CON BORGES
Nueve meses antes de que muriera, le hice
un reportaje a Borges. Fue en el departamento de la calle Maipú. Supongo que
estaban Beppo, el gato, y Fanny, el ama de llaves. Fanny me hizo pasar y al
ingresar, de reojo y por la puerta a medio entornar, vi la habitación y la cama
que había sido de la madre de Borges, doña Leonor Acevedo. Pulcra y tendida,
con un edredón rosado al medio, como una tumba de dos plazas. Con olor a
matrimonio percudido, algo así. El viejo se asomó balbuceante y me extendió una
sonrisa, los dedos de filamentos. Lo tomé del brazo. Tenía las comisuras
húmedas y un bastón radiante, que extendía con ingravidez. También algo de
rancia nobleza en cada uno de los gestos, en la solapa del traje oscuro, en la
manera de sonreír al bies. No se manifestaba torpe, al contrario. Pero sí
disfrutaba de mostrar instantes de indecisión. Pensaba y evocaba en vivo, con
dilatada sabiduría, titubeando ante sus propias palabras. El fraseo: imaginé
que doblaba las páginas de una ajada enciclopedia en un día de viento,
avanzando y retrocediendo, leyendo por tramos. Hablamos. Le hice preguntas
idiotas, respondió cosas bellas. Transmití de ese encuentro un pésimo
reportaje, ostentoso, inteligente quiero decir. Se extendió en Almafuerte, en
López Merino, en poetas de La Plata, mi ciudad, que yo hasta ese entonces
buscaba negar. Hoy amo a Almafuerte, sigo negando a López Merino. Seguro que
nunca lo querré. Borges habló luego de unos versos de Evaristo Carriego,
desmintió a Kafka y también se mostró interesado por Matías Behety, otro de los
poetas fundacionalmente vinculados a mi ciudad. No sé qué le dije de la poesía
de Matías Behety. Algo ignorante, seguro. Luego Fanny le acercó una taza de té
y el viejo la bebió lamentablemente, con sorbos como chasquidos. Me despedí,
preguntó por el origen de mi apellido, y ya no recuerdo qué dedujo. Una
etimología vulgar, seguro. La olvidé. Eso fue todo. Ni una miserable foto del
encuentro. Ningún otro recuerdo memorable. Nada para destacar. A los cinco días
reproduje en "El Día" un reportaje opaco. Desvaído y sin vuelo. Es
una suerte, me repito siempre, poder seguir leyéndolo desde el balcón de los
que no lo tocaron ni lo compartieron. No, jamás estuve con él.
17 de agosto, 2007. En blog “Corte y confección”.
Gabriel Báñez (La Plata, 1951 – 2009).
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