lunes, 3 de enero de 2011
Camilo Blajaquis – Loritos de los monopolios y multimedios
HACEN TODO LO POSIBLE PARA MANTENERLOS EN LA IGNORANCIA
Se lo conoce como Camilo Blajaquis, es poeta, un peleador, que antes conoció los institutos de menores desde el lado de adentro. Y antes la pobreza y sus violencias. Aquí cuenta de su vida, de qué cosas o personas se la cambiaron. También habla de nosotros, de Kirchner, de la Plaza, de los medios, del futuro.
Camilo Blajaquis tiene apenas 20 años, pero su historia personal abarca varias vidas. A los 16 cayó gravemente herido en un instituto correccional para menores. Su nombre, entonces, era César González, apenas sabía leer y escribir y la muerte lo rodeaba por los cuatro costados. En la cárcel, con todo y todos en contra (excepto un profesor que supo alentarlo) empezó a escribir poesía y a leer con voracidad. Adoptó como seudónimo el nombre de pila del guerrillero cubano Cienfuegos y el apellido de uno de los militantes cuya muerte se narra en ¿Quién mató a Rosendo? , de Rodolfo Walsh. Fue un renacimiento en el sentido más literal de la palabra. Al salir de la cárcel publicó un libro de poemas llamado La venganza del cordero atado y comenzó a dar talleres de escritura para pibes de barrios tan golpeados como el suyo: la villa Carlos Gardel, de Morón. Camilo Blajaquis espera en un bar a pocas cuadras de la Municipalidad de Morón, para hablar sobre los jóvenes y la política, sobre el presente y el futuro del país en estos momentos tan extraños, atractivos y complejos.
–¿Cómo sintió la noticia de la muerte de Néstor Kirchner?
–Fue un golpe, un golpe duro para toda la clase baja y popular del país. La maldita historia de este país es cíclica, siempre se mueren los líderes inesperadamente, ¿no? Ya había pasado con Eva, pero creo que esta vez no se va a repetir la historia. Que se haya muerto el líder no quiere decir que se haya muerto el movimiento, que se haya muerto todo lo conseguido y que lo que viene sea un retroceso, como pienso que está creyendo la oposición. La muerte de Néstor abrió un nuevo panorama, un nuevo escenario en el que la juventud va a tener que ser una protagonista del juego y un actor principal. Va a depender mucho de nosotros hacia dónde vaya el país.
–Y que las manifestaciones no sean algo pasajero...
–Exactamente. A mí me preocupa, me genera una intriga y realmente quiero analizar profundamente esta cuestión de que a simple vista pareciera que hay un auge y un retorno de la militancia entre los jóvenes. Por un lado, es cierto, pero, por otro lado hay que agarrarlo con pinzas para que no se termine transformando en una nube pasajera, para que no se termine creyendo que se trata de un destello como el humo, que no se diluya, que sea un movimiento que llegue para quedarse, que sea constante. Que los jóvenes no simplemente sean parte de marchas y militancias, sino que, directamente, empiecen a acceder, a intervenir e involucrarse en escenarios de la política pública general, que empecemos a tener políticos jóvenes, senadores jóvenes, diputados jóvenes, líderes jóvenes. No puede ser que los líderes de los movimientos de jóvenes tengan 40, 50 años y que sean personas que hablan por los jóvenes. Queremos que en representación de los jóvenes hablen los jóvenes. Que hablen los pibes, directamente, basta de representación.
–¿Estuvo en la Plaza el día que murió Kirchner?
–Sí, tenía una tristeza profunda. Pero sabía que al lamento había que transformarlo en acción, que había mucha energía porque nadie se esperaba un millón de personas despidiendo a Néstor. Ni siquiera Clarín se lo imaginaba, y tuvo que meter la cinta negra en su transmisión. Era gente que vino del Conurbano, la mayoría de la gente que fue a la Plaza fue a agradecer la asignación universal, una jubilación, fue a agradecer la casa. Eso fue lo lindo: no ver banderas y ver una Plaza repleta completamente debatiendo de política. Con esa base, lo que se viene estará irremediablemente bueno.
–Si tuviera que nombrar tres figuras de la historia argentina de estos 200 años, ¿a quiénes elegiría?
–No sé por qué, pero se me ocurren Evita, Simón Radowitzki y Güemes. Tres justicieros.
–¿Le parece que los festejos del Bicentenario dejaron algún significado?
–El significado es que se cumplieron 200 años de la Revolución de Mayo. Y el hecho se dio en un contexto interesante. Este Bicentenario nos pone en un lugar de empezar de nuevo, no olvidar; de superar, porque hasta ahora fueron 200 años de injusticia, 200 años de desigualdad, 200 años con 30 mil desaparecidos, con masacres a indios, con explotación extranjera. No son 200 años de país, no son 200 años de Nación, no son 200 años de soberanía: son 200 años de luchas, victorias, derrotas, genocidios que nos plantean qué vamos a hacer, cómo va a estar el país de acá a 100 años.
–De acá a 100 años es mucho, pero, ¿cómo imagina el país de acá a 10 años?
–Veo un país más justo, más democrático. Y con la esperanza de que pasemos de una democracia representativa a una participativa, donde directamente el pueblo pueda participar y tomar decisiones.
–Es decir, es optimista sobre el futuro…
–Sí, tengo que serlo porque si no fuera optimista, ¿para qué mierda voy a hacer todo lo que estoy haciendo? ¿Para qué mierda voy a dar un taller de literatura en mi barrio? ¿Para qué mierda voy a preocuparme por el otro? Agarro el fierro y sigo robando si no tengo esperanza, vuelvo a lo mismo de antes, el optimismo por más que no asegure ningún resultado, necesito tenerlo por una cuestión existencial.
–¿Cómo ve a los pibes de su edad, los pibes comunes, los ve muy tinellizados?
–Totalmente, yo creo que en lo cultural tenemos un vacío que va a demandar mucho tiempo llenarlo. Hoy un pibe sabe más de la vida de Ricardo Fort y de Tinelli que de Rodolfo Walsh. Saben que en los ’70 hubo desaparecidos, pero no saben por qué los hicieron desaparecer. ¿Cuáles eran los sueños de las organizaciones guerrilleras? ¿Por qué eligieron las armas? No lo saben, no saben lo que pasó. Pero eso excede al Estado, eso excede al gobierno de turno por más buenas medidas que tome. Eso es culpa de nosotros como sociedad. ¿Para cuándo la efectivización de la ley de medios?
–¿Le parece que por el lado de los medios se puede cambiar algo?
–Sí, si hoy un pibe pasa más horas frente a la televisión que en el aula. La penetración de los medios es obvia. La gente reproduce, repite lo que le dice los medios. La sociedad argentina, la clase media en general, es un loro de los monopolios, son loritos de los monopolios y multimedios. Clarín dice que Cristina es tal o cual cosa y la clase media-lorito, ¿qué dice? Que Cristina es lo que le dicen que diga. No es joda lo de los medios, para mí son grandes culpables. Son parte de los intereses que tienen los poderosos, los empresarios. Son parte de los que quieren mantenernos en la ignorancia. Que los pibes sean ignorantes es un negocio. La ignorancia es parte del meganegociado del pibe consumista. Cuando el pibe o cualquier ser humano empiecen a querer saber, empiecen a intrigarse por las cosas que pasan, van a dejar de repetir, van a dejar de comprar todo. Van a decir “no, loco, esto no me gusta”. Y eso, ¿qué produce?: que se les caiga el negocio. Por eso hacen todo lo posible para mantenerlos en la ignorancia.
“Que los pibes sean ignorantes es un negocio”. En diario “Miradas Al Sur”, 2 de enero de 2011. Por Mariano Canal y Martín Rodríguez. Director: Eduardo Anguita.
Etiquetas:
Camilo Blajaquis,
Poesía y Política
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Extraordinario ser humano, y poeta hecho de la nada; mejor dicho, de algún estímulo que prendió, y de sus propios dones de honestidad, coraje e inteligencia.
Gracias, querido amigo Pallaoro, por recoger y difundir este material excepcional.
el abrazo
jorge sriel madrazo
Publicar un comentario