Entonces me vi me vi como tres pájaros ordinarios mojados por la oscuridad
quietos temiendo la rama dura y resbalosa
árbol negro mi madre al borde de la ruta
debe ser terrible me digo estar ahí.
KAPPO DE CAMPO
Me reprochabas que hablara de los campos de concentración y exterminio durante el almuerzo pero solo así describiéndolos minuciosamente podía irme en humo
cruzar
el alambre
tu absoluta presencia.
EN MI PECHO
Existe un lugar donde va la muerte con sus bolsos llenos de pan
y está en mi pecho madre
hay un espejo donde peinás tus serpientes y está en mi ardor madre
¿te mirás vacía como un trapo?
mi pecho es tu labor
tu reposo.
En “Mamá”, Ediciones Recovecos, Córdoba, 2007. Selección de textos Jmp.
Alejandro Schmidt nació en Villa María, Córdoba, en 1955.
Manchas de lejos,
mujeres que van
llegando y los viejos
perdidos del hablar.
Sombra en los filos.
“Sujeta ese animal”;
y va pintando el río
la roja luz ritual.
Manchas que los viejos
prefieren no mirar,
van las tres llegando
vestidas de ciudad.
Sólo ella no viene,
luctuosa, innominal;
cruza a buscarla,
es tiempo de olvidar.
Amanece y ya está con los ojos abiertos;
repetidamente vuelve a recordar
un chasquido de agua y un cuerpo moreno
y esa vuelta oscura desde la ciudad.
Y silencioso el Layo va clavando el remo,
de un nombre ladeado suena esa otra voz;
el tiempo se tuerce, redondo y eterno
como agolpa el árbol el fruto y la flor.
Mancha del cuchillo matando el cordero;
rojo un vino fresco para festejar
sombras repetidas para el Año Nuevo;
nueve veces cuenta para no olvidar.
Cuenta y va agregando sobre el fruto viejo
capullos perplejos de un nuevo amargor,
pura eternidad como en el limonero
su limón maduro y al lado la flor.
Amanece y ya está con los ojos abiertos;
repetidamente vuelve a recordar
un chasquido de agua y un cuerpo moreno
y el volver oscuros desde la ciudad.
Y silencioso el Layo va clavando el remo,
de un nombre ladeado suena esa otra voz,
el tiempo se tuerce, redondo y eterno
como agolpa el árbol el fruto y la flor.
Amanece y ya está con los ojos abiertos,
fija en el momento en que el hijo se fue,
vacía de nombres, mujer en silencio
por el agua adentro del Colastiné.
Y va remando el Layo cruzando el desierto
con la nada extrema de su soledad:
repetida pena circulando el tiempo
como fruto y flor del limonero real.
En CD “Navega”, 2002.
Jorge Fandermole, músico y poeta. Nació en 1956 en Pueblo Andino (provincia de Santa Fe), a 55 Km. al noroeste de la ciudad de Rosario.
Cuando despierta el mirlo es el mismo así en la tierra como en el cielo
*
Cuando despierta el mirlo logra volar por las dos mitades del cielo
*
A veces en silencio inmóvil con los ojos cerrados el mirlo parece dormir
*
Si el sueño no hiciera tan concienzudamente su trabajo de cada minuto el mirlo podría extraer un pétalo
En “El Mirlo”, Ediciones Último Reino, 2004. Selección capítulo 7, “El sueño”, por José María Pallaoro.
Gianni Siccardi nació en Banfield (Provincia de Buenos Aires) en 1933. Murió en 2002. Entre otros libros de poemas publicó: “Poesía Junta”, 1960; “Travesía”, 1967; “Ella”, 1989; “Fragmentos”, 1995 y “El Mirlo”, 2004.
descompone/sin rebote viaje/caída líquida posible hacia la piel interior del decir
*
si el fuego nace/de sí para qué reunir las cenizas esparcidas
de un cuerpo-escritura
*
llegan luego a captar cuerpo/ciego pozo final/en ojo rayo cornea vacía titila bucea dios/ciego lejano/diáspora va-cila ahogada luminancia de qué
... el silencio a la palabra, la sombra a la luz; una bisagra expande y contrae dos lados ficticios, un mismo lugar; el poeta y el monje se tragan toda la noche, todo el día… Julián Axat nació en La Plata en 1976.
Albañil yo soy,
también cantor,
me voy y vengo el jueves
si lo que canto duele.
Albañil yo soy
de profesión
desde el amanecer
hasta que cae el sol.
Albañil yo soy
y silbador
pa' rechiflar mujeres
de arriba 'e las paredes.
Yo trabajo al son
y sí señor
desde la madrugada
hasta que más no doy.
Muchos dicen que soy
bruto como un ladrillo
porque voy sencillo
al fondo 'e la cuestón.
Albañil yo soy
y puedo con
el balde y la cuchara
taparte el sol.
Albañil yo soy
de profesión,
camino al paso sabio
arriba 'e los andamios.
Mis almuerzos son
merienda de canario:
salame candelario
y un chato de carlón.
Mis quincenas son
humo al viento
llegan y ya se fueron,
roto el tiento.
Albañil yo soy
también tractor
pa' sacar del pantano
los sueños embarrados.
Albañil yo soy
de profesión;
todas las casas que hay
las hago yo.
Albañil yo soy
¿qué le parece, don?
Hasta que digan nones
un día los riñones.
Hasta que diga planto
de golpe el espinazo.
Higinio Mena, su verdadero nombre era Néstor Julio Argüelles Bruzzo (nació en 1947, en Ranchos, Argentina; murió en 1998 en Francia), fue un poeta, escritor, cantante, músico y militante popular
Versión del maestro Jorge Lazaroff (28 de febrero de 1950, Montevideo - 22 de marzo de 1989). En: Albañil (Ayuí / Tacuabé, 1979).
¿Qué pide la hoja? Músicas del cuerpo, lunes, miércoles. ¿Cuándo van a pagar los trabajos del viaje, el amor que se equivoca y no rinde en el mercado? ¿Lloverá, no lloverá? ¿Quién camina por la tierra que arrasó su pasión, el humo todavía? Venas compradas por la desolación, tanto hielo de espíritu y la esplendente vida afuera.
En “El emperrado corazón amora”, Seix Barral, Planeta, 2011.
Qué escribe lo que escribe es una pregunta sin amparo. ¿El verdor de un jardín que se arruga violado por palabras sin tapa que lo cierren? El sol no alumbra solamente, ve la mortificación de lo no dicho, afrenta de la muerte. La necesidad aguza lenguas en exclusiones del instante. Se fue, se es, astros fijos. Las cruces en la arena vienen del coraje que piensa, imágenes que el tiempo no puede borrar, el humo cubre la juventud del río.
En “El emperrado corazón amora”, Seix Barral, Planeta, 2011.
La palabra no tiene hospitales que le curen el mundo. Funciones naturales la hieren y sacarla para darle otras copias es romperla, romper su documento de identidad. La gracia que le sonríe en las ventanas dobles contra su frío dice que sus límites desordenan los movimientos de la necesidad. Suntuosa ley que arrastra decisiones sin cuerpo. En cada rostro es un piano perdido.
En “El emperrado corazón amora”, Seix Barral, Planeta, 2011.
¿Qué querés decir, palabra, al irte cuando te vas? El alma que te empapó no volverá ni cuando te quede no más que una lágrima, la intemperie, canto de los perdidos. Es mejor que entres en tu cuarto al abrigo de lo que sabés y no sabés. Las cosas gritan y ríen al amparo de tu bondad triste. La lengua es pobre, vos, izada en soledad. En “El emperrado corazón amora”, Seix Barral, Planeta, 2011. Juan Gelman, Buenos Aires, 1930.
En un depósito sucio, bastión de la Ciudad Vieja, la hermana de la Coneja perdió la virginidad. Testigo en la oscuridad, un colchón apolillado que quedó como estampado con indeleble memoria, y es origen de esta historia, que no sé bien si es verdad.
Fue como siempre sucede, se colaron con el Tito, aquel morocho flaquito que la conquistó con mimos. Y desafiando al destino, se dejó de franeleos, se alborotó el avispero, dieciséis años es mucho cuando te da como un chucho y la vida pide cuero.
Después cuentos conocidos, que "qué le vamos a hacer", que "no lo podés tener", que "ya conseguí la guita", un llanto, cuatro caricias, que "todo va a salir bien", el fondo de un almacén, el adiós al flaco Tito, y el comienzo de un periplo más hamacado que un tren.
Hoy es Señora de Tal, y en el este veranea, no imagina el que la vea que era de Playa Pascual. Su camelo viene mal, bate, "chicos" y "colegio", te la trabaja de "regio", y anda en checo bien debute con goma en lugar de yute, y sin preguntar los precios.
Ahora sí que se divierte en pavada de colchón, pelo corto a la garzón, y lentes con cadenita. Recurre al sicoanalista, a la hermana ni la nombra, pero la marca una sombra que nunca pudo esquivar: cómo la vino a quedar allá por la Ciudad Vieja.
La hermana de La Coneja...
En: "7 y 3", LP Jaime Roos, 1986.
“La hermana de La Coneja” (Letra de Raúl Castro y Música de Jaime Roos). La hermana de La Coneja es un personaje ficticio. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Jaime Roos: “Raúl Castro me mostró la letra de La hermana de la coneja en el invierno del ´85. Enseguida me imaginé una balada callejera en forma de milonga. Le pedí la letra a Raúl y así nació esta canción”. Imagen: Música del Uruguay y otras latitudes.
Mi piel es una biblioteca de emociones. Todo está allí, intacto, indestructible. Ella tiene memoria de cada segundo de mi vida y aún antes de nacer, de conocer este Mundo. Tiene anaqueles con todo tipo de obras: comedias, tragedias, aventuras, romances, cuentos, fábulas, memorias… Mi piel como las hojas de los libros fueron cambiando su tersura, se ha hecho amiga de los pliegues, ha experimentado distintos aromas. Tiene guardado los secretos para volar y llegar a las cumbres del placer. Mi piel tuvo el coraje de resistir los embates de aprender a andar en triciclo y en bici. Ella se oscurecía o sangraba y volvía a su lozanía. Mi piel escuchó y sufrió el desamor pero siempre tenía el amor de tu piel. Con vos conoció la libertad de sentir el viento y las finas gotas del mar, cuando galopábamos en la playa. Mi piel siempre tu piel cerca. Eran tan parecidas. Mi piel amaba tu piel. Nos conocimos antes de ver el Mundo en ese minúsculo espacio oscuro, húmedo y caliente. De allí salimos victoriosas, crecimos y seguimos juntas. Mi piel sintió un fuerte golpe cuando comprendió que tu piel se había ido, y tu olor, y tus caricias. Cada poro te lloró y reclamaba con desesperación. El río. Mi piel quiso salvarse, quiso regresar a este Mundo. Tal vez tu piel lo sienta una traición. Tal vez me esperes. No lo sé. Pero si sé que mi piel no pasa un día sin recordarte.
La Plata, 3 de junio de 2006
Silvia Noemí Pappalardo (La Plata, 13 de marzo de 1959 -21 de marzo de 2011). Foto: 1972.
Sobrevolaba como podía, intentaba atravesar esa atmósfera. Densa. Oscura. Más allá solo nubes. Espesas. Casi volaba a ciegas. Se exigía continuar. Era necesario. Por debajo, solo ciénagas y pantanos. Tuvo valor. Recordó antes. Otros cielos. Otros cantos. Otros colores. Y unas palabras: La mejor manera de esperar es ir al encuentro. Imaginó olvidar. Protocolos. Ayer hoy mañana. Acurrucarse en el silencio de un abrazo. En la tibieza de un beso. En un atardecer de caricias. Existía. Acurrucarse. ¿Existía?
La Plata, junio de 2006
Silvia Noemí Pappalardo (La Plata, 13 de marzo de 1959 -21 de marzo de 2011).
Entre no saber nada y saber lo que los otros quisieron que supiera debí elegir lo primero; y después de haber dado rotunda finalidad a un escupitajo hubiera aprendido con mis propias costillas, con mis intestinos personales recorridos por cólicos; hubiera andado derecho dinamitando a mis espaldas lo que debió ser dinamitado. Y no estaríamos aquí, inconclusos, manoteando, reunidos a puntapiés por nuestra propia clase, discutiendo la manera de hacer un país, de alzar los escombros después de haberlos vomitado, haciendo de la historia un embrollo jadeante, confundiendo los motivos con la hemorragia. A todo esto nos habrán enterrado sin haber tenido el coraje de convertir el enjuiciamiento en un revólver.
De “Las condiciones de la época”, 1967. En “Obra poética”, Emecé, 2000. Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004).
Abrumado por el tabaco y la cultura y convertido en un engaño por su propia clase estaba esperando la revolución por la desnuda, terrible acción de los otros en la calle. Pero detrás de los cristales a cubierto del viento social donde toda culpa entra en crisis con sus razones podridas, resolvió que el cambio acontecía en las pequeñas mutaciones permanentes del cielo y el polvo, en el giro de la cuchara en la taza de té, en las decepciones periódicas del hígado, en la muerte de papá y de las moscas. Inventó un poema con todo eso y el resultado es una estafa a la vieja forma, una lejanía cada vez más vergonzante de un nuevo lenguaje que puede estallar en cualquier momento.
De “Las condiciones de la época”, 1967. En “Obra poética”, Emecé, 2000. Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004). Gracias a Carlos Enrique Cartolano.
En mi imaginación a todo volumen tú confirmas la hoguera que nos reúne desnudos. Y cuando me despejo de nervios secos y vestiduras a mi vez entro en tu imaginación para que allí me confirmes feliz y multiplicado en cada una de tus doradas hendiduras.
Sobre la dura camilla con una goma que rodea la cabeza y mantiene mi boca abierta después de haber sentido náuseas tantas veces, el médico y la enfermera bromean sobre la forma de mantener a una mujer sin emitir palabra.
El monitor en colores muestra imágenes que semejan instantes de la película “2001. Odisea del Espacio”. Nada tan absurdo si se tiene en cuenta que esos cráteres sangrantes son míos.
¿Por qué cinco? Uno por el cáñamo que se desliza como una verde serpiente. Otro por la tristeza que no pude evitarle a mi brote. El tercero porque el tiempo lleva y no devuelve esperanzas. Otro por las traiciones esperables y no esperadas. El último porque es tan duro vivir. Tan duro y tan difícil. Como morir.
En “Apenas travesía”, Cuadernos de Sudestada, 2001. Olga Edith Romero nació en La Plata en 1949. Reside en City Bell. Foto: Archivo de la talita dorada. Gracias a margarita Eva Torres.
Pero yo no soy más que la artesanía vigilante de este suelo, que florece y ostenta sólo al nivel del viento.
Así permanezco: una mitad poder, y otra, impotencia. Por floración y herida guío desde mí, y a lo mejor llegue, poco a poco. Antes fue la mala lluvia, el páramo artificial, el polvo que la historia glorifica en sus tumbos, quienes me hicieron acudir a los jugos más recónditos, al ámbito de un corazón maravilloso, a la razón, a los ejemplos.
Y ahora yo, vegetal o vuelo, soy el que mira estas pequeñas sombras distintas y blancas, que abandonara la savia, o la sangre
ya hecha flor,
persiguiendo la pureza del fruto en los días.
Fragmento de Yo soy, de “En el tiempo labrador (1959-1964), San Salvador de Jujuy, 2009. Gracias, maestro Néstor Groppa. Poeta. Argentina, 17 de junio de 1928 – 4 de mayo de 2011. Dos poemas del querido poeta Néstor Groppa en Aromito.
Mientras le preparaban la cicuta aprendía una tonada en nada intimidado por la majestad de las separaciones ni los decretos de la diferencia. Aprendía que la opresión se orienta en la nostalgia y el dominio del duelo no corrompe la realidad de las quimeras propias
ningún aire de flauta.
En “Malezas”, Ediciones Último Reino, 1985. Mirtha Defilpo, Buenos Aires, 11 de agosto de 1944. Imagen: Tapa LP de MD “Canciones para perdedores”, 1976.
¿CUÁNTOS VAN A LEER EL POEMA QUE UNO ESTÁ ESCRIBIENDO?...
¿Cuántos van a leer el poema que uno está escribiendo? ¿Qué alcance podrá tener en la sociedad, en la cultura o la historia? Quién sabe, y en todo caso no es de eso de lo que se trata. Siempre se trató de otra cosa: de que alguien alguna vez va a leerlo, de que eso que escribiste, el poema, va a estar ahí, para que alguien lo lea, y que alguien lo lea ya es mucho, si son más de uno, o muchos más de uno, mejor. A alguien, alguna vez, va a pasarle algo porque eso que pudiste conformar está ahí, a su alcance. Y de otra cosa también se trata, y tal vez sea la que más importa: hiciste un poema, algo que merece llamarse “poema”, pudiste hacerlo, y saber que pudiste nunca será poca cosa. Algo, un conjunto de palabras puesto de cierto modo, que no tenía por qué existir, ni su razón de estar en el mundo era previsible antes de que lo hicieras, fue hecho, por tu mano, está ahí. Pero, ¿para qué va a escribir uno poesía si no creyera que la experiencia que propone su poema va a alterar en algún punto el orden del mundo, va a hacer ver de otro modo, aunque sea un poco, las cosas, incluido lo que pueda cada uno ver de sí? ¿Para qué lo va a hacer si no espera que de algún modo vaya a agrietar o descolocar o poner en crisis el relato que establece los sentidos que tienen las cosas en el universo, y el de estar uno mismo en el universo, o ante sí?
Daniel Freidemberg nació en 1945 en Resistencia, provincia de Chaco. Desde 1966 reside en Buenos Aires. Poeta, crítico literario y periodista. Imagen: DF en FB.
La tarde triste y yo
unidos somos dos,
queremos esquivar la soledad.
Una mujer se fue creyendo que yo
jamás podría encontrar alguien con quien andar.
No estoy solo
estoy aquí con mi tarde triste y gris.
No estoy solo,
somos dos, con mi tarde triste estoy.
En un lugar los dos: mi tarde triste y yo...,
divagamos sin saber que existe una mujer,
que una tarde libre se marchó.
La tarde triste y yo
unidos somos dos,
queremos esquivar la soledad.
Una mujer se fue creyendo que yo
jamás podría encontrar alguien con quien andar.
No estoy solo
estoy aquí con mi tarde triste y gris.
No estoy solo,
somos dos, con mi tarde triste estoy.
Autores: Willy Gardy y Eduardo Frezza. Del segundo simple "Alguien más en quien confiar" / "Blues del atardecer", 1974. Incluido, con nueva versión, en el primer LP “El Reloj”, editado en 1975.
El Reloj: Eduardo Frezza: Bajo y Voz / Juan Espósito: Batería / Osvaldo Zabala: Guitarra / Willy Gardi: Guitarra / Luis Valenti: Teclados.