LAS MADRES
COMO HECHO POÉTICO
Algunas
reflexiones
Por
Julián Axat- Poeta e Hijo
Un hecho poético es un chispazo en la historia
producto de un tipo de fuerza que la historia humana otorga, dona. No es un
regalo de los dioses. Walter Benjamin (en sus Tesis), dice que hay distintos tipos
de fuerzas hacedoras de la historia en la que los pueblos oprimidos se levantan
o siguen oprimidos. La fuerza mesiánica de una generación es un momento clave
(un clinámen), se desarrolla o queda como conato. Depende de la
capacidad humana, y de que ella encuentre la forma correcta. Si resulta trunca,
la padecen varias generaciones hasta que la vuelven a desarrollar. Los saldos a
veces son terribles. No hay espera, hay que empujarla. Si se desarrolla,
entonces hay despliegue de fuerzas en un tiempo, y tienen capacidad de ruptura.
Claro que se chocan contra formas opuestas que le impiden seguir. La negación
de cierta energía poética, es aquello que Cesar Vallejo denominaba los
“Heraldos Negros”.
Podríamos pensar que el origen del Peronismo
tiene algo de esa fuerza, también la tiene la resistencia peronista luego del
55, la tuvieron algunos (no todos) los movimientos revolucionarios. La tuvieron
las Madres, a su manera.
El kairos (oportunidad justa) de las
Madres manifiesta un hecho de “poiesis” histórica. Como poema vivo, cuerpo
fuera del papel. Con capacidad de ruptura e identidad épica. La descripción de
tal “poiesis” que “se sale” de la vaina,
con una manera distinta de intervenir en el espacio público, deviene
“autopoiesis” que es, un tipo de identidad asumida que subvierte todas las
formas hasta el momento existentes, para pensar la resistencia (hasta el
momento que aparecen en escena las Madres no existe ningún movimiento,
agrupación, organización que se le parezca). Se trata de un hecho inédito en la
historia Argentina. En un tiempo y espacio específico, nace y se despliega una
forma inédita de resistencia. Quizás, no traspolable a otros tiempos o lugares.
No repetible.
Dicen las Madres en un cántico: No hay
perdón no hay olvido para la mano ciega /que destrozó la rosa de la muchacha en
flor, / que le quemó los senos, las pupilas, los párpados, / no hay perdón no
hay olvido / para los que sonríen lo mismo que Gardel, / desde las fotos sucias
del secuestro y el crimen. / No hay perdón este jueves. / No hay olvido este
jueves /Hay una luna roja, tan pequeña, que cabe en la camisa.
La poesía no es acción literaria al papel, es
fenómeno histórico de un cuerpo trazado por un rayo. Surge o no surge. El resto
es retórica. La poesía, al decir de Rimbaud, es un chispazo, una iluminación en
figura. El aura del poeta como raptus, manifiesto irrepetible en una lejanía
sostenido en el tiempo por una fuerza extraña, un fantasma. Pienso en los poetas
que evocan esta irrupción. Todos los poetas latinoamericanos dedicaron poemas a
las Madres.
Pienso en la poesía de Juan Gelman por
ejemplo, en un Gelman desterrado pensándose Madre, o proyectándose Madre,
mientras las observa a la distancia evocadora: cuando pasabas con tu otoño a
cuestas / mayo por mi ventana /y hacías señales con la luz /de las hojas
finales / ¿qué me querías decir mayo? /¿porqué eras triste o dulce en tu
tristeza? / nunca lo supe pero siempre /había un hombre solo entre los oros de
la calle / pero yo era ese niño /detrás de la ventana/cuando pasabas mayo/como
abrigándome los ojos/y el hombre sería yo ahora que recuerdo.
Mientras la dictadura arrasa con el tejido
social, extermina la formación política de organizaciones sociales, elimina el
elemento de solidaridad y compromiso, para que la desaparición de ese elemento
dure décadas en forma de “miedo” hasta volverse a replantear. Paradójicamente,
en el mismo momento que se produce la negación de la vida y una forma de
resistencia es eliminada de cuajo, en ese contexto, nace una algo que podría
parecer anómalo, salvaje, o salto cualitativo: mujeres-madres separadas
reclamando por sus hijos, caminan juntas, se tantean, conversan, sufren, se ven
obligadas a entrevistarse con genocidas para saber dónde están sus hijos, arman
listas, interponen habeas corpus, se instalan en la puerta de comisarías,
cuarteles, cárceles. Investigan, se juntan, se abrazan; en ese convite, en el
roce de sus voces, nace una empatía, una pequeña potencia que comienza a
desencadenar una fuerza inédita, epifánica, que con el transcurrir de los meses
pasa a ser “pañuelo”, un día de la semana en la plaza alrededor, alrededor de
su centro, y ese es el centro de todas las plazas del país.
La épica de las Madres, es también una fuerza bio-poética.
Cuando autores como Michel Foucault hablan de bio-poder habla de la
eliminación de una vida que no merece ser vivida (bio-política), en función de
la administración burocrática de un ser biológico-político obturado que por un
tiempo no puede volver a aparecer como ser social en comunidad; es despliegue
tanático del genocidio y el terror que destruye los cimientos de la
civilización alcanzada (el desempate hegemónico cultural). Esa destrucción es
también la destrucción de una épica. La matriz, la matrix, el materon,
es la fuerza contraria, vital-biológica que nace al mismo tiempo; la madre, la
pitonisa que reacciona gesta vida parida y útero de épica para desplazar a
tanathos. La bio-poética (ya no biopolítica), es la re-generación de formas más
íntimas de poesía subyacentes, de una épica construida con retazos de la épica
de los hijos; nutrida de poetas reconocidos vinculados al proyecto de las
Madres, con intelectuales que estuvieron, que pasaron, que se fueron, y que
volvieron. Épica que continúa en democracia, porque el terror se solapa en
democracia, y los cuerpos desaparecidos son la deuda de esa democracia.
Lo que la dictadura 76/83 no podía prever era
ese hecho inédito, la abrumadora fuerza de la madre desesperada ante la desaparición
de un hijo. Una madre sin el cuerpo de su hijo, una madre que no puede enterrar
el cuerpo de su hijo, es una figura desencajada en la historia, una “Antígona
furiosa”. Y eso le da permiso para tomar la voz en escena y denunciar al poder.
Nada puede parar a una madre que denuncia al poder, ninguna jauría, ningún
heraldo puede contra el pañuelo de una Madre. Los caballos relinchan hacia
atrás, corcovean ante los pañuelos. Respeto ante las madres. Respeto ante una
madre. Las madres nacen sin los cuerpos de sus hijos, y en eso se emparentan
con los poetas, son buscadoras entre tinieblas, hasta el infinito hurgan en la
historia. Nada puede detener el dolor de una madre sin cuerpo. “Vivos se los
llevaron, vivos los queremos”.
Las “Locas de la Plaza”, se presenta como
estigma inventado por los “otros”. La complicidad civil, los medios de
comunicación. Los milicos utilizaban la “locura” para patologizar una actitud
política que no podían normalizar, porque los excedía. Las Madres se le iba de
las manos, el estigma de “La Loca” no
funcionó para dañar y controlar. Como enseña Irving Goffman al pensar el
“Estigma”, hay identidades que saben invertir los estigmas que el enemigo
coloca.. Hay locos que están demasiado cuerdos, y utilizan la supuesta locura
como estrategia de sobrevivencia y conquista. Pasan a la ofensiva. Las Madres
invirtieron el estigma del poder de turno, lo supieron usar como forma de
lucha. Esa es la clave poética. Si bien algunas quedaron en el camino, otras
avanzaron, entendieron, se consolidaron.
¿Por qué Las Madres son hacedoras del tema
Salud Mental? Porque justamente padecieron el estigma, y ellas saben qué es la
“Locura impostada de afuera”. Quién mejor para convocar a Congresos que hablan
de este tema- que no silencian la locura con mordaza o chalecos de fuerza, que
las Madres, antes consideradas “Locas”. Hoy demasiado cuerdas. Esto es un hecho
de naturaleza poética.
Julio Cortazar, reescribe el Elogio de la
Locura de Erasmo de Rotterdam, y dice:
“Lo irracional, lo inesperado, la bandada
de palomas, las Madres de la Plaza de Mayo, irrumpen en cualquier momento para
desbaratar y trastocar los cálculos más científicos de nuestras escuelas de
guerra y de seguridad nacional. Por eso no tengo miedo de sumarme a los locos
cuando digo que, de una manera que hará crujir los dientes de muchos bien
pensantes, la sucesión del general Viola por el general Galtieri es hoy obra
evidente y triunfo significativo de ese montón de madres y de abuelas que desde
hace tiempo se obstinan en visitar la Plaza de Mayo por razones que nada tienen
que ver con sus bellezas edilicias o la majestad más bien cenicienta de su
celebrada Pirámide. En los últimos meses, la actitud más definida de una parte
del pueblo argentino se ha apoyado consciente o inconscientemente en la
demencial obstinación de un puñado de mujeres que reclaman explicaciones por la
desaparición de sus seres queridos....”.
Esta última idea de Cortázar me parece
brillante y al desarrollar la idea de “DEMENCIAL OBSTINACIÓN” de las Madres, el
hecho poético adjetivado. Entre el 76 y el 83, la desaparición, la eliminación
y exterminio de la lucha armada, la persecución de la clase trabajadora, del
movimiento estudiantil, de partidos políticos, la censura, el cierre de
universidades, etc. Toda forma de resistencia anulada, solo podía depositar o
confiar en la única resistencia posible, en la “DEMENCIAL OBSTINACIÓN” de un
“puñado” de Madres. Las Madres como única esperanza. Una lucha dentro del
horror. Una chispa en las Tinieblas (para parafrasear a Sartre), y también
pensar que sostenerse de esa chispa, era una forma de sostenerse en los
pañuelos para que esa chispa lleve a la luz, al umbral de la democracia.
La poesía es memoria – poiesis y memnoysné, van de la mano, de allí que me interesa penar en aquellas
evocaciones que el surgimiento de las Madres generó en los Poetas. Pues no solo
deposita la fuerza el movimiento político desterrado, censurado, exiliado,
escondido; también lo hicieron a su modo los poetas echados de la polis
(durante la Dictadura, durante el Menemismo). Los poetas no son ajenos a dotar
de fuerza simbólica a las formas genuinas de resistencia, como en el caso de
Las Madres. Vuelvo a Gelman, y a su “Oratorio a las Madres”: Madre /temprano
empieza el alma a dolor / pálida / a incierta luz explora tu no estar / fuimos
uno / hijo /un solo ser en dos / te abrigué, te gesté, te diste / con mi cuerpo
vacío de vos /eras mío / ¿hasta cuándo? “hasta encontrarlos”. lo volvería a mi
vientre / a mi abrigo / a mi mar / otra vez lo nacería
La madre y el hijo desaparecido se buscan por
medio de una danza alrededor del árbol de la vida, se hablan en la oscuridad,
se miran en los cuartos vacíos. La madre finalmente dialoga con ese hijo que va
buscando y pariendo al mismo tiempo.
Las Madres y el sueño demasiado real de la
lucha de la vida contra la muerte, insisto, de la luz contra las tinieblas. No
tiene fin, porque aun cuando el cuerpo aparece, no repara la calamidad, no está
vivo. De alguna manera, para las Madres, sigue desaparecido. Solo ellas lo
vuelven a parir con la batalla cotidiana, que es el hecho poético que vuelve a
hacer parir a sus hijos.
Me gustaría cerrar con un poema que escuché
leer a Hebe evocando la figura del Che, y que a ella le atribuyo como autora,
con motivo de los 20 años de la Dictadura. Hebe inmortalizó esa lectura, la
fuerza profanatoria de Hebe al leer este poema es descomunal, vibra
profetizando la justicia que ha de llegar, la que llegó y hoy vemos. Hebe lee
con los tuétanos, con el arquetipo de madre, con el útero abierto al infinito,
con la electricidad de quien vaticina las generaciones que se venían. Sin miga
y cáscara de Benedetti. Que seamos como el Che!:
“Padre nuestro que estás en el tiempo/
sangre que corre por los ríos de América/ guerrillero intacto que invoca los
Andes/ sueños y esperanzas que inunda el corazón de los indios y corre por sus
venas/ santificado sea tu nombre/que comparte su luz con el sol/y esparce su
oscuridad de infierno sobre la serpiente del siglo veinte/esa misma serpiente
que nos brinda sus manzanas/ y sus transnacionales y sus bancos y sus deudas/
que nos quiere imponer su comercio/ y nos embarra con su mierda/ cárganos pues
en tus brazos de acero/ y haz que vengamos a tu reino para seguir viviendo como
tú vives/ para alzar nuestras armas y ofrendarlas al viento/ llévanos en tus
pupilas de fuego/en tu sonrisa de vida/y en tu garganta de vencedor
inmortal/hágase tu voluntad/ así en la tierra como en la tierra/ cubre este
continente que amanece resplandeciente en tus cabellos/y que busca su libertad
sin saber que ella es un pájaro/danos el pan nuestro de cada día/ no el de miga
y cáscara de Benedetti/sino el pan que necesitamos para alimentar nuestras
fuerzas y sueños de futuro/ el valor, el de la victoria/el que/ necesita Chile
y le falta a América/el que necesita Argentina/ni siquiera te pido que perdones
nuestras deuda/ porque jamás las pagaremos/pero sí ayúdanos a no perdonar a
nuestros deudores y enemigos/cabalga de nuevo sobre tu rocinante de ideas y
principios/y guíanos que llegó la hora de cobrarles/y de cobrar la vida de los
nuestros/te exijo, además/ que no nos deje caer en la tentación de traicionar
nuestros principios/ y apagar las voces de nuestras guitarras/de vender nuestra
poesía/en nombre del pobre/ de todos los sin trabajo/y del indio/y del espíritu
santo/Che”.