Toma Luis,
mañana es navidad
un pan dulce y un poco de vino
ya que no puedes comprar
Toma Luis, llévalo a tu casa
y podrás junto con tu padre
la navidad festejar
Mañana no vengas a trabajar
que el pueblo estará de fiesta
y no habrá tristezas
“Señora, gracias por lo que me da
pero yo no puedo esto llevar
porque mi vida no es de navidad
Señora, cree que mi pobreza
llegará al final comiendo pan
el día de navidad
Mi padre me dará algo mejor
me dirá que Jesús es como yo
y entonces así podré seguir
viviendo
…”
A VECES MI PUEBLO
AZUL ES GRIS
Vengo
desde un pueblo azul
donde el cardo juega con la luz
donde la tarde es tranquila
y es sencilla la tierra
Donde los ricos cantan
su grandeza y su riqueza
donde los pobres escupen
su angustia y su pobreza
Vengo desde un pueblo azul
donde el viento no tiene longitud
donde también se puede ver
de naranja el amanecer
Donde
los ricos cantan
su grandeza y su riqueza
donde los pobres escupen
su angustia y su pobreza
Recuerdo
esa navidad de 1973. Saqué el winco al jardín de la casa de mis padres y una y
otra vez puse este simple. “Donde los ricos cantan / su grandeza y su
riqueza / donde los pobres escupen / su angustia y su pobreza”. Ahora
el pueblo no está gris, está negro. Como una antigua tribu de soñadores, habrá
que encontrarse alrededor de la fogata y mantener el fuego que siempre nos
sostuvo.
En
disco simple León Gieco y su Banda de Caballos Cansados (por error dice “Caballeros”),
MH Music Hall, 1973.
León Gieco (Raúl Alberto Antonio Gieco) nació el 20 de
noviembre de 1951 en una chacra cercana a Cañada Rosquín, provincia de Santa
Fe. Músico y poeta popular. Fotos: Jmp. Disco simple, 1973.
El
descenso nos llama
como nos llamaba el ascenso.
La memoria es una
especie
de consumación,
una suerte de renovación,
incluso
de inicio, pues los espacios que abre son lugares nuevos
habitados por hordas
de especies
hasta entonces impensadas;
y sus movimientos
se orientan hacia
nuevos objetivos
(aun cuando antes hayan sido abandonados).
Ninguna derrota es enteramente una derrota, pues
el mundo que abre es siempre un sitio
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
abre paso a nuevos
lugares
y no hay blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo
de la blancura .
Con el atardecer, el amor despierta
aunque sus sombras —que dependen
de la luz del sol—
se adormecen y se apartan
del
deseo .
Despierta así un amor
sin sombras
que ha de crecer
con la noche.
Surgido de la desesperación,
inconcluso,
el descenso
despierta aun nuevo mundo
que es el reverso
de la desesperación.
Para lo que no podemos lograr,
lo que
se niega al amor,
lo que perdimos por
anticiparnos,
se abre un descenso
sin fin, e indestructible .
LA HOSTIA
De acuerdo
a sus necesidades,
este alto predicador negro
(a una mesa separada del
resto de su grupo);
estas
dos jóvenes monjas irlandesas
(a describir más adelante)
y este anglicano canoso han venido,
tontamente,
a compartir la hostia servida para
ellos
(y para mí)
por
las cansadas camareras.
Es la
necesidad común
(ya que todos debemos comer)
la que vuelve sagrado
todo esto.
A la
hora de rezar, los ayudantes
del predicador son más abiertos
aunque lo hacen en voz
baja,
como
se espera
en un lugar
público. Las monjas,
de
perfil, van de negro.
El clérigo cena solo.
Su cabeza inclinada revela
un
mechón rebelde
en su coronilla.
No me
canso de mirar.
Los predicadores comen bien:
ostras fritas, y cuanto hay
en el
bar, digno de una estación ferroviaria.
Las hermanas terminan pronto. Uno mira
fijamente al irse,
bajo
sus cejas resueltas descubro
unos ojos azules.
Yo tengo los ojos
marrones
y una boca menos rígida.
No hay
nada de comer,
sino el cuerpo de Cristo,
sin importar dónde se
busque.
Las benditas
plantas
y el mar lo entregan
intacto a la imaginación.
Y es así
como se hace
real,
para amargura
de las
pobres bestias
que sufren y mueren
para que vivamos.
Los predicadores,
bien alimentados,
las monjas de ojos brillantes y boca
sin labios,
el alto
y
canoso anglicano,
lo proclaman con su apetito,
lo mismo que yo, mientras
mastico
con mis dientes gastados:
el Señor es mi pastor,
nada me faltará.
No importa
lo bien que coman
qué tan delicadamente
se lleven la comida a la boca,
¡todo
sucede
de acuerdo a la imaginación!
¡Solo
la imaginación
es real! Ellos lo han imaginado,
y así sucede.
De los
predicadores,
piernilargos como corresponde a su
raza,
solo las mujeres, dóciles,
me
sonrieron cuando
les hablé
con los ojos.
Las monjas…
aunque, en realidad,
solo vi un rostro joven
y tapado hasta las cejas.
Sencillamente
eso.
El clérigo, sin duda
formado en una buena
escuela,
fue
quien más me interesó:
alguien con quien
se podría conversar.
Nadie estaba
allí
sino por
la comida. Quedo solo yo,
siendo
poeta,
hubiera podido darles.
Pero yo,
para
hablar, solo tenía
mis ojos.
En
La música del desierto y otros poemas (1954), edición bilingüe, Lumen, 2010.
Traducción: Juan Antonio Montiel.
William
Carlos Williams (Rutherford, Nueva Jersey, EEUU, 17 de septiembre de 1883 – 4
de marzo de 1963). Fotos: Jmp
Búsquenme donde se esconde el sol,
donde exista una canción.
Búsquenme a orillas del mar,
besando la espuma y la sal.
Búsquenme, me encontrarán
en el país de la libertad,
de la libertad.
Búsquenme donde se detiene el viento,
donde haya paz o no exista el tiempo.
Donde el sol seca las lágrimas
de las nubes en la mañana.
Búsquenme, me encontrarán
en el país de la libertad,
de la libertad.
DÉJAME QUE TE
SIENTA
Déjame que descanse en tus pensamientos libres.
Déjame que recorra las flores de tu tierra virgen.
Déjame que te sienta de algodón y de sol.
Déjame que abra tu piel cerrada de hierbas frescas.
Déjame que recorra tus pechos de frutas maduras.
Déjame que te sienta de algodón y de sol.
Déjame que sienta tu licor de flores blancas.
Déjame que recorra tu vientre de abejas mansas.
Déjame que te sienta de algodón y de sol.
CADA DÍA SOMOS MÁS
Día tras día los tiempos cambian
y son nuevas las mañanas.
Cada hombre joven con sus fuerzas
ya quieren la tierra libre pisar.
Todos canten, todos griten, todos vivan
que estos son tiempos de pensar
que cada día somos más.
Que estos son tiempos de pensar
que cada día somos más.
Día tras día se abre la esperanza
de que tenga cada uno un lugar.
Mentes calladas ya despiertan
a latidos de sus almas.
Y estos son tiempos de pensar
que cada día somos más.
SEAMOS TODOS
CABALLOS
Hombre crea tu paz y entonces habrá flor.
Hombre róbate la oscuridad y también las guerras.
Que amanecer tan largo estamos viviendo
sin pensamientos, y el hombre dejó de serlo,
y el hombre dejó de serlo.
Seamos todos caballos y entonces habrá paz.
Seamos todos caballos y habrá libertad.
Porque los caballos tienen amaneceres blancos.
Porque los caballos son carceleros del campo,
y el hombre de sus hermanos.
Seamos todos caballos y entonces habrá flor.
Seamos todos caballos y abra color verde.
Porque los caballos tienen amaneceres blancos.
Porque los caballos son carceleros del campo,
y el hombre de sus hermanos
HOMBRES DE HIERRO
Larga muchacho tu voz joven
como larga la luz del sol.
Que aunque tenga que estrellarse
contra un paredón.
Que aunque tenga que estrellarse
se dividirá en dos.
Suelta muchacho tus pensamientos
como anda suelto el viento.
Sos la esperanza y la voz que vendrá
a florecer en la nueva tierra.
Hombres de hierro que no escuchan la voz.
Hombres de hierro que no escuchan el grito.
Hombres de hierro que no escuchan el dolor.
Gente que avanza se puede matar
pero los pensamientos quedarán.
Puntas agudas ensucian el cielo
como la sangre en la tierra.
Dile a esos hombres que traten de usar
a cambio de las armas sus cabezas.
Hombres de hierro que no escuchan la voz.
Hombres de hierro que no escuchan el grito.
Hombres de hierro que no escuchan el llanto.
Gente que avanza se puede matar
pero los pensamientos quedarán.
MARÍA DEL CAMPO
María nació en el campo, junto con la libertad.
Tiene la piel del viento, tiene los pies de hierba
y los ojos del cielo.
Tiene las manos duras como la tierra del corral.
Tiene las manos duras como la tierra del corral,
como la tierra del corral, como la tierra del corral.
No se necesita, no se necesita, dice María,
tener las manos blandas para ser mujer.
Tener las manos blandas para ser mujer.
Trae la miel del campo a la ciudad.
Trae la miel del campo a la ciudad
porque aquí no hay flor, porque aquí no hay flor.
Tiene las manos duras como la tierra del corral.
Tiene las manos duras como la tierra del corral,
como la tierra del corral, como la tierra del corral.
No se necesita, no se necesita, dice María.
TODOS LOS CABALLOS
BLANCOS
Voy andando y siento el sol
de la tarde en mis espaldas
y en mi frente siento el sol
de la mañana.
Todos los caballos blancos
todos los caballos blancos
y el campo y el campo y el campo.
Voy bajando por caminos
que cruzan las tierras mansas.
Qué bueno es olvidarse un poco
de la gente que nos roba y que nos mata.
Todos los caballos blancos
todos los caballos blancos
y el campo y el campo y el campo.
CAMPESINOS DEL
NORTE
La tierra está dormida
y el sol ya la despierta
y trae despacio el día.
Sube el carro lento tirado por bueyes mansos.
Caminos de piedra santas color blancas
flores color lila al pasar.
Sobre el carro viejo campesinos van a trabajar.
Saben que a las doce una campana sonará
y tristes vendrán donde hay poco pan
y con vino del valle se pondrán alegres a cantar.
Quema el sol muy fuerte su piel y sus fuerzas
pero pronto la noche llegará.
Y juntos vendrán lento caminar a su hogar.
Suena la campana y apuran su marcha
y tristes vendrán donde hay poco pan
y con vino del valle se pondrán alegres a cantar.
SOLES GRISES Y
MARES ROJOS
La tierra es tierra
y es de algunos ¿por qué?
Igual que la vida.
El pan es pan
y es de algunos ¿por qué?
Igual que una herida.
Soles grises nos dan la luz.
Mares rojos nos dan lluvia, nos dan lluvia
En la tierra ya crecen flores sin colores.
En la tierra ya crecen flores sin colores.
Quién se está robando de la tierra
el color del sol de la tarde.
Quién se está pintando las piedras de su mente
con el color de Dios.
Soles grises nos dan la luz.
Mares rojos nos dan lluvia, nos dan lluvia.
En la tierra ya crecen flores sin colores.
En la tierra ya crecen flores sin colores.
LA COLINA SOBRE EL
TERCIOPELO
Aunque venga el invierno y se robe las hojas y la flor
siempre habrá un lugar donde descansar y eso será
en la colina de sol, sobre el terciopelo marrón
te llevaré.
Aunque siga la ciudad con sus gritos y sus quejas
siempre habrá un lugar donde descansar y eso será
en la colina de sol, sobre el terciopelo marrón
te llevaré.
Aunque vendan flores de papel sin perfumes ni color
siempre habrá un lugar donde descansar y eso será
en la colina de sol, sobre el terciopelo marrón
te llevaré.
En León Gieco, primer elepé, 1973. Grabado durante 1972-1973 en el
estudio de José Netto Producciones. León Gieco: letra y música de todos los temas,
guitarra acústica, armónica y voz. Dirección musical y arreglos, guitarras,
charango y voz: Gustavo Santaolalla. Ara Tokatlian: flauta y órgano. Guillermo Bordarampé:
bajo. Horacio Gianello:
batería y bombos legueros. Vicente Busso: batería. Miguel y Eugenio (Pérez): voces. Luis Cesio y Ruben Melogno (grupo uruguayo Psiglo): voces.
León Gieco (Raúl Alberto Antonio Gieco) nació el 20 de
noviembre de 1951 en una chacra cercana a Cañada Rosquín, provincia de Santa
Fe. Músico y poeta popular. Fotos: Jmp. Detalle de póster revista Pelo, circa
1973.
Cuenta la gente que hace muchísimos años,
tantos que no es posible llevarlos en cuenta, los espíritus malignos agobiaban
constantemente a la gente mapuche. Ronquenquén acechaba a las criaturas,
aprovechaba cualquier circunstancia favorable para hacerle mal. Cuando algún
niño se alejaba de la toldería, le provocaba algún accidente entre las rocas o
lo hacía caer al río o morder por alguna víbora venenosa.
Maipe sembraba los vientos malignos que
traían dolores y malestares constantemente.
Todos los espíritus obraban bajo la
inspiración del maligno Hecufü. Las fuerzas de los espíritus benéficos no
podían vencerlos.
Entonces Chachao –padre de los dioses buenos– envió a la tierra a otro
espíritu más poderoso que hiciera el bien. Así fue como vino Quimé Huenú,
el espíritu de la bondad, a los valles patagónicos.
Cuando una persona era acechada por algún
espíritu maligno que rondaba por la comarca, el Quimé Huenú desde las
profundidades de los valles, elevaba una canción triste y quejumbrosa que por
sí sola era una señal de advertencia. Entonces quien la escuchaba sabía
que estaba ante algún peligro o se había equivocado de camino y así podía
evitar al enviado del Huekufü.
De esa forma se salvaron muchas vidas y
fue conjurada la saña implacable de los espíritus maléficos.
Cuando llegaron los huincas, el Quimé
Huenú cantaba sin cesar todas las noches y su música llegaba como triste
presagio a todos los toldos.
Después nadie la volvió a oír jamás. Pero
el recuerdo de ese espíritu bondadoso quedó para siempre entre los mapuches.
En Cuentan los mapuches, antología, Nuevo
Siglo, 1995. Edición de César A. Fernández. Recopilado por Lázaro Flury en 1948
y narrado por los caciques Antonio Ñanculef, José Coliman y Juan Palma (de
Chubut y Río Negro). Fotos: Jmp
Como
Nota al pie de página, leemos: “L. Flury traduce Huenú (/wenu/) como ‘amigo’, vocablo
que significa ‘cielo’; seguramente los relatores han dicho /wenüi/ equivalente
a ‘amigo’.
Con respecto al origen y autenticidad del texto, L. Flury (1948, p. 212) señala
que no tiene información bibliográfica sobre el mismo, pero, como le ha sido
relatado por tres caciques diferentes, entiende que se trata ‘de una hermosa
leyenda salvada del olvido, gracias al culto que ese pueblo rinde a sus
antepasados’.”