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miércoles, 11 de octubre de 2017

Christian Kupchik, Dos poemas parharoldo conti


ISLAS

dos poemas parharoldo conti

  1. SUDESTE

el corazón de las tinieblas es verde.
el río es el tiempo.
el atardecer bajando como un ladrón
sorprendía con ocres gastados
un silencio de cigarrillos húmedos,
sólo interrumpido
por el lamento rutinario de algún bayo,
o el grito herido de una gallineta de monte.
en el canal                                  a lo lejos
roncaba una laucha almacenera.
el río es esta ancha y vasta soledad
          este cielo
          este aire
y las islas sumidas en esa bruma infinita.

mañana será otra vez
los golpes de los remos alargando el sopor,
extendiendo un fastidio progresivo
de vagabundaje por el hastío
          será otra vez
la vieja y su lucha en los juncales
          será otra vez
la mirada triste o absurda de los peces
          será otra vez
la muerte del aleluya repitiéndose
por siempre desde el cuarentayocho,
alguna borrachera con caña quemada…
mañana será otra vez
la esperanza de un barco.

el sudeste silbó despacio
enroscándose en los huesos del río.

la vieja
          apagó el farol.


  1. DESDE LAS VÍAS

el otro cambio, los que se fueron
litto nebbia

levanto la cabeza y respiro
hondo                     hundo
la cabeza en el áspero aliento
                              del río.
hay luces por todas partes
                              que sólo sirven para confundir
aquí                        entre estas latas
donde las casillas oscilan como globos
y las ventanas de los trenes
                               puntean velozmente la penumbra…
la cabina de señales
                               cabecea igual que una chata arenera
al fondo
                               el lívido resplandor de un verano
                               se desvanece con el día
y más atrás aún
tiemblan                  se encogen
los focos empañados de automóviles
                               que bailotean como un tropel de mástiles
las grúas de las dársenas
                               y por encima de todo
la chimenea de una usina
                               se elevan sobre la mugrienta
                               claridad del amanecer.

la vida
reducida a un punto sanguinolento
una galleta               un vino
una interminable hilera de camiones,
una tarde en las vías abandonadas…

-y allá mi cabeza,
a reunirse con los que se fueron-

las villas todavía están
                                envueltas en la niebla naranja
y aquello parece
                                el comienzo de los tiempos.

la propia llama del calentador
se opaca                   destiñe.
mi madre y las cosas
aparecen cubiertas de ceniza.


En: Jonás y los sueños diurnos, Corregidor, 1983.

Christian Kupchik (Buenos Aires, 25 de diciembre de 1954). Foto: Jmp

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