DOMINGO POR LA NOCHE
Qué divertido sería que papá y yo nos
casáramos. ¡Él no podría engañarme, ni yo a él! Vendría a casa y me diría, como
le dijo una vez a Maruca cuando ella le preguntó dónde había estado: “Pues,
vengo de estar en los brazos de una hermosa rubia”. Maruca rió, no le creyó,
mientras que yo reconocería una de mis confesiones risueñas que nadie se toma
en serio, como esa tarde que le dije a Ana María: “¡Hugh no te ha invitado a
cabalgar probablemente porque su mujer está celosa y no se lo permite!”. (Lo
cual era cierto, pero Ana María rió incrédula.) Pero dudo de que reiríamos
alegremente, como deberíamos. ¡A papá no le gustaría que le hicieran sus propias
bromas!
Se me hace que papá le hace el amor a
Jeanne mientras yo me acuesto con Henry. Los dos anhelamos un final para
nuestra carrera como amantes: ¡un final ideal, un sueño de fidelidad! Pero es
puro humo.
¿Quién será el primero en confesar la
verdad?
¡Se necesita mucho coraje para confesar
esas verdades, porque uno teme las represalias!
Apenas uno se hace fuerte, debe aceptar
las consecuencias. Nadie siente compasión por los fuertes y valientes. La gente
los combate. (Nadie se apiadó de June.) Hoy soy más fuerte, por lo tanto me
tratarían con menos consideración.
En:
Incesto. Diario no expurgado, 1932-1934, Emecé, 1995. Traducción: Daniel
Zadunaisky.
Anaïs
Nin (Francia, 21 de febrero de 1903 – EEUU, 14 de enero de 1977). Foto: Jmp
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