Durante los siglos XVIII y XIX, la mayoría
de las protestas más directas en contra de la injusticia social se hacían en
prosa. Eran discursos lógicos escritos con el convencimiento de que, llegado el
momento, el mundo volvería a entrar en razón, y de que, al fin y al cabo, ésta
está del lado de la historia. Hoy esto no está tan claro. No hay nada que
garantice ese final. No es muy probable que una era futura de felicidad
universal vaya a redimir el sufrimiento del presente y del pasado. El mal es
una realidad constante, irradicable. Todo esto significa que la resolución, el
aceptar el sentido que hemos de darle a la vida, no puede quedar aplazada por más
tiempo. No podemos fiarnos del futuro. El momento de la verdad es ahora. Y cada
vez más será la poesía, y no la prosa, la receptora de esta verdad. La prosa es
mucho más confiada que la poesía; ésta
habla a la herida inmediata.
En:
“Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos”, Hermann Blume, España, 1986
(primera edición inglesa, 1984). Traducción: Pilar Vázquez Álvarez.
John
Berger (Londres, Inglaterra, 5 de noviembre de 1926 – París, Francia, 2 de
enero de 2017). Foto: Jmp
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