DAMA DE CORAZÓN
Yo hubiese perseguido un objetivo, pero no
tengo objetivo. Como la gramilla en la tierra áspera soy apenas una pluma,
apenas una espina en el invierno, y bajo las lluvias y los soles del estío una
insensata exaltación. Guadaña en mano, me vuelves apacible, pero por poco
tiempo, si no te ayuda mi sed. De esta manera, a veces creo en mi eternidad,
aunque no es eso lo que importa. Lo que importa es esta condición salvaje en
una tierra a la que, en todas direcciones, asuelan, oh cuidadoso, tus cementes
armados.
EPIGRAFÍA
“Cuando tú, Señor, urdías y atesorabas, yo
fui dispensador de puros signos, y era más grande la extensión de mi reino. Cuando
temías, yo avanzaba en la noche, y eran asombrosos mis encuentros. Cuando depredabas,
yo hacía el amor. Y ahora somos la misma tierra y el mismo silencio.”
LA VOZ
No buscamos la paz –menos aún la paz de los justos–, buscamos las tierras altas. Cobre
ardiente buscamos. Y, como siempre, la magnífica libertad. Por eso comenzamos
por emprender, serenamente, una terrible guerra de lenguajes. Danza nupcial o
macabra, un mismo esplendor nos sirve de intermediario. El hombre a quien los
dioses hicieron el honor de la llaga será nuestro amigo. Su voz resuena más allá
de la muerte y guarda nuestros cantos.
En
revista Macedonio, año 2, número 6/7, junio de 1970. Directores: Juan Carlos
Martini y Alberto Vanasco.
Raúl
Gustavo Aguirre (Buenos Aires, 2 de enero de 1927 – 18 de enero de 1983). Foto:
Jmp
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