NECESIDAD
Primero
un epígrafe rotundo, convincente.
Después ese pronombre en la dedicatoria.
Abajo, un verso limpio, exacto, trabajado,
bien pulido, aunque el pobre no sea inolvidable.
Otro verso más claro, la sencilla metáfora
del verso que le sigue, tal vez algún recurso
que mantenga la idea y luego un tropo, alguno
que haga chocar las piedras de la alegre semántica
para que saquen chispas que alcancen la hojarasca
y se produzca el fuego. Entonces está listo:
se borra aquel epígrafe, se tacha el nombre de ella,
se suprimen los versos (los exactos, los limpios,
los pulidos, los otros). Se despoja el poema
de metáforas, tropos. Se abandona dejando
la hoja blanca manchada de palabras que digan
ciertas cosas humanas cuando alguno las lea.
Después ese pronombre en la dedicatoria.
Abajo, un verso limpio, exacto, trabajado,
bien pulido, aunque el pobre no sea inolvidable.
Otro verso más claro, la sencilla metáfora
del verso que le sigue, tal vez algún recurso
que mantenga la idea y luego un tropo, alguno
que haga chocar las piedras de la alegre semántica
para que saquen chispas que alcancen la hojarasca
y se produzca el fuego. Entonces está listo:
se borra aquel epígrafe, se tacha el nombre de ella,
se suprimen los versos (los exactos, los limpios,
los pulidos, los otros). Se despoja el poema
de metáforas, tropos. Se abandona dejando
la hoja blanca manchada de palabras que digan
ciertas cosas humanas cuando alguno las lea.
PERCUSIONES
(Canto
grave para tambor solo)
madre
madre muerta
mi tambor sobre tu tumba madre muerta
suena el cuero del tambor sobre tu tumba
y mis manos sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
las uñas de mis manos
golpeando sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
madre muerta
la sangre de las uñas de mis manos
sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
la sangre de tu cuello está en las uñas de mis manos
que golpean sobre el cuero del tambor
sobre tu tumba tumba madre muerta
madre
madre muerta
mi tambor sobre tu tumba madre muerta
suena el cuero del tambor sobre tu tumba
y mis manos sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
las uñas de mis manos
golpeando sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
madre muerta
la sangre de las uñas de mis manos
sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
la sangre de tu cuello está en las uñas de mis manos
que golpean sobre el cuero del tambor
sobre tu tumba tumba madre muerta
SEGURIDADES
hoy amo a una mujer que no está cerca
que no está lejos siquiera
que no está
y dondequiera que exista si es que existe
será inútil pensar que me conoce
que ha escuchado mi desorden o mi grito
no queda mucho más:
inventar que en la casa alguien espera
y pensar que el amor seguramente existe
si uno ha sentido un odio inexplicable
hoy amo a una mujer que no está cerca
que no está lejos siquiera
que no está
y dondequiera que exista si es que existe
será inútil pensar que me conoce
que ha escuchado mi desorden o mi grito
no queda mucho más:
inventar que en la casa alguien espera
y pensar que el amor seguramente existe
si uno ha sentido un odio inexplicable
UNA VEZ LO DIJE PERO AHORA HA
VUELTO A SUCEDER
Esa
mujer paseaba con su aroma
Un día trajo
sus labios acostumbrados a la guerra
y un ciclón adentro de su blusa
entonces sobrevino la catástrofe
Un día trajo
sus labios acostumbrados a la guerra
y un ciclón adentro de su blusa
entonces sobrevino la catástrofe
POEMA ENCONTRADO EN UN RINCÓN
Los
amantes fueron un día adolescentes
se arrancaron con furia el cordón umbilical
para entrar en algún cálido lugar de la mañana
Se cubrieron con sábanas oscuras
dolorosas y limpias
y empezaron a odiar
quiero decir
se amaron
se arrancaron con furia el cordón umbilical
para entrar en algún cálido lugar de la mañana
Se cubrieron con sábanas oscuras
dolorosas y limpias
y empezaron a odiar
quiero decir
se amaron
OTRAS PALABRAS
Las
palabras son a veces
igualmente
dulces y redondas
que
las uvas
Mientras
la zorra claudica
frente
al alto racimo
escribo
yo
ÉL SIN MIEDO CANTABA
Han
pasado veinte años de los primeros versos
que
escribió aquel muchacho de la barba rojiza,
con su
tinta nerviosa. Han pasado veinte años,
acaso
la hora exacta era la más oscura
pues
su barco zarpaba en busca del océano
sin
saber si existía. Y en esas condiciones
él sin
miedo cantaba como si tal empresa
requiriera
su vida. Así era aquel viaje.
En:
Dos Siglos de Poesía Mexicana. Del XIX al fin del milenio: Una antología,
Editorial Océano, México, 2001.
Eduardo
Langagne (Ciudad de México, 21 de diciembre de 1952). Foto: Jmp.
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