VOCES
Situado
en alguna nebulosa lejana hago lo que hago, para que el universal equilibrio de
que soy parte no pierda el equilibrio.
Quien
ha visto vaciarse todo, casi sabe de qué se llena todo.
La
verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son
suicidas.
Trátame
como debes tratarme, no como merezco ser tratado.
No
hallé como quien ser, en ninguno. Y me quedé, así: como ninguno.
Dios
mío, casi no he creído nunca en ti, pero siempre te he amado.
Se
vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.
Una
cosa sana no respira.
Han
dejado de engañarte, no de quererte. Y te parece que han dejado de quererte.
Un
rayo de luz borró tu nombre. No sé más quién eres.
Cien
hombres, juntos, son la centésima parte de un hombre.
Lo
lejano, lo muy lejano, lo más lejano, solo lo hallé en mi sangre.
Quien
dice la verdad, casi no dice nada.
Éramos
yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba.
La
tierra tiene lo que tú levantas de la tierra. Nada más tiene.
Entra
una nueva pena y las viejas penas de la casa la reciben calladas, no
muertas.
Quiero
por lo que quise, y lo que quise, no volvería a quererlo.
Sí,
son millones de estrellas. Y millones de estrellas son dos ojos que las
miran.
Hablo
pensando que no debiera hablar: así hablo.
A
veces creo que no existe todo lo que veo. Porque todo lo que veo es todo
lo que vi. Y todo lo que vi no existe.
Hay
dolores que han perdido la memoria y no recuerdan por qué son dolores.
Dirán
que andas por un camino equivocado, si andas por tu camino.
Y
seguiré navegando por mares ajenos hasta naufragar en mi mar.
El
dolor no nos sigue: camina adelante.
Cuando
todo está hecho, las mañanas son tristes.
El ir
derecho acorta las distancias, y también la vida.
El
fenecer de un alma es leve, muy leve, casi silencio.
Como
me hice, no volvería a hacerme. Tal vez volvería a hacerme como me
deshago.
Quien
no sabe creer, no debiera saber.
Qué te
he dado, lo sé. Qué has recibido, no lo sé.
Cayó
como un ala para no lastimarte.
Quien
asciende peldaño a peldaño, se halla siempre a la altura de un peldaño.
Hallé
lo más bello de las flores en las flores caídas.
La
tragedia del hombre es mayor cuando se la deja caer.
El sol
ilumina la noche, no la convierte en luz.
Ellos
también son como yo, me digo. Y así me defiendo de ellos. Y así me defiendo de
mí.
Si
nunca me olvidase de nada de lo que hay en ti, nunca hallaría nada nuevo en
ti.
VOCES NUEVAS
Todas
las cosas pronuncian nombres.
El
viaje: un partir de mí, un infinito de distancias infinitas y
un arribar a mí.
un arribar a mí.
La
selección de textos de Porchia las realicé basándome en mis lecturas de hace 30
años atrás, marcadas con lápiz en una de las varias ediciones que poseo de
“Voces”. Una manera de recuperar a ese lector que una vez fui, tan diferente al
de ahora, con muchas más lecturas y, posiblemente, la misma pasión. jmp
En
“Voces”, Hachette, Buenos Aires, décima edición, 1974.
Antonio
Porchia (Conflenti, Italia, 13 de noviembre de 1886 - Buenos Aires, 9 de
noviembre de 1968). Foto. Antonio Porchia. Lysandro Z. D. Galtier, 1964.
Toca el alma, la desnuda, la ilumina, la entristece, cómo esa letra que dice: Sabe a derrota y a miel!
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