DIBUJOS PARA CLARA
Al amor que nunca sabemos dónde ni cómo,
al amor que no podemos dominar ni liberar.
W. H. Auden, La Ley se parece al Amor
1
De un papel en
blanco sobre la mesa
no sólo esperes la
necesidad de una
escritura que nos
incluya, o que hable
a la vez de
nosotros y de los otros,
del envase social
que nos contiene.
A veces, unos
trazos mudos y rápidos
les ganan de mano a
las palabras
sin que pueda hacer
algo por evitarlo,
y no porque ya no
se me ocurra ninguna
o sea incapaz de
volver a escribirlas.
Las dejo de lado
por un momento,
por un día, varios,
según, y te escribo
con dibujos. Esta
vez son tres dibujos
diferentes, que
salen del frasco de tinta
china en una
secuencia espontánea.
En el primero, en
lugar de pies, tenés
rueditas, dos, con
las que te deslizás
entre los sauces,
desde el puente de
madera hasta el
codo ancho del río,
que tiene su
doblés, y vuelve como si
se arrepintiera
para que te vuelva a ver
en la claridad del
agua y del papel donde
mi pulso animado
hizo de las suyas.
Un dibujo
imperfecto pero con gracia.
En el segundo das
brazadas en el agua,
en esa misma agua,
donde es honda
la corriente, nadando
crol hacia la orilla.
El último dibujo es
un caballo de pelo
overo, echado en el
pasto con los ojos
cerrados. El
caballo soy yo, dormitando,
a la espera de que
me despierte tu llegada.
2
Hoy, una vez más,
no garrapateo
las palabras
desvergonzadas de
viejas cartas o
escritos en un papel
ni golpeteo el
teclado indiferente
con la prolijidad
del oficinista,
sino que te hago
llegar un dibujo.
Estamos los dos en
esos trazos: una
mujer y un hombre
que se miran,
se rozan la nariz,
no se dicen nada.
Si fuera necesario,
alguno de los dos
hablará primero,
pero ¿quién?
Dudo (porque no lo
sé) que sea
dentro del dibujo
que te envío,
terminado con todos
los detalles,
porque me dijiste
que te gustaba
cuando hice los
primeros trazos
“reveladores”, que
comenzaron
a tener efecto con
paráfrasis incluida:
“hay dibujos que
valen por mil fotos”.
Y en buena hora lo
dicho dicho está.
A no agregar ningún
detalle, entonces,
porque fuera de
toda especulación verbal
en este papel de
tamaño regular
te va a llegar el silencio
de esos dos
que siguen
mirándose en el dibujo.
3
Lo intento en vano;
hoy tampoco
me salen palabras
para vos,
sólo dan vueltas
inexpresivas
en el vacío de la
mente sin tocarse.
Cuando no llegan
las palabras,
o cuando las
palabras que llegan,
y en la forma que
llegan, no son
las esperadas, las
opciones se reducen
a cero y lo primero
que pienso es
en dibujar para que
otros aspectos
de los hechos
puedan revelarse.
Y así como lo digo
me lo digo:
—Quiero dibujar.
—¿Dibujar qué?
—Si fuera posible
dibujar cosas,
personas, animales,
bajo el aspecto
que deseen
presentarse. Por ahora,
sólo quiero tener
ganas de dibujar.
Me estoy
proponiendo tener ganas
de dibujar; me hace
bien sólo pensarlo.
—¿Pensar qué?
Pensar en tener
ganas de dibujar.
Pensarlo, para
comenzar a tener ganas.
Hasta que sólo
queden las ganas, sin pensarlo,
y tome el lápiz o
el plumín y comience
a dibujar para vos,
mi Clara, lo dicho:
cosas, personas,
animales, que puedan tener
una existencia
merecida en nosotros.
En:
“El jugador de fútbol”, Ediciones La Carta de Oliver, 2015.
Juan
Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954).
Foto: En revista de
poesía “El espiniyo”, número 4, otoño – invierno, 2006.
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