TIERRAS EN EROSIÓN
Se diría que reino sobre estos territorios,
se diría que a veces los recorro desde la falsa costa hasta la zona del gran fuego central
como a tierra de nadie,
como a región baldía sometida a mi arbitrio por la ley del saqueo y el sol de la costumbre.
Se diría que son las heredades para mi epifanía.
Se diría que oponen sus murallas en marcha contra los invasores,
que abren sus acueductos para multiplicar mi nombre y mi lugar,
que organizan las grandes plantaciones como colonias del Edén perdido,
que erigen uno a uno estos vivos menhires para oficiar mi salvación.
¡Sagrada ceremonia la que urdimos en tierra mis tejidos y yo!
Y sin embargo acechan como tembladerales palpitantes
esta noche de pájaro en clausura donde caigo sin fin,
remolino hacia adentro,
girando con el cielo cerrado que me habita y no logro alcanzar.
Y de pronto, sin más, sin ir más lejos,
soy como una fisura en esta incomprensible geología,
como burbuja a ciegas por estos laberintos que no sé adónde dan.
Me arrastran a mansalva de una punta a la otra
estas negras gargantas que me devoran sin cesar.
Me sofocan con fibras de humedad,
me trituran entre fauces de hueso como a una mariposa,
me destilan en sordas tuberías y en ávidas esponjas que respiran como los lentos monstruos de la profundidad,
me empapan en sentinas,
me ligan con tendones y con nervios hasta la desunión,
me ponen a secar en la negrura de este sol interior,
me abandonan como resaca muerta a la furia de todas las corrientes
hasta la gran caída y el vértigo final,
siempre inminente,
siempre a punto de erizarme de golpe contra el acantilado de la insufrible luz.
¡Qué lugar para crecer y para amar!
¡Tantos derrumbes, tantas fundaciones, tantas metamorfosis insensatas!
¡Tantas embalsamadas batallas que se animan en un foso del alma!
¿Tanta carnicería de leyenda levantada en mi honor?
CORRE SOBRE LOS MUELLES
Hace ya muchos años que corres dando tumbos por estos laberintos
y aún ahora no logro .comprender si buscas a borbotones la salida
o si acudes como un manso ganado a ese último recinto donde se fragua el crimen con las puertas abiertas.
Sólo sé que me llevas a cuestas por este mapa al rojo que anticipa el destino
y que acato las tablas de tu implacable ley
bajo el hacha de un solo mandamiento.
Hemos firmado un pacto de guardianas en esta extraña cárcel que remonta en la noche la corriente,
más alertas que un faro,
y no importa que a veces me arrebaten las sombras de otros vuelos
o que te precipites con un grito de triunfo en el cadalso.
Porque al final de cada deserción estamos juntas,
con una llaga más, con un vacío menos,
y pagamos a medias el precio del rescate para seguir hirviendo en la misma caldera.
Pero ¿quién rige a quién en esta enajenada travesía casi a ras del planeta?
¿Quién soy, ajena a ti, en este visionario depósito de templos sobre lunas y jardines errantes sobre arenas?
¿Dónde está mi lugar entre estas pertenencias por las que me deslizo como la nervadura de un escalofrío?
En cada encrucijada donde escarbo ni nombre compruebo que no estoy.
¡Sangre insensata, sangre peligrosa, mi sangre de sonámbula a punto de caer!
No juegues a perderme en estas destilerías palpitantes;
no me filtres ahora con tu alquimia de animal iniciado en todos los arcanos
ni me arrojes desnuda e ignorante contra el indescifrable grimorio de los cielos,
porque tú y yo no somos dos mitades de una inútil batalla,
ni siquiera dos caras acuñadas por la misma derrota,
sino tal vez apenas una pequeña parte de algún huésped sin número y sin rostro que aguarda en el umbral.
¡Vamos, entonces, sangre ilimitada, sangre de abrazo, sangre de colmena!
Envuélveme otra vez en esa miel caliente con que pegas los trozos de este mundo para erigir la torre:
tu Babel de un vocablo hasta el final.
Has fundado tu reino en la tormenta,
bajo el ala inasible de una desesperada y única primavera.
Has acarreado herencias, combates y naufragios insolubles como el cristal azul de la memoria en la sal de las lágrimas.
Has apilado bosques, insomnios y fantasmas embalsamados vivos
en estas galerías delirantes que solamente se abren para volver a entrar.
Has hurgado en la lumbre de la fiebre y el ocio para extraer esa tinaja de oro que irremediablemente se convierte en carbón.
Has encerrado el mar en un sollozo y has guardado los ojos del abismo vistos desde lo alto del amor.
Vestida estás de reina, de bruja y de mendiga.
Y aún sigues transitando por esta red de venas y de arterias,
bajo los dos relámpagos que iluminan tu noche con el signo de la purificación,
mientras arrastras fardos y canciones lo mismo que la loca de los muelles
o igual que una inmigrante que se lleva en pedazos su país,
para depositar toda tu carga de pruebas y de errores a los pies del gran mártir o el pequeño verdugo:
ese juez prodigioso que bajó al sexto día,
que está sentado aquí, a la siniestra, en su sitial de zarzas,
y que será juzgado por vivos y por muertos.
En Museo salvaje / Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina, primera edición 12 de diciembre de 1974 / Selección y fotos: jmp / Gracias a Lis que me facilitó esta edición de tan hermoso libro /
Olga (Noemí Gugliotta) Orozco (Toay, provincia de La Pampa, 17 de marzo de 1920 – Buenos Aires, 15 de agosto de 1999) /
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-
Olga Orozco, “Lamento de Jonás”
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