24 [de enero de 1922]
(…)
Mi desarrollo ha sido sencillo. Cuando todavía estaba contento, quería estar descontento, y con todos los medios de la época y de la tradición que me eran accesibles me empujaba a mí mismo al descontento, y entonces quería volverme atrás. Por lo tanto, siempre estaba descontento, también con mi descontento. Es notable el hecho de que, con una sistemática suficiente, la comedia pueda convertirse en realidad. Mi decadencia espiritual comenzó con un juego pueril, aunque puerilmente consciente. Contraía artificialmente, por ejemplo, mis músculos faciales, caminaba por el Graben con los brazos cruzados detrás de la cabeza. Un juego puerilmente repelente, pero que salió bien. (Algo parecido ocurrió con el desarrollo de mi escritura, sólo que, por desgracia, ese desarrollo se atascó más tarde.) Si es posible forzar de ese modo a la desdicha a que venga, entonces debería ser posible forzar a todo a que venga. A pesar de que mi desarrollo parece refutarme y a pesar de que pensar así contradice mi naturaleza, no puedo de ningún modo admitir que los inicios de mi desdicha fueran íntimamente necesarios, quizá respondieran a una necesidad, pero no una necesidad íntima, llegaron volando como moscas y habrían sido tan fáciles de ahuyentar como éstas.
La desdicha en la otra orilla habría sido igual de grande, probablemente más grande (a consecuencia de mi debilidad), todavía tengo la experiencia, todavía está temblando en cierta medida la palanca desde la época en que la invertí por última vez, pero por qué incremento luego, con mi nostalgia de la otra orilla, la desdicha de estar en ésta.
25 [de enero de 1922]
Triste con motivo (…)
En Diarios, Random House Mondadori, Buenos Aires, Argentina, 2015 / Traducción de Joan Parra y Andrés Sánchez Pascual /
Franz Kafka (Praga, Imperio austrohúngaro, actual capital de República Checa; 3 de julio de 1883-Kierling, Austria; 3 de junio de 1924) / Fotos: jmp
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