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domingo, 26 de diciembre de 2021

NICOLÁS OLIVARI ¿Sabes compañero lo que es no tener horizonte?



¿SABES COMPAÑERO? 

¿Sabes compañero lo que es no tener horizonte?, 
-¿y a los veinte y tantos años? 
Las manos se crispan en el vacío de los ideales 
y alargan las brazadas de la fe. 

Tendido en el lecho miro el hilo de humo que consuela. 
Nuestra juventud es un hilo de humo que se agita 
sin razón. 

Algún día se oirá una detonación 
en la casa aburrida y el enorme bostezo de sus paredes inhóspitas 
te recogerá, arrugado y fláccido 
como un muñeco de comedia italiana. 

Ya pasa la caravana del tedio por el Sahara del cráneo 
hinchado de arena gris de hastío; 
los largos albornoces de la inutilidad dan al viento 
su caricatura de alas. 

Pasan por la linfa de mi cuerpo, arrugado y fláccido, 
la corte del hampa de los instintos neutralizados 
en la comicidad de la cultura. 

¿No oyes al niño que se muere al lado?, 
Su sofoco de angustia te da su martillazo en las sienes 
y complica tu hastío ciudadano 
el andar de oca de las mujeres 
el paso de los transeúntes 
y el perpetuo gotear de las canillas mal cerradas. 

¡Allá! ¡Allá!, es tu interjección eterna. 
¡Más allá! ¡Más allá! debe estar la verdadera vida. 

Fuma tirado en el lecho, fuma, 
y silba el tango sin fin 
que comenzó en la esquina del arrabal del mundo... 

Hay que justificar nuestra inutilidad de babosa 
que se arrastra pegada a los sentimientos. 

¡Adiós, poeta! Tu padre, el mío, el del otro,
ronca en la alcoba, 
en la misma alcoba donde ronca sus cincuenta años de costumbre 
y su lumbre 
agiganta tus ideas suicidas 
en el pozo negruzco de tu vacilación, 
vacilación 
que llena al corazón 
de ganas de morir 
o dormir... o dormir... 

Tu padre adelanta su agonía, 
-día a día fallece un poco- 
y sientes que el oscuro destino que te liga 
a su ronquido igual 
escarba en tus entrañas, 
y tú falleces a ratos, a puchos, a retazos,
sin la parada de tirarte a muerto
como un fardo
en la vía pública
y al pasar la gente diga:

-Era feo y mísero el pobre poeta de la urbe...
-... más feo que un caballo hinchado…
-... que una mosca verde...
-...que un perro sarnoso... 
Y pase una mujer que te dé con el pie. 
Y pase una señora y te dé un centavo para las velas. 
Y pase un fariseo y te robe la cabellera. 
Y pase un amigo y te robe las metáforas. 
Y pase al fin una figura incierta y borracha, 
pálida y claudicante, 
te mire implorante 
y acaso diga: 
-Cuán luminosa, Jesús, era su frente... 

Pero mi cuerpo interrumpirá el tráfico 
para licuar el asombro de su gesto decisivo, 
el grotesco salto del poeta
que buscó vengarse de su ciudad
incrustando sus sesos en los adoquines,
para fijar en la tradición arrabalera, 
-arrabal que es la placenta de la Pampa prometida-
el mismo gesto macho
de aquel otro “versolari”, de aquel otro payador, 
de aquel otro hermanito en el Mester de Juglaría:
...”Entiérrenme en campo verde 
donde me pise el ganao...”



En La musa de la mala pata / El gato escaldado, CEAL, Buenos Aires, 1982. De La musa de la mala pata, 1926 
Nicolás Olivari (Buenos Aires, 8 de septiembre de 1900 - 22 de septiembre de 1966) / Foto: jmp

miércoles, 22 de diciembre de 2021

LITTO NEBBIA La salida del mar


ELLOS, LOS MARES

Ellos, los mares
me contaron
que al regresar de un sueño
se enfermaron

Trágica inocencia
invade su naturaleza
indefenso, ya no vuelven

Mágica tibieza los envuelve
no se vende cálidos retornos
que no están, que ya no están
para mí 

Y volverán los juegos me dije
como esperando el porqué 
que hice

Y nacerán los ríos sucios que buscarán 
y nacerán los ríos sucios que buscarán 
la salida del mar

Ellos, los mares
me contaron
que al regresar de un sueño
se enfermaron

Trágica inocencia
invade su naturaleza
indefenso, ya no vuelven

Mágica tibieza los envuelve
no se vende cálidos retornos
que no están, que ya no están
para mí 

Y volverán los juegos me dije
como esperando el porqué 
que hice

Y nacerán los ríos sucios que buscarán 
y nacerán los ríos sucios que buscarán 
y nacerán los ríos sucios que buscarán 

La salida del mar



Del elepé en vinilo “Cosas que no quieren morir”, editado por el sello Trova, serie Melopea, principios de 1976 / “Ellos, los mares” abre el lado A del disco / Litto Nebbia Trío, con Jorge González (bajo) y Néstor Astarita (batería), grabado en julio de 1975 / 

Pintura de portada: “Ellos, los mares”, Alexandra Deluca, Acrílicos on Canvas, 1.00 x 70, 2021 / 

Letra y música: Litto Nebbia (Rosario, 21 de  julio de 1948) / Fotos: jmp 


martes, 21 de diciembre de 2021

AIXA RAVA Este plural que se desliza por la tarde



CUANDO NO HAYA NADA 

No sé cómo suena tu voz, hermana,
cómo danza tu risa y tus ojos cómo transitan
las cosas, los bordes, lo amplio, lo angosto.
No sé cómo tocan tus manos
lo rugoso, lo suave,
lo que amás, lo que te hastía,
ni cómo sueña tu mente, tu pecho
cómo abraza lo que te ilumina, lo que te calma.
No sé si lloraste anoche, si bebiste
                                      ¿te alimentaste?
Si hubo un hombre o una mujer
a tu lado, si fue hace mucho,
ayer, si será quizás la próxima semana
esa felicidad inmensa
o esa tristeza abisal
que poco a poco mata.
No sé de vos casi nada
solo lo que importa: que sos hermana
y basta para armar un cuerpo de palabras
que te abrace cuando el tuyo se vuelva parva
una casa para que habites en la distancia
una carta para que leas cuando no haya nada.


LOS SITIOS DE MI CUERPO 

Sitiar tiene impronta latina
y su forma replica la de una muralla.
Sitiar es acción colectiva, individual, acción humana.
Sitiaste una parte minúscula, suelo de mi pelvis.
Sitié entera la corteza donde se alojó el recuerdo.
Sitiamos los ratos libres, las noches de celo
cada vocablo dulce, cada veneno.
Poco a poco cercados
los sitios de mi cuerpo.
No, no lo hice sola
no puedo sola con tanto
territorio vivo.


MUÉRDAGO Y MAGNOLIA Y PARRA 

Caminamos hacia el frambueso sobre el tibio césped
la cabeza cubierta, las mallas bordeadas con factor 50
nos gusta este plural que se desliza por la tarde
este recoger los brotes con el sol encima.
Al costado se extiende más allá la leña
y los pies pueden encontrarse con el pozo y la sierra,
el calor bosqueja todos los contornos
y quién sabe qué hacemos
en este punto del mundo
con ardor semejante.
Acequiándose con el agua
agitada inquieta
viene un tropel de hojas, penachos y tierra
no hay nada que no corra acá
nada que escape en la siesta de la chacra,
muérdago magnolia y parra.
Caminamos en reversa, abandonamos
un vaso sobre los bins, una tuca en la cocina,
ropa interior en un living, alguna
toalla mojada y en ocasiones también
-ya no se niega
la ternura antes de la cama.

Hubo veces que despertamos
y no nos sentimos en casa.




En Los sitios de mi cuerpo, años luz editora, Buenos Aires, 2019 / 
Selección de textos y fotos: jmp / (Para Lis)
Aixa Rava (Tierra del Fuego, 3 de enero de 1982) / 

viernes, 17 de diciembre de 2021

ENRIQUE LIHN El presidente de un país cualquiera es un imbécil y el poeta que aparece en los titulares de prensa



RECONSTITUCIÓN DEL DISCURSO 
DE UN DIVULGADOR OLVIDADO

Quién puede decir que la naturaleza sea justa
o que exista en ella el diseño de una finalidad

las aves migratorias llegan, en minoría, a los parajes de salvación
el derrotero no se los marca el instinto
millones y millones mueren al internarse mar adentro, caen como lluvia extenuadas al abismo
Entre los hombres no existe la justicia
ni en su naturaleza
el deseo de que exista hace el dolor de muchos
mueren jóvenes los grandes talentos
viven hasta la saciedad multitudes de bobos

A la buena madre le mata un auto a su único hijo
a la mala le brotan los suyos por manadas
El hombre capaz ve ascender hasta las nubes a los incapaces
mientras él se ve forzado a trabajar en la oscuridad
El presidente de un país cualquiera es un imbécil
y el poeta que aparece en los titulares de prensa
Los comunicadores dirigen al mundo
eligen un producto y un nombre y lo clavan
en el inconsciente colectivo
hasta que todos lo nombran y consumen.


LA MANO ARTIFICIAL

Es una mano artificial la que trajo
papel y lápiz en el bolso del desahuciado
No va a escribir Contra la muerte, ni El arte de morir
¡felices escrituras! No va a firmar un decreto
de excepción que lo devuelva a la vida.
Mueve su mano ortopédica como un imbécil que jugara
con una piedra o un pedazo de palo
y el papel se llena de signos como un hueso de hormigas


HAY SÓLO DOS PAÍSES

Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos
por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad
pero, a la larga, eso no tiene sentido
Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes
seguiremos unidos, hasta la muerte
separadamente unidos
Con los enfermos cabe una creciente complicidad
que en nada se parece a la amistad o el amor
(esas mitologías que dan sus últimos frutos a unos pasos del hacha)
Empezamos a enviar y recibir mensajes de nuestros verdaderos conciudadanos
una palabra de aliento
un folleto sobre el cáncer


En revista (ideas, letras, artes en la) Crisis, número 74, septiembre de 1989 /
Enrique Lihn Carrasco (Santiago, Chile, 3 de septiembre de 1929 – 10 de julio de 1988) / Fotos: jmp.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

ANTONIO MORO Hablando con el pasado el camino de hoy



IMPOSIBLE VIVIR SIN UN CUERPO

A

Las uvas del olvido
Esa carne que no pudo nombrar
El hijo que no tuvo
Que dejó en la orilla
Con su mano demorada
Buscando palabras desconocidas
Trajinadas con misterio por el poema
Reveladas en la niebla de su nombre
En años de vértigo y azar

Son las huellas de su aire
Que el espejo no refleja

Su ausencia
Es él 
Su otro
No un enigma
O el misterio de un dios
Acompañante de la incertidumbre


B

No abrigó la concepción 
Ni la iniciación de la familia
Tampoco el dolor de no recibirlas

Se quedó bajo la constelación sombría

Herido en aquel mismo sitio de su niñez
No pudo leer sino confusión
Desasido de la ternura familiar
Aislado en la soledad temprana

Miraba la baraja de sortilegios y pesadillas
Cartas que leía aventurado en la oscuridad
Con su cuerpo apostando experiencias
Visitado por lámparas de muertos
El más allá insoportable de sus pérdidas


C

Razonaba con vanidad sus condiciones
No muy dispuesto a trocar su piel
Aquella temprana intuición de que elegimos
Sin saber que elegimos lo que ya somos
Aunque busquemos mudar con beneficio

Allí quiso levantar un templo 
Hablando con el pasado el camino de hoy


D

Imaginó un eje silencioso sin posesiones 

Ya cuestionaba el deseo como artífice de la penuria
Ya discutía su deseo porque excedía la noche
O discurría por la aventura sin apropiarse de un sino

Soñaba con una estatura humana libre de resquicios


E

Poco supo hasta saber la consistencia de darse cuenta
Entonces su patrimonio estaba arruinado abismado

Revisaba el empleo de sus palabras 
Aunque perdía sus hallazgos antes de reunirlos

Sintió que era su memoria tramando una vestidura

Atravesado por la soledad de cielo y tierra
Poblado por la mendicidad de su fracaso 
Del conocimiento de perderlo todo
Incluso la paciencia de escuchar su raíz


F

Supo de ojos azorados ante el destino
De padres madres hijos huérfanos
Concibiendo jugar a la existencia
Con el cuerpo deshecho en el agua
Que lava la piedra de esta vida

Pero no olvida las semillas escurridas


G

Si las manos fueron las mismas o parecieron
Nada hubo en ellas sino la visión de un fuego
Irguiéndose con la promesa de un cambio

Así como asistía al amor espontáneo
Resistía al mandato de progenie porque sí
Tomando del aire una bocanada más
Confiado al devenir de otra primavera
A la recurrencia de una semilla más otra más
Que brotaría con renovada ternura

Y hubo un jardín que floreció sí

Con páginas de horas inusuales
Un conocimiento signado por los dones
El sentimiento de un destino singular
La soledad de quien acepta lo que ve


H

El acontecimiento del poema 

Paisaje de radiaciones símbolos sucesos
El lazo del sentido que reconoce un ritmo
Las propiedades de la escritura un motivo

Una presencia hilvanando sus acciones
Una ausencia la posibilidad de la pregunta

Lo que no quiso decir fue su espera
Lo que no pudo decir su límite

El poema corolario de relaciones o sueños
Inundando la escena de contemplación
Donde creció la incertidumbre el desasosiego
Donde se reunió con las voces del mundo
Donde no crecía ella ni él


En Huso del olvido, El Espejo Ediciones, Córdoba, septiembre de 2021 
Antonio Moro nació a la vera del Río Suquia, Córdoba, en 1955 / Poeta, actor y librero / Selección y Fotos: jmp, City Bell, 29 de noviembre de 2021 / Acerca de Huso del olvido por Julián Axat 

domingo, 12 de diciembre de 2021

DYLAN THOMAS La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque




UN TIEMPO HUBO 

¿Hubo un tiempo 
en que los danzarines con sus violines 
en los circos de niños olvidaban sus penas? 
Un tiempo hubo en que podían llorar sobre los libros 
pero el tiempo asentó su gusano en las huellas. 
Ellos no están a salvo bajo el arco del cielo. 
Lo más seguro en esta vida es lo que nunca se conoce; 
bajo los signos del espacio ellos, los que no tienen brazos 
tienen manos limpísimas y así como el fantasma sin corazón 
es el único ileso, así el ciego es quien ve mejor. 


SI LOS FAROLES BRILLARAN 

Si los faroles brillaran, el rostro santo se marchitaría 
preso en un octógono de insólita luz, 
y todos los muchachos del amor 
se cuidarían de perder la gracia. 
Los rasgos de sus íntimas tinieblas 
están hechos de carne, pero que venga el falso día 
y que los labios de ella pierdan sus ajados colores, 
que el traje de la momia muestre un antiguo pecho. 

Me han dicho que piense con el corazón 
pero el corazón, como el cerebro, conduce al desamparo; 
me han dicho que piense con el latido, 
que cambie el ritmo de la acción cuando el latido se acelere 
hasta que en un plano se confundan el campo y los tejados 
tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el caballero quieto 
cuya barba se agita en el viento de Egipto. 

He oído el contar de muchos años 
y muchos años tendrían que atestiguar un cambio. 

La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque 
aún no ha tocado el suelo.


ELEGÍA 

Demasiado altivo para morir, murió ciego y vencido 
del modo más sombrío, sin mirar hacia atrás, 
un hombre amable y frío en su mezquino orgullo 

el día más sombrío. Oh que siempre yazga 
luminoso por fin en la colina final llena de cruces, 
bajo la hierba, enamorado y que joven se vuelva 

entre los largos rebaños, y nunca yazga perdido o quieto 
en todos los innumerables días de su muerte aunque 
por sobre todo él suspiraba por el pecho materno 

que era descanso y polvo y en la tierra benévola 
la más oscura justicia de la muerte ciega y profana. 
Dejad que no encuentre otro descanso que ser hallado y protegido 

yo rezaba en el cuarto agazapado, junto a su cama ciega, 
en la casa ya muda, un minuto antes del mediodía 
y de la noche y de la luz. Los ríos de los muertos 

veteaban su pobre mano que sostenía yo mientras veía 
las raíces del mar a través de sus ojos sin vida. 
(Un viejo atormentado, tres cuartas partes ciego. 

No soy tan altivo para gritar que Él y él 
nunca nunca se irán de mi mente. 
Todos sus huesos lloraban y pobre en todo salvo en el dolor, 

aunque fuera inocente, él temía morir 
odiando a Dios, pero en verdad era simple: 
un viejo manso y valeroso en su quemante orgullo. 

Suyos eran los postes de la casa, poseía sus libros. 
Nunca había llorado, ni siquiera de niño 
y no lloraba ahora, salvo ante su secreta herida. 

Yo vi la última luz, que resbalaba de sus ojos. 
Aquí entre las luces del altivo cielo 
un viejo está conmigo dondequiera que voy 

camina en las praderas del ojo de su hijo 
sobre el que males infinitos cayeron como nieve. 
Él gritó ante su muerte, temiendo al fin el último sonido 

de las esferas, el mundo que se iba sin un suspiro 
demasiado altivo para llorar, demasiado débil para aguantar las lágrimas, 
y preso entre dos noches: la ceguera y la muerte. 

Oh, la herida más profunda de todas, era que debía morir 
en día tan sombrío. Oh, pudo al fin esconder 
las lágrimas fuera de sus ojos, demasiado altivo para llorar. 

Hasta que muera yo, él estará a mi lado).


En Poemas completos, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1974 / Traducción, prólogo y notas de Elizabeth Azcona Cranwell /
Dylan Thomas (Uplands, Reino Unido, 27 de octubre de 1914 – Nueva York, EEUU, 9 de noviembre de 1953) Fotos: jmp

miércoles, 1 de diciembre de 2021

EUGENIO MANDRINI Alguien se pasea sin paraguas bajo la lluvia




    CONEJOS EN LA NIEVE

    Alguien se pasea sin paraguas bajo la lluvia. ¿Para apagar la locura que lo sigue como una sombra en llamas? ¿Para gozar como nadie, en ese instante, el cielo sobre su cabeza ¿O para tocar la lluvia con todo el cuerpo y ahogarse en su perfume?

Instantáneamente después de haberse amado, un hombre y una mujer quedan en silencio. ¿Angustiados al intuir que allí algo se ha roto para siempre? ¿Temerosos de presentir que es la muerte quien ordena esos pequeños cataclismos? ¿O felices de escuchar el eco de los gemidos que aún perduran en la penumbra?

Un padre y su pequeño hijo van por la calle tomados de la mano. ¿Quién elige el camino, quién el regreso? ¿Quién esa noche soñará que llevó de la mano al otro? ¿Y quién, al despertar, sabrá que él es el camino?

Un gorrión –ave deslucida– salta obsesivo de un árbol a otro y a otro. ¿Qué busca? ¿El espíritu del bosque? ¿La razón de su inquietud? ¿O escapar de los abismos del aire?

El otoño ensombrece a los árboles y se lleva al olvido la luz de las hojas. ¿Qué quiere demostrar? ¿Qué es el secuaz de la tristeza? ¿Qué es la tristeza misma engastada en el tiempo? ¿O que es el alimento irresistible de los exiliados del mundo?

Quien a menudo se interroga en el espejo, ¿qué espera? ¿Una respuesta que lo haría añicos? ¿Multiplicarse para repartir las penas? ¿O llegar al fondo de su maltratado corazón?

La nostalgia, antigua dama que sólo sabe dar opacidad al ojo y palpitación a la voz, apoya la cabeza en el hombro de una nueva víctima. ¿Qué hacer entonces? ¿Cortarle los cabellos llorosos y arrojarlos al fuego? ¿Morderle los labios hasta apagarle los suspiros? ¿O seguirla, enternecido, hasta su alcoba de niebla?

Cumplida su faena, un estafador llora repentinamente sobre un crucifijo. ¿Qué pretende? ¿Lavar de sombra el aire? ¿Humanizar el rito hasta hacerlo arte o leyenda? ¿O creer que es posible la ilusión sin término?

 Los que regresan al barrio después de haber vagado por los mundos de este mundo, ¿adónde regresan realmente? ¿A esa mujer en cuyos ojos se adivina un corazón helado? ¿Al patio del tiempo inmutable en que el sol deliraba? ¿O al infierno del que huyeron, para que alma y últimos días dejen de tititar?

Un poeta escribió cierta vez que una mujer tenía en la voz la flor de una pena. ¿Dónde encontrar esa flor? ¿En los pantanos que el alcohol refleja en los vasos sin fondo? ¿En la memoria de algún colibrí que libó de esa flor hasta dejarla sin luz? ¿O en alguien que soñó con los jardines del paraíso y, puesto a morir, se hizo tatuar esa flor en el consuelo del pecho, para iluminar el ataúd?

Interminablemente los perros aúllan a la luna. ¿Es acaso un homenaje a sus ancestros, los tenores olvidados? ¿Es el aullido un arpón y la luna el linde oscuro de la ballena de Ahab? ¿O simplemente es un lamento que imita la voz de la vida?

¿Y si de pronto al doblar una esquina o mirar al fondo de un aljibe, como un sobresalto o un estallido, aparece la Belleza? No importa si en forma de revelado amor, de cielo en un prado nunca visto o de pájaro posado sobre una rama invisible. Importa que es ella, desnuda en toda su luz, invasora como el diluvio, real como la sangre de la historia. ¿Qué hacer entonces? ¿Cerrar los ojos y ordenar a la lengua el olvido del grito para no enloquecer? ¿Arrodillarse como el sediento ante el último espejismo? ¿O seguir de largo, imperturbable o con cierto vaivén de soberbia en los pasos, dado que la Belleza es sólo un reino fugaz?

Ahora bien: ¿qué miro yo tan fijamente en la llanura blanca cuando quiero escribir y el poema se niega? ¿Conejos en la nieve?




En Conejos en la nieve, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2009
Eugenio Mandrini (Buenos Aires, 16 de diciembre de 1936 – 30 de noviembre de 2021) / Fotos: jmp