ÚLTIMA VOLUNTAD
Encerrados
a causa de la nevada, un metro y medio de
altura
la nieve acumulada
a
la entrada, demasiada
blancura
para la mirada
de
quien se asoma a la
ventana,
la casa abastecida,
no
falta nada, fandango del
Padre
Soler en el tocadiscos,
interpreta
l’Arpeggiata, la
nevera
llena, despensa
repleta,
encerrados
porque
en realidad lo
preferimos
a salir, saludar,
conversar
tres minutos
sobre
el cambio climático,
el
desastre político
del
mundo
actual, mostrar
el
par de abarcas nuevas
hechas
a mano, mis
manos
(cuando imagino
ser
Tolstoi) que estrenamos
esta
mañana, Guadalupe
borda
una bufanda carmelita
que
llega al suelo, es más
larga
que la negra cabellera
de
la azafata Shikibu de la
Emperatriz,
a sus pies (de
Guadalupe,
no haya
confusión) coloco tres
de
mis devociones, el
Sutra
del Corazón, Coplas
de
Manrique y en la Biblia
cuando
le anuncian a
David
la muerte de
Absalón.
No hará
ni una hora en otra orilla por igual lejana
hablábamos de la falta
general
de alegría de
la
época actual.
Y para
paliar la circunstancia le pido prepare mañana
una
sopa fría de
tomate
me
da el visto bueno
zapatetas
con qué
poco
me contento
sonreímos cuarenta
años que almuerzo
enfrente
de Guadalupe
a
la mesa, cosa, celebro
de
antemano la sopa de
mañana.
Son
los días, es la Muerte, la política indecente, el
silencio
en todos los
cuartos,
interior de
los
muebles, agua
que
corre de los
caños a la bañadera,
el
lavabo, fregadero,
silencio
de los
instrumentos
musicales,
tiorbas,
albogues,
guayos,
silencio
de los tordos,
el
amarillo silencio de
las
oropéndolas que
no
volvieron, a la
tercera
primavera se
esfumaron,
ni estela
amarillenta
dejaron,
pica,
pica, pájaro
carpintero,
abre en
el
sicomoro al doblar
de
la cuadra, en la
alta
montaña, tu nido:
pronto
deshabitado,
ella
o yo, al otro barrio,
Señor, retrásalo, al
menos
estar con
Guadalupe
mañana
compartiendo
una
espesa
punzó fría
sopa
de tomate
antes
del mameyazo.
Es
el
amor
agramatical,
carece
de
dimensión,
tiene
la
duración
de
una
nevada,
un
mes
pasa
como
pasa
el
crascitar
de
una
chova,
derretirse
la
última
nevada
de
aquel
último
invierno,
antes
de:
y
abrimos la puerta, salimos al campo a ver nacer
los
primeros crocos
de
la nueva estación,
blancos,
morados,
amarillos,
brotan
bajo
una hilera de
sanguiñuelos en flor,
nos
inclinamos a rozar
sus
pétalos, formas
(semejan
al tulipán)
día primero de una
última primavera,
Cantata
de Bach
(Erbarme
dich) el
Sutra,
Shariputra (no
equivocar
el nombre
del
bodhisatva) rematar
el
día con una voz
(retumbe
por bosques
en
lo alto, bajo Dios,
cumbres
de nieves
perpetuas)
Guadalupe
cantando
(“triste estaba
el
rey David por la
muerte
de
Absalón”).
DE SENECTUD
Sojuzgado,
dada su edad, madruga, camina por la casa,
la
contera del bastón
(regatón) pega contra
las
tablas del suelo,
suenan
a hueco,
procura
andar en
línea recta, seguir
las
curvas, girar a
los
cuartos, orinar:
las
últimas gotas
que
caen le
empercuden
de
amarillo
ah el
oloroso
amarillo
del
orine, los
calzoncillos:
procura
de
nuevo el sueño,
se
le dispara la
mente,
se queda
a
la espera del
llamado,
algo
histérico, del reloj
despertador:
las
cinco.
¿Y lo
que viene? Un aire seco en la nariz, de la laringe
a
la faringe gargajeras,
úvula espesa (estrecha)
carrasperas,
le sube
del
estómago un mal
sabor
de boca,
comienzan
los
achaques
del día,
pies
doloridos, un
furúnculo en la tetilla
izquierda,
acné
rosácea a sus años
por
Dios suéltalo ya.
Y
no le vuelvan a
cantar
las mañanitas.
Llegó el
cordero dónde está la madre comienza
el
día la tierra está
que
arde: cruzar el
corredor,
no tropezar,
zaguán, puerta, golpe
seco
sin eco en la
nariz
apenas entra
aire
se siente
hortelano
cuando
arrranca
dos tomates
escuchimizados
de
su
huerta: pronto,
piensa,
le saldrá
hierba
por las orejas,
y
el cordero balará
por
sus orificios
resurrección
(Resurrección).
Viernes,
el patio del colegio, las banderas ondeando,
la
estrella solitaria, el
monograma
sepia,
discursos
patrios, la
mano
derecha al
pecho,
voces y gallos
(“que morir por la patria
es
vivir”): ejemplar,
en
verdad
ejemplar, morir:
“vivo sin vivir en mí/y
muero
porque no
muero.” Ejemplar:
Patria
o Muerte, etc.
Llegar
al lunes, exento,
día indoloro, bale cuanto
quiera
el cordero que él
no
come carne como el
aborigen
de su país
(amarillo
con puerco):
día feliz. Sol tropical
de
enero le roza diez
de
la mañana la cara
rasurada,
recogió un
pepino,
dos tomates,
zanahoria,
calabacín,
tiene
un botellín de
aceite
de oliva
arbequina,
la casa
huele
a almazaras,
brilla
la alcuza en la
mesa,
adentro el sol
reverbera
frutado, y
suave,
en un plato
unas
picudillas, dos
sardinas
cubiertas
de
sal gruesa, un
toque
de orujo y
sentarse
(de paso
saludar
la bandera
del
colegio del año
de
su graduación,
medalla
de honor)
a
esperar.
HOMENAJE A CHUANG TZU
¿Cuánto
llevo
en la terraza viendo crecer la flor de una alcachofa
en
una tinaja de barro
cocido
(regalada)?
La
pregunta implica al tiempo implícito en todo, el regalo
recibido
cuándo de
qué mano o voluntad
es
parte explícita de
los
enredos del tiempo,
y
yo (¿yo?) sembrar
por
mano propia una
alcachofa
(lo cual
nunca
se me ocurriría)
que
ha empezado a
florecer.
Tonto
no soy ni se me llama a engaño así como así: en
Tenerife
pasé en casa
de
un amigo hoy
fallecido
una semana
riendo
criticando a
medio
mundo, poetas
vivos
de nuestro
desagrado,
uno a
uno
los siquitrillamos,
al
gordo que escribía
de
focas roncando al
sol,
entre otros,
cogíamos un poema
y
lo hacíamos mixto
paso
a paso, había
en
efecto una tinaja
sobre
una mesa
blanca
de hierro
con
una superficie
de
cristal donde
crecía la flor de una
alcachofa,
pasamos
más de una hora
viéndola crecer,
alucinábamos:
aumentaba
la flor
de
tamaño cada
diez
minutos,
monstruosa
flor
morada,
llegamos
a
creer que era
planta
carnívora,
nos
iba a devorar.
Y
Juan Pedro y yo,
moscones
irresolutos
(embobados)
iríamos
a
caer atrapados en
la
mata atrapamoscas:
seríamos triturados
desapareciendo
como
desaparece
todo en
las
fauces del tiempo,
o
visto de otro modo,
sería un accidente. O
para
ser más
verdaderos
desde la
una
de la tarde
estaríamos
amarihuanados.
Con
permiso de Chuang Tzu (reverencias, tres)
(palmadas,
dos) ¿habrá
ocurrido
hoy o ayer, largo
ayer,
o habrá sido hace
treinta
años? Crece la
alcachofa,
yo decrezco.
No
recuerdo a ciencia
cierta
si la flor de la
alcachofa
es morada
o
si (cosas del lenguaje)
soy
yo poniéndome
morado
ingiriendo
cuatro
huevos duros,
una
docena de
alcachofas
hoja a hoja
chupando
hasta alcanzar
el
cogollo que devoro
(¿seré mosca?) para
no
ser yo el
devorado.
José Kozer (La Habana,
Cuba, 28 de marzo de 1940) Foto: Jmp, Cuarentena
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