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domingo, 12 de agosto de 2018

RAFAEL VÁSQUEZ Para cerrar estos poemas



1 AQUÍ

AQUÍ ESTAMOS

Hay distintas formas
de que la poesía se quede entre nosotros.
A veces basta con insistir.
Otras veces necesitamos
que la palabra nos siga, nos alcance, nos hable
de aquello que debíamos volver a escuchar.
Pero cada camino es individual
y en algún momento lo supimos.
¿Por qué entonces la escritura
sigue siendo esa botella al mar que a veces vuelve
en otras manos?
Una pregunta apenas.
O una respuesta que no encontramos nunca.
Escribir no es más fácil que callar.
Pero no sólo el silencio sabe compartirse.
Y aquí estamos.


UNA PALAB RA

Desnuda.
Una palabra como un cuerpo de mujer
que espera la caricia.
Una palabra
que ignora hacia dónde la llevará el sonido
que la envuelve
que la contiene
que la habita.
Uno está tan lleno de palabras así
en búsqueda imposible
que no sabe exigirse,
pena por sus historias que no puede contar
acecha
y al fin no tiene más alternativa
que callar.


RECUERDO DEL COLEGIO

Era el pistoletazo cruel de Larra.
O los murmullos del doliente Silva
en esa noche aciaga del recuerdo.
O la silla desierta de Carriego.
O Baldomero y su ciudad despierta.
O la sombra terrible de Facundo.
La Negra balanceándose tan muda
mientras su perra mira inútilmente.
Y el agrio Capitán que se enamora
o el Quijote con Sancho cabalgando.
Tanta imaginación para un muchacho
que se bebió de golpe el horizonte
para llegar despacio a su escritura.
Tanto banco paciente en el colegio
con profesor y amigos
volviendo por las calles del recuerdo.
Los años ciertamente me protegen,
saben venir del aula sin quejumbre.
Ya todo es fiel y amable en la distancia:
la adolescencia fue. También la vida.

Referencias: 1) suicidio de Mariano José de Larra; 2) José Asunción Silva y su poema “Nocturno”; 3) Evaristo Carriego y su poema “La silla que ahora nadie ocupa”; 4) Baldomero Fernández Moreno, poemas a la ciudad; 5) Facundo Quiroga asesinado en Barranca Yaco; 6) Suicidio de La Negra en el final de “El inglés de los güesos” de Benito Lynch; 7) personaje de “El Capitán Veneno” de Pedro Antonio de Alarcón; 8) obviamente “Don´Quijote” de Cervantes. Todo, autores y obras vistos y leídas en los cursos de castellano y literatura en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde estudié entre 1944 y 1949.


EL BASTÓN DEL TALA

Le gustaba caminar a mi padre.
Cuando las vacaciones abrían la mañana
entre las sierras bajas
recuerdo todavía su intención inicial cada verano.
Ir por sendas que olían a yuyo y a solazo
para encontrar un tala.
El tala –me decía-  es de madera fuerte.
Y la rama elegida
sabía desbastarla simplemente a cuchillo.
No lo vi usar bastón en las ciudades
pero en las sierras siempre.
Para apartar la rama traicionera
o afirmarse al andar.
No recuerdo qué hacía al terminarse
la estación del estío
al volver a otros aires.
Tal vez lo regalaba.
                                   Y el verano siguiente
recomenzaba el ciclo de su búsqueda.
No siempre iba conmigo.


MADRID, PLAZA DE ESPAÑA

Con el sol a mi espalda
para que otros ojos se llenaran de luz.
La Plaza de España desdibuja,
duda su geometría
mientras Quijote y Sancho saben desentenderse
de los improvisados jinetes
que disputan un sitio en sus cabalgaduras
entre fotos y risas.
No es posible apartarse de la gente
que cruza la mañana como cruza la plaza.
Tampoco sé meterme en la lectura
del libro fiel que llevo
porque la espera manda y la paciencia
pierde apenas un tiempo desvalido.
Ignoro desde dónde
sabrá llegar, nunca a tiempo, a mi encuentro.
Mientras tanto,
aquel sol de Madrid persiste y dura
lo que dura el recuerdo.


EL MOVIMIENTO

El movimiento.
Más que el retrato vivo,
la apostura si cabe,
la mirada y la voz: el movimiento.
Allí es donde se nota la vejez.
Aun no nos tiembla el paso
pero es lento,
como una duda enfrente
de un cruce de caminos.
Los escalones pesan, precavidos,
y el pasamanos nunca se desecha.
El movimiento
no se atreve a soltarnos,
nos ubica en el tiempo de la vida,
finalmente nos deja.


MEDIA VIDA

para Alberto Szpunberg

Media vida
puede estar sin querer dentro de un verso.
O la frase que sabe
cómo ganar la noche sin reparos.
Hablar con un amigo
es también aprender de la nostalgia
cuando el futuro achica sus confines
pero nos muestra vivos.
Y la mesa del bar donde la calle
ya se deja tocar de tan mansita
que nos cabe en los ojos
es otro aprendizaje
de la ciudad que siempre nos pareció más nuestra.
Como la voz de un tango.

Vengo tras de tu libro,
suma de tanta vida hecha palabra
que todo me parece como la juventud ausente.
Visión que compartimos por caminos muy otros
siempre tan diferentes que sin embargo había
después de tantos años una ruta certera:
con los ojos más viejos caer en el abrazo.


2 CUANDO PASÓ EL AMOR

PEQUEÑAS MUERTES, PROVISORIOS OLVIDOS

No quiero verte los ojos del dolor,
los ojos de la despedida
que parecen vestirse con un llanto invisible,
con la neblina de la pena,
con el reproche de la soledad.
No quiero presentir
relámpagos de olvido
confundiéndonos el silencioso idioma de la pasión,
desatando el abrazo,
persiguiendo la mano que te busca
fuera de todo raciocinio
para herirla de muerte.
Reconozco mi error, mis egoísmos,
mi pretensión absurda
de llegar a quedarme sin tu sombra.
El tiempo y la distancia –pequeñas muertes,
provisorios olvidos- tampoco valen
para diluir tu imagen.
Porque el recuerdo,
como una quemadura de placer y de daño
viene a morir conmigo cada día
sin adiós.


LO QUE PUDO PERDERSE

Después
de las exigencias de la pasión,
cuando el desorden de las sábanas
invade las grietas de la soledad
nace el diálogo  -y a veces la tristeza-
mientras las palabras parecen nublarse con el humo
de un cigarrillo
cuando despiertan a la realidad.

Después
el amor queda como la resaca
traída a la playa de un naufragio
o es la borra en el pocillo de café
donde adivinaciones y conjuros
podrán leer el porvenir.

Renuncio a esa lectura,
como a toda seguridad
y a las trampas del tiempo y del recuerdo.

Lo que pudo perderse fue vivido.


3 LAS VOCES QUE SE FUERON

HAY UNA MÚSICA

a Roberto Díaz

¿Cuál era la mano que dejó de escribir:
la izquierda o la derecha?
¿Cuándo empezaste a despedirte sin decirlo?
La mitad de tus amigos no lo supo.
La respiración de la poesía no entiende de ausencias
pero la muerte te traicionó.
Como en una novela policial:
vos conocías esas trampas.
Coincidencias venidas desde la juventud,
debe ser duro irse antes de hora.
Yo diría
que es duro quedarme sin tu abrazo.
Hay una música (inútil consuelo)
que sabe venir con tus poemas
desde el libro que se arrebuja en nuestras manos.
Hay otra música (también inútil ahora)
que nos pintó con tu palabra en la canción
tu viejo patio de otro tiempo.
Pero ese valsesito se nos quebró.


MUERTE DE UN POETA

a Juan Gelman

A veces
cuando se muere un poeta
hay que quedarse callado.
No por los recuerdos comunes
de lo vivido
(que no siempre existen)
sino porque los ecos de su voz ausente nos enmudecen solos.
Esos poemas que saben persistir
con su rastro asombrado de quedarse en uno.
Vienen también las fotos. Y los ojos.
Como un antiguo archivo dado vuelta
caen
mezcla de edades y miradas
de tristeza y fatiga
de premios y de duelo.
La avidez de la nota
o la penumbra de la fantasía.
Hay momentos que bajan escapados del sueño.
Son testigos que el aire disimula
y las manos se quedan con la nada del alma.
La mano de escribir
no sabe aproximarse a lo que tanto tuvo
y ahora le falta.
Su poesía
permanece en los libros.
Forma de no morir.


UNA SEPARACIÓN

a Horacio Preler 

¿Qué nos demanda una separación?
Digo
no esos alejamientos del amor
sino aquéllos
más simples de vivir en ciudades distintas,
en distintos momentos cuando el día
nos baja hacia la calle;
en diferentes horas de lectura y poesía.
Cuando falta el abrazo, el apretón de manos
el silencio que abarca
toda la soledad no compartida.
¿Por qué no nos encuentra
esa vieja amistad que nos debíamos?
Y de repente la noticia: otra voz que se fue.
Que es imposible
cuidar
tan egoístas, tan avaros de oírla, tan distantes
en el momento cruel sin despedidas.
No me resigno.
Que me lo digan tarde, que me avisen después.
Pobre desnuda voz sin la poesía.

                                     
TELÓN

Será para cerrar estos poemas.
Libro de despedida sin adioses.
Libro de la sorpresa y de la duda.
Trascurrida la infancia
nunca supe llorar.
No hay lágrimas entonces
para hacer este cómputo de ausencias
mezclada la amistad con la poesía.
La vida que viví fue suficiente.
Lo que siga escribiendo
puede quedar inédito. No soy indispensable.
Tengo que ir al final
para cerrar la puerta silenciosa
según la vieja broma mil veces repetida:
ser el último
para apagar la luz.


Diome Mux el 6 de agosto de 2018 en Taller La Plata, recibido de Cantoni, recibido de Rafael (Querido José María: Me alegro que te haya llegado -tan demorado, porque nunca encontraba corresponsales amigos- mi libro. Efectivamente, cuando César Cantoni vino a leer al café Montserrat, mi reducto bimensual de amigos y poesía, cambiamos nuestros libros y le pedí si podía llevarles un ejemplar para Mux y para vos. Me alegro y te envidio afectuosamente por tu viaje a España... Un fuerte abrazo. Rafael.)

En Pequeñas muertes, provisorios olvidos, Ediciones El Mono Armado, 2016.
Rafael Vásquez (Buenos Aires, 11 de octubre de 1930). Foto: Jmp

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