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domingo, 26 de agosto de 2018

MIRIAM CAIRO Clavarle el diente a la escritura




I.

Lo he dicho mal.
Lo he anulado.
Lo he quitado de la claridad, para ocultarlo.
Y me he reído.
Y me he condenado.
¿A qué precio venderán las medias tintas?
Hay que tener agallas para no espantar.
Pero, ¿qué escriben los que escriben?
¿Qué tiene que ver el odio con nosotros?
Basta.
Dejémoslo en manos de los dueños del mundo.
Vuelvo a decirlo mal.
Vuelvo a no decirlo, porque las palabras que no digo, dicen.


II.

La verdadera oscuridad no tiene nada que ver.
Los ojos cerrados no tienen nada que ver.
Y si el centro del mundo se ha movido, no tiene nada que ver.
Lo digo mal.
Lo anulo.
Lo disuelvo.
A mi alrededor no queda claro ningún amasijo.
Pero yo hago eso y mucho más.
Antes de que el verdugo me arranque la cabeza, salgo a decirlo mal.
Salgo a anularlo.
Salgo a disiparlo y ocultarlo.
Lo que oculto se agranda hasta cubrirlo todo.
Qué alivio.
Sólo queda mi rostro pálido y el silencio.
Hay cosas que no se deben decir.
Cosas para enterrarse en el ombligo.
Hay que procurarse un hundimiento lánguido.
Hay lugar suficiente para enterrarse todo el universo en el ombligo.


III.

Otra cosa que digo mal, que no digo, que anulo y oculto, es que mi corazón se pone negro cuando lo digo bien. Cuando escribo poemas limpitos el corazón se me ensucia. Se avergüenza de mí. Me niega. ¿A quién me daría entonces? ¿Sin mi corazón, para quién escribo?


IV.

¿Por qué lo digo mal?
¿Por qué no lo digo?
¿Por qué lo anulo?
¿Por qué no obedezco?
Yo no lo digo y si lo digo limpito ensucio mi corazón.
Y sufro un dolor horrible.
Como un orgasmo en medio de una violación.
Por eso no lo digo.
Lo dejo oculto.
Lo digo mal.
No lo digo.
Lo que no digo, lo que digo mal y lo que anulo,
nombra piedras,
nombra orugas,
nombra mujeres y abismos.
Cómo decirlo.
Allí están los dueños del mundo.
Todos conocen sus nombres.
Los saludan.
Se ponen de acuerdo para parecerse.
Se reúnen para reconocerse como propios y nunca como extraños.
Todos saben qué está bien y qué está mal.
Separan lo blanco de lo negro.
Afuera están los ladrones, las putas y los ahorcados.
Los dueños del mundo viven bajo techo.
Tienen termotanques y oficinas.
Se ponen rojos cuando yo lo digo mal.


V.

Que la mujer no diga.
Que la mujer diga crisálida, diga inmarcesible, diga maternidad,
diga silicona, diga papito pero que no se nombre a sí misma.
Que no nombre su sexo.
Que no se le ocurra comerse a cucharadas su propio sexo
porque los chefs de los dueños del mundo cacarean.
Las crisálidas cacarean.
Las estatuas de los templos cacarean.
Los pentágonos cacarean.
Los obispos y las obispas cacarean.
Lo he dicho mal.
Lo he anulado.
Lo he quitado de la claridad, para ocultarlo.
Y me he reído.
Y me he condenado.
Las palabras en carne viva, ¿son el alimento de los seres vivos?
¿A qué precio venderán las medias tintas?
Hay que tener agallas para no espantar.
¿Pero qué escriben los que escriben?
No queda más que lanzar la carcajada y clavarle el diente a la escritura.


Selección: Gisela Pais
Miriam Cairo (San Nicolás, Provincia de Buenos Aires, 21 de diciembre del 1962)
Foto: Jmp

lunes, 20 de agosto de 2018

PIPO LERNOUD El baile de los pastos y la lluvia



ESTOS POLVOS, FUTUROS LODOS

No soy más que este cuerpo.
Y la mente, que es un jugo que este cuerpo genera.
Una red pasajera de conexiones eléctricas de las dendritas.
Súbitos relámpagos en el tablero de las circunvoluciones.

No soy más que estos minerales que caminan.
Estos polvos.

De estos relámpagos en el cerebro brota la construcción del mundo.
Los dioses, las culturas.
Los recuerdos, las depresiones, los éxtasis.
El descubrimiento de la abrumadora maravilla del mundo funcionando alrededor y adentro.

Con estos polvos se construye la interpretación del mundo.
Las teorías, las ilusiones,
el odio la guerra.
Con estos lodos, futuros lodos.

Circa 2009


¿QUÉ SE RECICLA DE MÍ?

La ropa no vale
Pero el cuerpo entero sí
Todo produce jugos, hongos, fértil putrefacción.

¿Qué será mejor?
1. meterlo en una caja
2. quemarlo y tirar las cenizas al mar
3. ponerlo en la pila de compost para la huerta
4. comerlo

Me acuerdo de aquella vez que, con un grupo de monjes budistas, en California, nos quedamos una tarde mirando un perro muerto comido por los
gusanos
las moscas revoloteando
el olor

eso somos.

A veces pienso en proponerle a mi familia y amigos que me dejen
nomás en una cama,
y todos los días pueden chequear la evolución del cadáver.

Una clase de ecología práctica.

Pero lo pienso de nuevo y me digo:
pobres parientes
las moscas revoloteando
el olor.

La gente pone los muertos en cajones porque le tiene miedo al cadáver.
No como esos collas de Ollantay- tambo que tienen las calaveras de sus padres
en la cocina, para ahuyentar los malos espíritus y de paso decorar.
Todos los días los saludan, ¡hola, abuelo!, ¿cómo estás hoy, mamá?

Pero las calaveras limpias no atraen moscas.
Ni producen olor.

Eso sería lindo.
Pero debe estar prohibido.

Circa 2009


ASÍ NOMÁS

¿Qué hacemos con esto?
Un viejo amor que supo ser volcánico, arrasador, confrontativo y dulce.

¿Qué hacemos con esto?
Van quedando trazos perdidos
mientras nuestra vida juntos sigue razonable y ordenada
camino abajo
hacia la oscuridad.

¿Qué hacemos con esto?
Si todavía no aprendimos a vivir.

Vamos empujando el lápiz día a día
viviendo porque el mundo late en vos y late en mí
girando con el planeta en el espacio.

Así nomás.

Otros dos que no nacen.

Circa 2010


LOS PÁJAROS EN LOS ÁRBOLES AL LADO DE LAS VÍAS
CERCA DE LA ESTACIÓN LISANDRO DE LA TORRE

Enloquecido voy
por estas calles persiguiendo el sol
ardiéndome los pies, las manos
de tocar la lluvia.

En cada esquina vuelvo a comenzar
vuelvo a jugar mis cartas
y el azar me dice
qué rumbo hay que tomar.

Dueño de mí
quemé mis naves al partir
no tengo propiedad en qué pensar
puedo reír, puedo esperar.

Sin descansar
adonde quiero ir puedo llegar
puedo dormir bajo mil cielos más
sin ansiedad.

Y estoy aquí
y no tengo secretos que esconder
soy solo este presente que está vivo
y nadie puede destruir.

Solo correr
en la ciudad donde no hay dónde dormir
debo vagar hasta el amanecer
hasta que el sol me haga revivir.

Huir de aquí
salir de la ciudad ahogada en humo
hacia las playas sin fronteras
donde mi cuerpo pueda al fin volar.

Lejos de aquí
donde mis pies toquen la tierra
y los gritos de la gente que trabaja
no ahoguen este canto.

Ir rumbo al sol
y que mi piel se ponga negra
y sienta el baile de los pastos
y la lluvia que me envuelve silenciosa.

Circa 1968. “Intento de talking-blues al estilo Dylan… Compuesto por mí en dos tonos, describiendo nuestra vida en el ´naufragio´ por la ciudad. Moris quería que fuese yo el que la cante… en 2015, Claudio Kleiman hizo una versión con música suya que grabó junto a León Gieco”. PL


LAS COSAS COMO SON

Si se pudiera
arrancar de un tirón el velo del mundo
y desnudar las cosas como son.

Pero estamos como bobos
papando moscas
retorciendo el corazón con huevaditas
mientras el fulgurante universo
rebosa de misterio en todas partes.


Un domingo ya noche, a los amigos Charly, Pinky, Ine, Claudia, Rosana. A Roberto Carlos, “as flores do jardim de nossa casa”.
En Yo no estoy aquí. Rock, periodismo, ecología y otros naufragios (1966-2016). Textos compilados por Martín E. Graziano. Prólogo de Alfredo Rosso, Gourmet Musical Ediciones, 2016.
Alberto “Pipo” Lernoud (Buenos Aires, 5 de noviembre de 1946). Foto: Jmp


viernes, 17 de agosto de 2018

MAROSA DI GIORGIO Entre las cosas de la mañana




Hoy, alguien mató a una rata, (el país de las ratas es mi país), le pegó, la ensangrentó; y mi corazón se partía diez veces, dio en recordar la antigua edad, cuando aún vivíamos en las magnolias con la Virgen María y con los reyes, y en aire oscuro de la noche, ellas aparecían solas o en bandadas, por el cielo negro de los techos, por el cielo negro de los pisos, llenos de galerías y zaguanes. Tímidas y audaces como niñas nos robaron todos los papeles, nos royeron las cifras y los cantos –y estuvo bien así-, las cajas de masitas y retratos, las peinetas con coral en las esquinas.
Pero, fueron las únicas que me enviaron tarjetas en los cumpleaños. Ese es el ejército de mi niñez. La guerra de los huertos fue su guerra. No sé si triunfaban ellas o las calas, ellas o el lucero de brillante apio.
Quiero volver a las vigas negras, a la luna llena, a las magnolias por abrirse, a todo aquello.
No hay nada que hacer.
El pueblo de las ratas
es mi pueblo.





Era una paloma de cara redonda, de nariz pequeña, de ojos grandes, rodeados de margarita, como una cara de niña, un poco asustada, un poco afligida, y muy dulce; el cabello lacio y gris, se le pegaba al cuerpo. El cuerpo era todo plateado y con el borde morado.
Apareció una mañana dibujada en un papel y, a la vez, de pie, sobre las hojas del malvón.
Me desconcerté:
después ella voló, se fue, desapareció,
entre las cosas de la mañana.



En Papeles salvajes 1, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2000. De La guerra de los huertos, 1971 y Clavel y tenebrario, 1979.
Marosa di Giorgio (Salto, Uruguay, 17 de junio 1932 - Montevideo, 17 de agosto 2004). Foto: Jmp

lunes, 13 de agosto de 2018

FERNANDO NOY El único Dios que nos queda





En Hebra incompleta

Libro primero El poder de nombrar

ÚLTIMO FÉNIX

Aún más solo que el mago
ante la araña inmensa
cirio de piel y hueso
consumido en sí mismo
para ofrendarse en rezo
a los dioses sin templo
al corazón sin morada
y al espacio vacío

Husmeante cancerbero
del umbral de otras vidas
Volviendo desde sí
eternamente otro
pero aún más acá
que el mal o la inocencia
como una propia estrella
habitada por sus ojos
Es el poeta


Libro segundo Dentellada

PLIEGO ORIGAMI

Y desde siempre
cuando el frío corroe los tobillos
oigo una feroz carcajada
desparramando el rostro secreto de las cosas

Ya muy lejos se ha ido
la tan curiosa autómata
condenada a su suerte
de papel de armar

Sin embargo
esto que ahora callo
no es más que el balbuceo de su corazón
atravesado para siempre
en la trampa de mi boca


Libro tercero La orquesta invisible

VAIVÉN

Tengo miedo
De caer del tiempo
Porque es el único
Dios que nos queda


LA ORQUESTA INVISIBLE

Mi madre
La lluvia
Ha  muerto
O debería decir
Simplemente
Que cesó de llover
Mi padre
El bosque
Agoniza
O mejor escribir
Que ha llegado otro otoño

Mi amor en la niebla
Se viste de oro y llama
O debería callar
Que ha llegado la luz
La luz
Siempre desnuda
En lo que engarza


En Piedra en flor

I

CIRCUITO

Al fin de cuentas
   los novelistas
             envidian a los cuentistas

Los cuentistas a los poetas

Mas
    los poetas
             a nadie


VICEVERSO

En la roja alameda pintada por Moreau
toda sombra es un pez
       emancipado de tus lágrimas

Olas del mar ambiguo
que ríe igual al llorar
y así
   desde ese vértigo inaudito
                          al fin
                                te atrapa


II

ULTIMÁTUM

Locos
   que se dicen poetas
      fabricando libelos
         super preocupados
              por la foto de tapa

Van a presentaciones
   para embriagarse un poco
      coleccionando contactos
                  que después serán sobres
           ametrallando postales
             tan absurdas como ellos

Bestias
   ansiando galardones
      rumbo al mármol infame
          de la improbable gloria

Gentusa
   plagiando lo plagiado
      para creerse creadores

En realidad
   no debería hablar de ellos
      el mal
        por sobre todo
          reclama nombradía

Incluso son legión
   admirándose enfermos entre sí
     con los otros dementes
       que también decidieron
          bautizarse poetas

Por algo proliferan
        como lepra del verbo

Poetastros
     con libros diplomados
         de matar la poesía

Una deidad por siempre inextinguible
     ajena y lejos de ellos


CASTIGO

El que cortó ese árbol va a morir
quizás un poco antes de que el sauce resurja
Quedaron blindadas sus raíces
y faltan pocos veranos
para que vuelva a erguirse
triunfal siempre en la esquina
Hasta que esto ocurra
el podador maléfico
también reencarnará de nuevo
Tal vez en piedras mudas
resbalosas de aceite
alrededor cuidando
que las hormigas no vuelvan a trepar
devorando sus ramas


III

NUNCA

Jamás
   las hojas de otoño
ensucian el camino

Al contrario
   lo  enjoyan
   ya  embriagado de barro

Todo
   estará muerto
alguna vez

Menos
   esta imagen
que
te
toca


ADIÓS

Una flor
desde siempre
reclamé una flor

A diestras y siniestras
una flor

Y nunca nada

Quizás
sólo pedí
lo que muy dentro mío
tal vez sobre una piedra
estaba por brotar


“Yo jamás me senté a escribir ningún poema. Cuando aparecen, ahí sí puedo usar cualquier soporte; o una piedra, o un regazo, o una mesa de bar, o el subte a la hora pico. Mi cuerpo está ajeno, pero al mismo tiempo, logra sentirse en el corazón de las palabras hasta ahora nunca reveladas, al menos para ese yo que sería un mí ajeno como dijera antes. 
La poesía es siempre revelación nunca antes dicha, sobre todo para quien la ejecuta. Una música ajena al pentagrama y quizás también al propio lenguaje. Va más allá o acá o adentro o abajo o arriba, que cualquier brújula previsible. Es pura perdición que al mismo tiempo canta por haber encontrado su camino.” Fernando Noy (en EL INFINITO VIAJAR Revista Virtual de Arte y Poesía)

 

Una amiga del corazón me acercó estos dos libros. En Hebra incompleta (incluye tres libros: El poder de nombrar, Dentellada y La orquesta invisible), Ediciones del Paraíso, Buenos Aires, 2006. En Piedra en flor, Ediciones del Paraíso, Buenos Aires, 2011.
Fernando Noy (San Antonio Oeste, Provincia de Río Negro, 17 de noviembre de 1951). Foto: Jmp

domingo, 12 de agosto de 2018

RAFAEL VÁSQUEZ Para cerrar estos poemas



1 AQUÍ

AQUÍ ESTAMOS

Hay distintas formas
de que la poesía se quede entre nosotros.
A veces basta con insistir.
Otras veces necesitamos
que la palabra nos siga, nos alcance, nos hable
de aquello que debíamos volver a escuchar.
Pero cada camino es individual
y en algún momento lo supimos.
¿Por qué entonces la escritura
sigue siendo esa botella al mar que a veces vuelve
en otras manos?
Una pregunta apenas.
O una respuesta que no encontramos nunca.
Escribir no es más fácil que callar.
Pero no sólo el silencio sabe compartirse.
Y aquí estamos.


UNA PALAB RA

Desnuda.
Una palabra como un cuerpo de mujer
que espera la caricia.
Una palabra
que ignora hacia dónde la llevará el sonido
que la envuelve
que la contiene
que la habita.
Uno está tan lleno de palabras así
en búsqueda imposible
que no sabe exigirse,
pena por sus historias que no puede contar
acecha
y al fin no tiene más alternativa
que callar.


RECUERDO DEL COLEGIO

Era el pistoletazo cruel de Larra.
O los murmullos del doliente Silva
en esa noche aciaga del recuerdo.
O la silla desierta de Carriego.
O Baldomero y su ciudad despierta.
O la sombra terrible de Facundo.
La Negra balanceándose tan muda
mientras su perra mira inútilmente.
Y el agrio Capitán que se enamora
o el Quijote con Sancho cabalgando.
Tanta imaginación para un muchacho
que se bebió de golpe el horizonte
para llegar despacio a su escritura.
Tanto banco paciente en el colegio
con profesor y amigos
volviendo por las calles del recuerdo.
Los años ciertamente me protegen,
saben venir del aula sin quejumbre.
Ya todo es fiel y amable en la distancia:
la adolescencia fue. También la vida.

Referencias: 1) suicidio de Mariano José de Larra; 2) José Asunción Silva y su poema “Nocturno”; 3) Evaristo Carriego y su poema “La silla que ahora nadie ocupa”; 4) Baldomero Fernández Moreno, poemas a la ciudad; 5) Facundo Quiroga asesinado en Barranca Yaco; 6) Suicidio de La Negra en el final de “El inglés de los güesos” de Benito Lynch; 7) personaje de “El Capitán Veneno” de Pedro Antonio de Alarcón; 8) obviamente “Don´Quijote” de Cervantes. Todo, autores y obras vistos y leídas en los cursos de castellano y literatura en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde estudié entre 1944 y 1949.


EL BASTÓN DEL TALA

Le gustaba caminar a mi padre.
Cuando las vacaciones abrían la mañana
entre las sierras bajas
recuerdo todavía su intención inicial cada verano.
Ir por sendas que olían a yuyo y a solazo
para encontrar un tala.
El tala –me decía-  es de madera fuerte.
Y la rama elegida
sabía desbastarla simplemente a cuchillo.
No lo vi usar bastón en las ciudades
pero en las sierras siempre.
Para apartar la rama traicionera
o afirmarse al andar.
No recuerdo qué hacía al terminarse
la estación del estío
al volver a otros aires.
Tal vez lo regalaba.
                                   Y el verano siguiente
recomenzaba el ciclo de su búsqueda.
No siempre iba conmigo.


MADRID, PLAZA DE ESPAÑA

Con el sol a mi espalda
para que otros ojos se llenaran de luz.
La Plaza de España desdibuja,
duda su geometría
mientras Quijote y Sancho saben desentenderse
de los improvisados jinetes
que disputan un sitio en sus cabalgaduras
entre fotos y risas.
No es posible apartarse de la gente
que cruza la mañana como cruza la plaza.
Tampoco sé meterme en la lectura
del libro fiel que llevo
porque la espera manda y la paciencia
pierde apenas un tiempo desvalido.
Ignoro desde dónde
sabrá llegar, nunca a tiempo, a mi encuentro.
Mientras tanto,
aquel sol de Madrid persiste y dura
lo que dura el recuerdo.


EL MOVIMIENTO

El movimiento.
Más que el retrato vivo,
la apostura si cabe,
la mirada y la voz: el movimiento.
Allí es donde se nota la vejez.
Aun no nos tiembla el paso
pero es lento,
como una duda enfrente
de un cruce de caminos.
Los escalones pesan, precavidos,
y el pasamanos nunca se desecha.
El movimiento
no se atreve a soltarnos,
nos ubica en el tiempo de la vida,
finalmente nos deja.


MEDIA VIDA

para Alberto Szpunberg

Media vida
puede estar sin querer dentro de un verso.
O la frase que sabe
cómo ganar la noche sin reparos.
Hablar con un amigo
es también aprender de la nostalgia
cuando el futuro achica sus confines
pero nos muestra vivos.
Y la mesa del bar donde la calle
ya se deja tocar de tan mansita
que nos cabe en los ojos
es otro aprendizaje
de la ciudad que siempre nos pareció más nuestra.
Como la voz de un tango.

Vengo tras de tu libro,
suma de tanta vida hecha palabra
que todo me parece como la juventud ausente.
Visión que compartimos por caminos muy otros
siempre tan diferentes que sin embargo había
después de tantos años una ruta certera:
con los ojos más viejos caer en el abrazo.


2 CUANDO PASÓ EL AMOR

PEQUEÑAS MUERTES, PROVISORIOS OLVIDOS

No quiero verte los ojos del dolor,
los ojos de la despedida
que parecen vestirse con un llanto invisible,
con la neblina de la pena,
con el reproche de la soledad.
No quiero presentir
relámpagos de olvido
confundiéndonos el silencioso idioma de la pasión,
desatando el abrazo,
persiguiendo la mano que te busca
fuera de todo raciocinio
para herirla de muerte.
Reconozco mi error, mis egoísmos,
mi pretensión absurda
de llegar a quedarme sin tu sombra.
El tiempo y la distancia –pequeñas muertes,
provisorios olvidos- tampoco valen
para diluir tu imagen.
Porque el recuerdo,
como una quemadura de placer y de daño
viene a morir conmigo cada día
sin adiós.


LO QUE PUDO PERDERSE

Después
de las exigencias de la pasión,
cuando el desorden de las sábanas
invade las grietas de la soledad
nace el diálogo  -y a veces la tristeza-
mientras las palabras parecen nublarse con el humo
de un cigarrillo
cuando despiertan a la realidad.

Después
el amor queda como la resaca
traída a la playa de un naufragio
o es la borra en el pocillo de café
donde adivinaciones y conjuros
podrán leer el porvenir.

Renuncio a esa lectura,
como a toda seguridad
y a las trampas del tiempo y del recuerdo.

Lo que pudo perderse fue vivido.


3 LAS VOCES QUE SE FUERON

HAY UNA MÚSICA

a Roberto Díaz

¿Cuál era la mano que dejó de escribir:
la izquierda o la derecha?
¿Cuándo empezaste a despedirte sin decirlo?
La mitad de tus amigos no lo supo.
La respiración de la poesía no entiende de ausencias
pero la muerte te traicionó.
Como en una novela policial:
vos conocías esas trampas.
Coincidencias venidas desde la juventud,
debe ser duro irse antes de hora.
Yo diría
que es duro quedarme sin tu abrazo.
Hay una música (inútil consuelo)
que sabe venir con tus poemas
desde el libro que se arrebuja en nuestras manos.
Hay otra música (también inútil ahora)
que nos pintó con tu palabra en la canción
tu viejo patio de otro tiempo.
Pero ese valsesito se nos quebró.


MUERTE DE UN POETA

a Juan Gelman

A veces
cuando se muere un poeta
hay que quedarse callado.
No por los recuerdos comunes
de lo vivido
(que no siempre existen)
sino porque los ecos de su voz ausente nos enmudecen solos.
Esos poemas que saben persistir
con su rastro asombrado de quedarse en uno.
Vienen también las fotos. Y los ojos.
Como un antiguo archivo dado vuelta
caen
mezcla de edades y miradas
de tristeza y fatiga
de premios y de duelo.
La avidez de la nota
o la penumbra de la fantasía.
Hay momentos que bajan escapados del sueño.
Son testigos que el aire disimula
y las manos se quedan con la nada del alma.
La mano de escribir
no sabe aproximarse a lo que tanto tuvo
y ahora le falta.
Su poesía
permanece en los libros.
Forma de no morir.


UNA SEPARACIÓN

a Horacio Preler 

¿Qué nos demanda una separación?
Digo
no esos alejamientos del amor
sino aquéllos
más simples de vivir en ciudades distintas,
en distintos momentos cuando el día
nos baja hacia la calle;
en diferentes horas de lectura y poesía.
Cuando falta el abrazo, el apretón de manos
el silencio que abarca
toda la soledad no compartida.
¿Por qué no nos encuentra
esa vieja amistad que nos debíamos?
Y de repente la noticia: otra voz que se fue.
Que es imposible
cuidar
tan egoístas, tan avaros de oírla, tan distantes
en el momento cruel sin despedidas.
No me resigno.
Que me lo digan tarde, que me avisen después.
Pobre desnuda voz sin la poesía.

                                     
TELÓN

Será para cerrar estos poemas.
Libro de despedida sin adioses.
Libro de la sorpresa y de la duda.
Trascurrida la infancia
nunca supe llorar.
No hay lágrimas entonces
para hacer este cómputo de ausencias
mezclada la amistad con la poesía.
La vida que viví fue suficiente.
Lo que siga escribiendo
puede quedar inédito. No soy indispensable.
Tengo que ir al final
para cerrar la puerta silenciosa
según la vieja broma mil veces repetida:
ser el último
para apagar la luz.


Diome Mux el 6 de agosto de 2018 en Taller La Plata, recibido de Cantoni, recibido de Rafael (Querido José María: Me alegro que te haya llegado -tan demorado, porque nunca encontraba corresponsales amigos- mi libro. Efectivamente, cuando César Cantoni vino a leer al café Montserrat, mi reducto bimensual de amigos y poesía, cambiamos nuestros libros y le pedí si podía llevarles un ejemplar para Mux y para vos. Me alegro y te envidio afectuosamente por tu viaje a España... Un fuerte abrazo. Rafael.)

En Pequeñas muertes, provisorios olvidos, Ediciones El Mono Armado, 2016.
Rafael Vásquez (Buenos Aires, 11 de octubre de 1930). Foto: Jmp