MASTRONARDI
Bajo
pérgolas serenas
de
glicinas azuladas
la
dama pudorosa de tus versos,
idéntica
a tu alma,
mira
el río, te nombra
y
se eterniza
en
un abrazo de agua.
BAUDELAIRE
No la toques
ya más…
que
así es la Musa
frígida
y taciturna del poeta.
De Más allá de los Sármatas, 2001
BURGUÉS
Tiene
cola de paja
y
engorda por el ojo
del
culo de su amo.
De Ráfagas, 2001
EL AUSENTE
El verano es propicio
para volver a la amistad del padre,
a su pecho de palomo ardoroso
que en la siesta enronquece.
A veces lo recuerdo
agitando su cimera de crines
en el día vibrante de racimos y flechas.
¡Volver, y que otra vez maduren
las viñas de su fiesta!
Pero el padre es ahora una ausencia:
palomar sin arrullo, seco laurel
de herrumbre en la casa desierta.
El verano es propicio
para volver a la amistad del padre,
a su pecho de palomo ardoroso
que en la siesta enronquece.
A veces lo recuerdo
agitando su cimera de crines
en el día vibrante de racimos y flechas.
¡Volver, y que otra vez maduren
las viñas de su fiesta!
Pero el padre es ahora una ausencia:
palomar sin arrullo, seco laurel
de herrumbre en la casa desierta.
VERANO
Mi
padre, antes de hacer la siesta,
ponía
sobre la mesa del velador
su
reloj de bolsillo y su llavero;
se
quitaba la ropa, sus botas de gigante,
y
tendido en la cama se ofrecía desnudo
a
las caricias del ventilador.
El
sueño iba cerrando sus puños suavemente
y
desaparecía su sueño de león.
Era
verano: recostado a la sombra
de
la higuera del fondo,
la
perra en celo de ojos de gacela
olisqueaba
su sexo con unción.
Gorriones
alevosos picoteaban las brevas.
SUEÑO
Ese
hombre joven
que
duerme bajo un árbol
del
fondo, es mi padre.
Ha
empezado a llover
y
él sigue allí, tendido,
mientras
la lluvia cae
silenciosa
sobre el cuerpo.
Bajo
el árbol sombrío
mi
padre es una estatua
con
los ojos desiertos.
No
duerme, no: está muerto.
Amarga
y turbia el agua
como
un remordimiento.
EL INOCENTE
Risueño,
contemplabas
al
huésped silencioso
del
espejo,
ese
bello animal de ojos sumisos
que
tendido a tu lado se lamía
la
pelambre del sexo
con
lánguido deleite.
Beatifico,
ignorabas
la
servidumbre de la repulsión.
EPIFANÍAS
¡Quién
pudiera mirar el mundo
a través de los ojos enjoyados de un gato,
ser el palomo de buche iridiscente
que bebe agua de lluvia en la vereda,
la palmera indolente mecida por el viento
en el jardín del mediodía intacto,
o la sierpe melódica de Delmira Agustini
vibrando eterna, voluptuosamente!
a través de los ojos enjoyados de un gato,
ser el palomo de buche iridiscente
que bebe agua de lluvia en la vereda,
la palmera indolente mecida por el viento
en el jardín del mediodía intacto,
o la sierpe melódica de Delmira Agustini
vibrando eterna, voluptuosamente!
EL DIPLOMA
Medio
congestionadas por el corsé
que
les abulta el pecho de palomas buchonas,
estas
Damas de la Caridad
(mucho
collar de perlas, mucho astracán
y
trémulas papadas)
iluminadas
fugazmente por el relámpago del magnesio
-un
anticipo quizá del fuego eterno donde arden-
posan
en la fotografía.
Todos
los años otorgaban el Diploma de la Virtud
al
esqueleto de la pobreza.
De Cantar y contar, 1999
JAULA
En
rigor, una jaula
son
mis ojos abiertos;
pájaros
que algún día
fuera
de mí, perdidos
cantarán,
ay, dichosos
en
la luz indistinta.
EL ENEMIGO
Sucede
a veces
que
voy cayendo lento
hacia
mí mismo.
Ni
triste ni contento
solo,
a solas, conmigo.
Si
miro alrededor
nada
tiene sentido.
Un
estéril sabor
borra
la luz y crea
el
exterminio.
Ventanas
al jardín,
todo
es fastidio
para
mi estar perplejo,
desabrido.
Laberinto
y espejo,
yo
mismo mi enemigo.
LIMONES
A
veces la ciudad
es
una mancha
con
bocinas, con ojos
de
palomas lascivas
y
prójimos borrosos.
Esa
es la condición
humana,
me digo:
el
día con su carie, la caída.
Pero
de la provincia
llega
la salvación,
y
soy raptado
por
el olor de unos limones
a
la luz, al color, a la alegría.
ANTES DE LA
LLUVIA
La espiral o corona
de insectos voladores,
el canto de las ranas
en las zanjas,
el pájaro que afloja
la tensión de sus alas,
el sopor de la gata
en la silla de hamaca,
y el aire empalagoso
con moscas obstinadas.
(Muy pronto las mujeres,
temerosas del rayo
cubrirán los espejos de la casa.)
La espiral o corona
de insectos voladores,
el canto de las ranas
en las zanjas,
el pájaro que afloja
la tensión de sus alas,
el sopor de la gata
en la silla de hamaca,
y el aire empalagoso
con moscas obstinadas.
(Muy pronto las mujeres,
temerosas del rayo
cubrirán los espejos de la casa.)
LA GARZA
Asomado
a la tapia de ladrillos
una
tarde con ocios de mi infancia,
en
el jardín sombrío del vecino
vi
la quieta elegancia de una garza.
Yo
entonces no sabía
que
se llamaba garza
ese
pájaro alto, recortado
como
una flor esbelta o una lanza.
Y
amé el enigma frío de su calma.
Para
su estar pausado
quise
inventarle un nombre
parecido
a la lluvia, al olor del azahar.
Una
palabra que copiara el alma
de
tanta ensimismada soledad.
Asomado
a la tapia, muchas tardes
volví
a ver el jardín donde la garza
junto
al agua de un charco se dormía
cautiva
de su propia forma exacta.
Un
día me dijeron:
Ese
pájaro que amas, es una garza blanca.
Y
la palabra iluminó el jardín,
y
fue mía la garza.
De Otro verano, 1966
EL GALLO
Por la siesta erizada
un gallo vuela.
Un gallo,
claridad cautivada,
diurna espuela.
¡Ya sube,
ya ilumina su cresta
ya se dora!
Por la siesta
-móvil punta de sol,
dulce espuma-
un incendio de plumas
me enamora.
Por la siesta erizada
un gallo vuela.
Un gallo,
claridad cautivada,
diurna espuela.
¡Ya sube,
ya ilumina su cresta
ya se dora!
Por la siesta
-móvil punta de sol,
dulce espuma-
un incendio de plumas
me enamora.
CANCIÓN
Con
lentitud silenciosa
los
enigmas del sol
maduran
en las frutas
dulcísimos
misterios.
Hay
flores viscerales
que
desprenden bostezos
bajo
la luz y el ocio
de
unos días ambiguos.
Los
insectos pasean
su
irritada elegancia
y
metálicas colas
de
avideces, de brillo.
Los
ángeles cayeron.
Todavía,
arden
sus
tristes cuerpos
de
delirio.
De Claridad vencida, 1957
DULCÍSIMA
INMINENCIA DEL DESEO…
Dulcísima
inminencia del deseo
toda
mi piel recibe con unción
tu
reino de sueños y quimeras.
Emerges
de una fuente
rodeada
de laureles
donde
beben las águilas solares.
Entre
las nervaduras
de
una hoja de níspero te encuentro.
Si
me asomo al estanque de tus ojos
veo
nadar furtivos peces iridiscentes.
DIRÉ TU
INFANCIA BUENA…
Diré
tu infancia buena,
tus
juegos junto a un girasol,
tu
herbario, tu traje del domingo
y
las siestas de explorador en África.
Solo,
siempre solo en tus juegos
descubriste
que los ojos de un pez
eran
como esa pesadilla donde corrías sin casa
bajo
una turbia y amarilla luz de miedo.
Amabas
los brotes de la higuera,
el
agua de los pozos, la camisa del tío,
la
cama como mapa dividido en provincias,
las
tizas de colores, el trompo de hojalata.
Y
en el cielo de las tarde nubladas
sorprendías
naufragios de incendiados veleros,
bosques
sombríos o montañas blandas
como
belfos hinchados de caballos.
A
veces te quedabas absorto en la ventana
mientras
la lluvia caía tenaz en los mosaicos
ajedrezados
del patio.
Después
abrías el cofre donde guardabas
tu
colección de botones y estampitas de santos.
No
sabías que más allá del tesoro escondido,
y
de los colmillos de elefantes en el fondo de un lago,
(más
allá de África aún)
estaba
un ángel triste preparando tu muerte.
De Negada permanencia y La
siesta y la naranja, 1952
En
Desiderátum. Obra poética, Adriana
Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2001; y La
señorita Estrella y otros cuentos, CEAL, Buenos Aires, 1982. Foto: Jmp
Juan
José Hernández (Tucumán, 17 de octubre de 1931- Buenos Aires, 21 de marzo de
2007).
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