EN LA AUSENCIA
DE LA AMADA
Solitario está el ser que amó y vivió.
Entro en el cuarto, y la sombra de amor, en la hora crepuscular, con el dedo en
el inexistente labio me pide vivir: “Vive. Espera.” Qué largamente acaba la
luz, qué interminablemente sigue la vida. Mientras, los seres que rodean a un
hombre, a su sombra en la tierra, murmuran las convenidas palabras, los acentos
gastados, y suenan desde unas colgadas telas iguales que rodean, agitan, dicen,
engañan.
Alzar unos ojos en la soledad, en la
falsa soledad, entre los fantasmas vestidos que con su nombre insisten, es
mirar en el secreto rincón a la piadosa sombra adorada, resto de una luz que
existió, y ver allí la turbia mancha clara, el ademán de hermosura, el
entresoñado labio, el índice que sobre su casi carmín dice: “Silencio. Silencio;
espera. Existo. Vuelvo.”
Vosotros, sombras impuras, flotantes,
falsas, gruesas, pobres, que imitáis a los seres y que rodeáis a quien sueña y
olvida: borrándoos vais con el último rayo de sol y en él escapáis con una muda
algarabía de ademanes extintos. Solo estoy; solo contigo, amor, alma, sed. Soledad
pura. Solo: avanza. Osténtate. Despliega tu dulce gracia. Tu dolorosa gracia
ausente, y reina para mi sufrimiento. (Desnuda y dulce, te yergues. La noche
empieza. En la sombra absoluta sólo el beso de dos bocas entrelazadas existirá
hasta las luces.)
En Nuevos poemas varios, P&J,
Barcelona, primera edición enero de 1987. Poema que pertenece a la etapa
realista de VA, publicado en la revista Platero, número 11, Cáliz, noviembre de
1951.
Vicente
Aleixandre (Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo, Sevilla, España, 26
de abril de 1898 – Madrid, 14 de diciembre de 1984). Fotos: Jmp
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