EL CUANDO DE LOS HACHEROS
a Nabucodonosor Santoni
El corazón
del lapacho
se
vuelca rojo en su flor,
Jesucristo
se va en sangre,
tú te
vas todito, todito en sudor.
Lo tocas
con tus dos ojos
y no
te chupas ya el dedo;
lo
toca tu corazón.
¿Qué
haces que no escupes en la zanja el miedo?
El río
padre se ciñe
su
vincha de ceibos rojos.
Cíñete
la vincha india.
¿Cuándo
vas a abrirle cancha a los antojos?
Lo mismo
que a las tacuaras
los
cerdudos del malón
métele
fierro en la punta
–ya es
hora, ya es hora–
a tu corazón.
Aún derretido
en sudor
te
exige el hacha cien brazos.
Cuando
al pie del cedro caigas
no
tendrás más doble que un doble de hachazos.
Que tu hambre se
haga pujanza
como la tacuara
lanza.
Que si
se renuncia al fin
a la
profesión de perro
el
alma se hace más alma
como
se hace a golpes el fierro más fierro.
Y como
el sudor y el llanto
ya van
llegando hasta el cuello,
eche,
ya atacada de asma,
tu
alma en el ¡ahora! Su último
resuello.
Que tu hambre se
haga pujanza
como la tacuara
lanza.
Mi
padre admiraba a los hacheros. Incluso él (en sus sueños) fue uno de ellos. Siempre
nos contaba historias de brazos y quebrachos. Cuando llegó a City Bell tuvo que
conformarse con otras maderas, sauces, eucaliptos, tal vez cipreses, y talas,
madera blanda, para hacer mangos de martillos y mazas. Mi padre admiraba a los
hacheros. Incluso él fue uno de ellos.
En:
Insurrección del poema, Colihue, 1979.
Luis
Franco (Catamarca, 15 de noviembre de 1898 – 1 de junio de 1988). Fue albañil,
agricultor, hachero, poeta y narrador. Foto: Jmp
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