TALITA EN LAS ALTURAS
I
Creo
que a todos o a casi todos
alguna
vez nos ocurre: una mujer
se nos
atraviesa entre la carne
y allí
encuentra su lugar de vivir, su lugar
desde
donde supurarnos todo
lo que
no nos da, porque el dar es imposible
excepto
en la ilusión enloquecida del ensueño.
Nada
más alejado de lo real
que lo
que creemos nuestra vida, nada más
vano
que el deseo que no proyecta ningún cuerpo.
La borrosidad
se acumula
en
rincones sordos, escondida
en
ángulos pretéritos y agudos
a los
que no llegan los dedos y no llega tampoco la mirada.
Esa
mujer atravesante es un no ser que no cesa, acaso lo único
que
uno quiere vivir para que alguna vez acabe,
aunque
en su acabamiento nos suceda agonizar
como
una flor arrancada de la tierra.
Esa
mujer puede tener una idealidad de ficción:
por
ejemplo la de ser un equívoco, poético, ondulado
que en
su viaje parte de la nada
y
sobre el vacío va hacia la nada
II
Inutilidad
de lo bello, es el viaje de Talita por sobre un tablón,
en
rigor, dos tablones torpemente unidos.
Talita,
cubierto apenas su cuerpo
por
una bata de baño flotante contra el cielo,
recorre
su rayuela, su viaje sin por qué y sin dónde,
casi
desnuda y en sus manos
un
paquete de yerba y unos clavos de destino incierto.
Ella
es un viaje nuestro,
una
patria nuestra, una imagen
inserta
en la hondura más propia.
Es
talita, besada y besante equivocada,
de alguna manera presencia en toda mujer
que
alguna vez amamos y en el amor que perdimos.
Que
entrevista en el confuso amar desconocemos.
BEATRICE
Aunque
la eternidad no exista,
sé que
en algún lugar de la eternidad
podré
encontrarte.
A fines de octubre visita City Bell el
poeta, editor y librero Antonio Moro. Se queda, por una noche, en mi taller.
Dialogamos, desde el atardecer, de cosas del mundo, de poesía. Deja su último
libro editado, de Julio Castellanos, y escribe: “… este árbol de la poesía
admirada, un destino de lector que se repite en mi vida, ojalá lo frecuentes”.
En:
Naranjas amargas, El Espejo Ediciones, 2016.
Julio
Castellanos (Córdoba, 1947). Foto: Naranjas, City Bell, José María Pallaoro.
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