LARVA
Bestia
de carga, con ideas de cocodrilo
y
cuerpo de feto.
Rastrero
absurdo, vives en una barraca,
eres
tu peor enemigo.
Tu
paranoia es arrastrar un castillo
por
ese paisaje lunar, como un tren descarrilado
bajo
la tromba del río.
Deberías
haber sido cangrejo. No vale la pena.
En
marzo las truchas se atiborran
con
los despojos de tus dudas y esperanzas.
Cara
de avispa, huérfano y abandonado prematuramente.
Das
gritos de guerra inaudibles e improvisas
ese
apaño hercúleo que es llevar a cuestas tu casa;
puedes
pellizcarme el dedo pero
todavía
eres un bebé.
Tus
ropas campestres de paja, estilo samurai,
tu
malla nibelunga de ágatas, solo
afirman
fantasías de miedo y hambre.
Date
prisa. Súmate a la orgía
aquí
entre las hojas, bajo la llovizna,
bajo
una carpa endeble de alas oscuras.
UNA ANGUILA
I
Lo más
raro es su cabeza. Esa cúpula que cubre el cerebro
madurada
de forma extraña, como una carlinga hinchada
con un
cargamento enorme. Como glándulas lobuladas
de
enorme sensibilidad. Qué extraña es la cabeza de la anguila.
Ese
fruto de la evolución, abultado y brillante como una ciruela.
El
morro es como el rostro aplastado de una zapatilla,
la
boca es una mueca sonriente y mecánica
de
depredador frustrado. Y el iris es como oro sucio,
destilado
solo lo justo para distinguirlo
del
lodo oliváceo de su cuerpo,
de los
grumos y granos negros. Y ese ojo prematuro,
con la
órbita más grande y con una visión más difusa,
situado
detrás del ojo, más pálido, más ciego,
vuelto
hacia dentro. Su joroba de búfalo
antecede
su avance asombroso.
La
aleta pectoral en medio del hombro, concesión
a la
vida de pez, se oculta
pegada
a su envoltorio: la piel de debajo
muestra
la pálida desnudez de las profundidades de la anguila
igual
que el vientre, que es como una perla opaca.
Lo más
raro es esa piel que parece una huella dactilar, ese tejido gomoso
que la
mantiene aislada. Todo el cuerpo
tiene
ondulaciones identificativas. Aquí está,
hace
flotar los sargazos
con su
deseo secreto. Su vida es una celda
aislada
del mundo. Su paciencia
es
universal y la favorece el amor
de las
estrellas inclinadas, como si ella
fuera
la única inicial de la Tierra. A solas
con
sus millones de años, es el peregrino de la luna,
la
monja del agua.
II
¿De
dónde viene el río?
¿Y la
anguila, mente nocturna del agua,
río
dentro del río y al otro lado del río,
nervio
nocturno del agua?
No del
todo memorioso de la Tierra
ni
tampoco del capricho del aire,
ni del
sol desbordante. ¿Pues de dónde?
Del
fondo del lago de la nada,
sargazo
de Dios,
nscido
de la espiral vacía de las estrellas,
persona
resplandeciente.
En:
“Poemas de animales”, Mondadori, 1999. Traducción: Javier Calvo.
Ted
Hughes (West Yorkshire, Inglaterra, 17 de Agosto de 1930 – Londres, 28 de
octubre de 1998).
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