MILÁN, AGOSTO DE 1943
Pobre
mano, en vano buscas
entre
el polvo, la ciudad está muerta.
Está muerta:
sobre el corazón del canal
se ha
oído el último disparo. Y el ruiseñor
cayó
de la elevada antena del convento
donde
cantaba antes del anochecer.
No cavéis
pozos en los patios:
los
vivos ya no tienen sed.
No toquéis
a los muertos tan rojos, tan hinchados:
dejadlos
en la tierra de sus casas:
la
ciudad está muerta, está muerta.
19 DE ENERO DE 1944
Te leo
dulces versos de un antiguo poeta,
y las
palabras nacidas en las viñas,
las
tiendas, al borde de los ríos
de las
tierras del este, caen ahora
sombrías
y desoladas
en
esta noche profundísima
de
guerra en que nadie atraviesa
el
cielo de los ángeles de la muerte,
y el
viento resuena como el estruendo de un derrumbe
cuando
sacude las chapas que separan
aquí
arriba los pórticos, y la melancolía
crece
con los perros que aúllan en los huertos
a cada
descarga de las rondas
por
las calles desiertas. Alguien vive.
Tal vez
alguien vive. Pero nosotros,
aquí, recluidos,
escuchando esa antigua
voz,
buscamos un signo que supere
la
vida, donde aún entre las ruinas
de las
tumbas, la mala hierba alza su flor.
De:
“Día tras día”, 1947. En: “Carta a mi madre y otros poemas”, CEAL, 1988. Traducción:
Eugenio y Gianni Siccardi.
Salvatore
Quasimodo (Módica, Italia, 20 de agosto de 1961 – Nápoles, 14 de junio de
1968). Imagen: Milán, luego de los bombardeos, agosto de 1943.
Bellísimos!
ResponderEliminarGracias, Maby. Mi abrazo. jm
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