IN MEMORIAM
Mi mejor amigo es una rata.
La encontré un día de lluvia, un día que llovía a cántaros: estaba muerta al borde de una alcantarilla. Fue el gracioso desvío que su cuerpo ocasionaba en el cauce del agua lo que me hizo notarla, lo que inmediatamente despertó mi compasión: ¡tan fría ahora que estaba muerta! ¡tan despreciada por todos cuando estuvo viva! Por eso mismo sentí que podíamos ser amigos, yo su amigo que la cuide, y ella, mi mejor amiga, la que se deje cuidar.
La encontré un día de lluvia, un día que llovía a cántaros: estaba muerta al borde de una alcantarilla. Fue el gracioso desvío que su cuerpo ocasionaba en el cauce del agua lo que me hizo notarla, lo que inmediatamente despertó mi compasión: ¡tan fría ahora que estaba muerta! ¡tan despreciada por todos cuando estuvo viva! Por eso mismo sentí que podíamos ser amigos, yo su amigo que la cuide, y ella, mi mejor amiga, la que se deje cuidar.
Desde entonces la cuido, cuido su cadáver
claro está, en realidad ya casi no queda ni eso, quedan algunos trocitos de
piel que cualquiera pensaría que son los restos de algún pergamino. Un puñadito
de pelos grises, o arratonados como suele llamarse a ese color a nada. Y queda
la cola, íntegra, íntegra pero seca, como los cordones de mi zapatos.
Pero el mejor amigo de uno no tiene por
qué vivir eternamente, basta con que se deje cuidar mientras esté vivo o
mientras quede algo de su muerte que dé sentido a nuestra vida.
En:
“Hugo Mujica. Testimonios de fin del milenio, reportaje de Ana Emilia Lahitte”,
Vinciguerra, 1997.
Hugo Mujica
(Avellaneda, Buenos Aires, 30 de agosto de 1942). Foto: HM en FB.
Muy lindo, sobre todo el remate final
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