HECHO DE ESTAMPAS (1930)
POEMA I
Caía
mi sueño en la otra soledad de los canales.
Regocígate,
niño, la presencia graciosa de la muerte
reparte
en sombras alternadas el olor de los ángeles
y
levanta tus sordos desamparos.
Niño
de paz,
han
apagado las islas monótonas de los soles perfectos.
Niño
de paz,
imito
el mundo en un mi sueño ajeno a la claridad.
Un
silencio de música se apacienta en las torres.
POEMA II
Oíase
a través de las olas subidas el grito de los puertos y las ciudades
y
el frío de las campanas.
Los
cielos mueven el puente de los días.
El
frío se sumerge en las ramas.
Recogemos
la sombra que cae de los pájaros.
Te
has ido.
Enumero
las albas bajo la espuma azul de la noche.
Corderos
desfigurados reflejan en sus ojos las vueltas de las estrellas
y
los viejos molinos.
POEMA III
Está
mi risa de niño
con
la abuelita ciega de la noche obscura.
Resuenan
mis botas groseras de campesino
en
la ternura de los caballos,
y
he ido.
Al
son de ríos lúcidos y puros.
Tiemblan
las curvas de los pozos como las dulces patas de los corderos.
Encerrada
en mis pasos sigue la noche obscura.
POEMA IV
Extiendo
mis brazos hacia el silencio descansado que inmortaliza la lejanía.
Caen
océanos en las noches obscuras de nuestras adolescencias en Dios.
Herido
en mi canto
por
uniones de azar
toda
mi carne mortal recoge la blanca limosna del misterio.
Siento
venir el fresco gusto del alumbrar.
Siento
venir entre olas de la desesperanza maduros imperios.
Agito
los ramajes.
Danzo
en la gracia de todas las familias de la tierra y el universo.
POEMA V
Yo
estaba muerto bajo los grandes soles, bajo los grandes soles fríos.
A
través de mi llanto
oigo
el agrio sudor de la precocidad.
Yo
vuelvo sobre un musgo
y
las ciudades crecen a la aventura hasta la noche del estupor.
Miseria.
Dios
pesa.
Me
llaman vientos de mar.
Van
y vienen en grandes cambios; se alargan en saltos irritados
que
apagan mi temblor, que exasperan los sueños.
Jamás
podré seguir.
Yo
me veo colgado como un cristo amarillo sobre los vidrios pálidos del
mundo.
POEMA VI
Ha
caído mi vos, mi última voz, que aún guarda mi nombre.
Mi
voz:
pequeña
línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos
lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.
Estamos
en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi
voz es fría y sucia como la piel de los muertos.
POEMA VII
Roe
mi frente dura
el
lobo de la media noche.
Una
escondida estrella arrima su sosiego.
Entre
todos los soles ya se me canta aceite de júbilos.
Siento
en mis manos venir la luz entera de la mañana.
POEMA VIII
Cavar,
cavar los ojos enarenados como se ahuecan los cuellos largos de los pozos.
Cerrados
en implacables soledades.
Excavo
la bienaventuranza.
Cruzas
llanuras
y
acaecen palomas entre las manchas negras de las quejas.
Siento
en mis ojos las anguilas fuera de sí de los silencios montañeses.
POEMA IX
Yo
duermo cerca de todas las vueltas del sueño.
Según
mi carne grito en la sombra de la beatitud de los recién nacidos.
Encima
del mismo tono llevo el contacto de los bosques lejanos
y
asistencia de océanos.
POEMA X
Reposan
los sagrados pinos,
y
mi voz arrollada en la tristeza de una luz rompida.
Paz,
paz, sobre los días y las noches cansadas de recoger las voces falsas,
que
el mar hace sonar las cáscaras de nuez de la maravilla,
y
vuelvo a oír la guía de mi ánimo dentro de primicias celestes.
Huye
la soledad.
Adiós,
belleza.
POEMA XI
Al
pie de los aromas blancos recobro mis manos en plegaria.
Una
vez había...
Los
canales hastiados se ponen en camino lejos de nuestros ojos.
Para
sí trazan el pavor los soles.
Apoyo
mi rostro sobre la sombra siete veces obscura
y
atravieso los diques ajustados que arrastran los vientos.
Rodaba
mi acento de mar desgarrado sobre siete caminos de nieve.
POEMA XII
Yo
quería jugar.
Estaba
el signo de mi naturaleza plena de llanto y protección severa.
Bajo
a mi obscuridad, y avanzo entre mis brazos con una estrella niña.
Soplan
olores de banderas frías
y
resuenan tambores de infancia
en
el mismo silencio, bajo la misma estrella.
Viene
mi carne allende las transparencias.
Rodeo
la luz fresca.
Ánimos
de pavor yacen en mis profundas soledades:
No
es el mismo silencio, no es la misma estrella.
Arranco
vísperas de muros inclinados,
y
más allá de todo se mueve el brillo opaco de la agonía.
POEMA XIII
Más
allá de las aguas grises bajan colinas.
Nadie
vigila.
Sobre
las noches descompuestas concentro mi afinación.
Todo
lo nuestro llega; las ventanas amigas entran las lejanías,
pero
ya no saldremos nunca de esta mañana opaca.
Avanza
hacia nosotros las vueltas seguras de la muerte.
POEMA XIV
Los
muros están cubiertos de vísperas y estrellas blancas.
Las
flautas hacen temblar a las flexibles viñas.
Oh,
bodas, en tanta perfección de desnudez el gallo canta.
Aprieta
mi adolescencia tus ojos negros.
CANCION DE CUNA QUE NO HA
AGRADADO A NADIE
Van
a cantar
por
el nacer
de
varón, de mujer;
van
a cantar,
van
a nacer.
Empiezan
a cantar
empiezan
a nacer
el
varón, la mujer;
la
voces del cantar,
las
voces del nacer,
de
varón, de mujer,
empiezan
a cantar,
empiezan
a nacer.
Van
a cantar
el
varón, la mujer,
van
a cantar
por
el nacer;
las
cosas del nacer
van
a cantar
por
el varón, por la mujer,
van
a cantar por el nacer.
Van
a cantar:
la
noche va a nacer.
Empiezan
a cantar
el
varón, la mujer,
la
noche va a nacer.
Van
a cantar
por
el nacer
la
noche del varón y la mujer.
Empiezan
a cantar,
empiezan
a nacer.
Van
a cantar
por
el nacer
el
varón, la mujer.
Empiezan
a cantar
amanecer...
A Macedonio
Fernández, Eduardo Mallea, Raúl Scalabrini Ortiz, Oliverio Girondo, José Planas
y Casas, Adán Dhiel, Mario Pinto, Pompeyo Audivert, Raúl González Tuñón, Rafael
Crespo, Alfredo González Carraño.
De: “Hecho de estampas”, 1930. Texto
completo. En: “Obra poética 1”, Leviatán, 1998.
Jacobo Fijman (Rusia –hoy Rumania-, 1898 –
Buenos Aires, 1970).
Foto: JF.
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