PEQUEÑA MUCHACHA: YO SÉ…
Pequeña muchacha:
yo sé que un hombre cualquiera
puede escribir "pequeña muchacha"
y que un varón cualquiera puede alcanzar
un momento de fulgor carnal
sobre tu camisa o tus sábanas
o que una frase cualquiera puede habitar
un sitio hirviente en tu piel o en tu memoria
o ser también una simple región
infectada de lágrimas
o un gesto sin huellas como una hoja
rechazada por su árbol.
Pequeña muchacha: yo sé que hoy es muy domingo
cada hora y que cada hora
tiene una cifra de tiempos
como gotas o granos del jugo
de este mismo día nombrado domingo.
Y puedo redactar también lo sé
cada línea visible de tus pelos
cuyas raíces de sombra o de calor
todavía no huelo ni conozco.
Pero escribir no es soñar
con un vacío de orines o de fuego
ni es chupar aquella íntima saliva
tuya depositada en esta boca
que sencillamente te da nombre
como si escribiera otra vez "pequeña muchacha".
¿Por qué todo debe ser escrito?
¿Por qué no bastan la presencia
de las suspiraciones
el afán cotidiano de los cuerpos
el silencio destripado en cada cielo
de este mismo día tan domingo?
Cualquiera escribe lo ya escrito
debajo de esta tinta repetida:
deben ser vejadas las palabras
tronchados los recursos
los cuadernos los papeles
y que letras y pausas
y espacios y jadeos
sean nada más que cerradas sustancias
o silenciosas iluminaciones.
"Pequeña muchacha": que tus recuerdos
de lo escrito te abandonen
que nazcan o aparezcan otras vivas figuras
en tu lengua imprevisible
y que el aliento de estas sílabas
pasajeras permanezca
como un rápido nombre en toda tu boca.
puede escribir "pequeña muchacha"
y que un varón cualquiera puede alcanzar
un momento de fulgor carnal
sobre tu camisa o tus sábanas
o que una frase cualquiera puede habitar
un sitio hirviente en tu piel o en tu memoria
o ser también una simple región
infectada de lágrimas
o un gesto sin huellas como una hoja
rechazada por su árbol.
Pequeña muchacha: yo sé que hoy es muy domingo
cada hora y que cada hora
tiene una cifra de tiempos
como gotas o granos del jugo
de este mismo día nombrado domingo.
Y puedo redactar también lo sé
cada línea visible de tus pelos
cuyas raíces de sombra o de calor
todavía no huelo ni conozco.
Pero escribir no es soñar
con un vacío de orines o de fuego
ni es chupar aquella íntima saliva
tuya depositada en esta boca
que sencillamente te da nombre
como si escribiera otra vez "pequeña muchacha".
¿Por qué todo debe ser escrito?
¿Por qué no bastan la presencia
de las suspiraciones
el afán cotidiano de los cuerpos
el silencio destripado en cada cielo
de este mismo día tan domingo?
Cualquiera escribe lo ya escrito
debajo de esta tinta repetida:
deben ser vejadas las palabras
tronchados los recursos
los cuadernos los papeles
y que letras y pausas
y espacios y jadeos
sean nada más que cerradas sustancias
o silenciosas iluminaciones.
"Pequeña muchacha": que tus recuerdos
de lo escrito te abandonen
que nazcan o aparezcan otras vivas figuras
en tu lengua imprevisible
y que el aliento de estas sílabas
pasajeras permanezca
como un rápido nombre en toda tu boca.
De: “Hentropía”. En:
“El escriba de pie (contiene “Hentropía” y “El escriba de pie”),
Caracol al Galope, Montevideo, 2003.
Saúl Ibargoyen
(Montevideo, Uruguay, 26 de marzo de 1930).
Reside en México.
Foto: Saúl
Ibargoyen. ® Borzelli Photography
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