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lunes, 28 de enero de 2013

Elida Manselli (1941-2013), tres poemas



AZAHARES PARA MI ALAZÁN


Cabalgaremos al alba.
Déjame enjaezarte con las primeras aguas
de los manatiales que hoy coronan tu sangre.
Para el viaje cortaré azahares
que defenderán
arrullarán
rezarán
a nuestra sombra viva.
No encerraremos las penas del pasado.
No libraremos batalla,
no construiremos días ni manadas,
sólo arderemos dentro de la niebla
que a veces te ocultará,
aunque yo marche a corta distancia
de tus relucientes crines.
Mientras galopamos hacia el infinito de tu nido,
las flores nos embriagan,
desconocemos los cuerpos que resbalan
siempre tarde a nuestro paso,
ahora que rozas el todo después de la nada
que juntos intentábamos florecer.

Estamos en el centro del alma
con algunas almas posibles,
como si tejiéramos el arma celeste
ascendemos encantados
desencantados
del hálito que respira en las cenizas,
el áspero sueño de humanidad aún pendiente.
Atravesamos el rodeo del silencio,
lejano abrevadero que muda su espacio
de extremo a estación sin flor.
La mirada más dulce de los animales
llega de los latentes,
cercanos campos latinos.
No abandonaremos el paraje,
un destello de Tarquinia traza en la memoria
mi infancia última, la inocencia
mi entendimiento de los otros.
No destruiremos el son,
el ámbar de mi sin razón,
al abrigo de un sueño de los mandarinos.


BATALLA VERDE

En tanto te acercas batalla verde cortante.
Impulsas la orden de los mitos,
campaña lejana de aullidos dulces,
de caos suspendidos y de silencio...

¡Desesperada misión tu pata en llamas!
Todo me impulsa
y vuelvo la cabeza a la caballería distante,
a los frentes sin sombras ni luces en la luna,
donde la materia era un trago perdido.
El hemisferio quebraba la membrana mejor,
la sangre se coagulaba
en las manchas violentas del siglo,

¡ Desesperada misión tu pata en llamas!
Desesperado galope de hierbas, matices y espejos
rasgando los latidos en el manantial reinante.
Yo tenía miedo en la paciencia.
Ascendía el agua mezclada de olores e infinito,
ojos, ojos para volcarse en llamas
como una serpiente desplazada cada día.



NÁCAR DE MIS SENTIDOS

Eran días de guardar,
días de reserva.
Columnas de humo se filtraban entre los naranjos
y los racimos de todas las vías perdidas,
no había horror en la aureola de la hierba,
sólo temblor.
Un color desconocido resistía en la mirada del caballo,
era el incendio de todas las edades,
belleza de tinieblas que roía el aire
como una llaga arcaica flotando en el valor diario.

El caballo malacara esperaba,
nácar de los sentidos.
marcado brote de la serenidad del universo.
Esperaba el resto de su travesía y la mía,
acaso la totalidad de mis días dichosos.

Nada dejábamos, no recordábamos
ni siquiera el matiz de la patria vivida.
Subíamos otra orilla,
sin cesar el caballo flameaba azulándose
en su dorado andar,
especie real de un costado santo,

a través de espartos, manantiales, panales de abismos,
los grandes oxígenos obligados bajo el sol,
cuando aún nos invitaban los juncos, el sauce
y los dispersos cantos de los pájaros fugaces
cuando en la sabana chocábamos con ecos.

Guardábamos sólo un temblor,
el bien de sangre desprovisto de prodigios,
desnudo trino hacia un abrevadero de cenizas
o un reverbero de polos cruzados,
el sueño extremo de alcances todavía en la tierra,
ardiente,
despiadado aroma
enfrentado a los deseos detenidos del pasado
ahora niebla.



Elida Manselli (Buenos Aires, 1941-2013).
Poemas del blog de Elida Manselli.
Foto: Daniel Grad, 6 de junio de 2001, La Maga, Ciclo Huasi.

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